Antonio Damasio, neurocientífico: “Los organismos artificiales pueden llegar a tener consciencia, pero no como la humana”
El reconocido investigador portugués publica ‘Inteligencia natural y la lógica de la consciencia’, en el que trata de dar respuesta a uno de los mayores misterios del cerebro humano: cómo somos capaces de saber que existimos


Antonio Damasio lleva tres décadas desmontando la idea original de Descartes de que la mente y el cuerpo son entidades separadas. El error de Descartes, que este investigador lisboeta publicó en 1994, es ya un clásico de la neurociencia y colocó al autor como uno de los científicos más influyentes de su campo. 30 años después, y tras haber ganado todo tipo de galardones y doctorados honoris causa, Damasio va más allá: en su nuevo libro, Inteligencia natural y la lógica de la consciencia (Destino), el neurocientífico de 81 años no solo argumenta que no podemos entender la consciencia sin el cuerpo, sino que, al contrario de lo que habitualmente se presupone, no sentimos porque somos conscientes, sino que sucede exactamente al revés: para ser conscientes, debemos primero sentir. La respuesta al eterno misterio de la consciencia, sostiene Damasio, no está en la corteza cerebral —como se pensaba— sino en estructuras más antiguas, y esa distinción tiene implicaciones profundas para entender qué nos hace humanos y qué le falta a la inteligencia artificial para ser autoconsciente. Aunque, advierte, quizás no le falte siempre.
“Hace cinco años no habría podido escribir este libro”, reconoce Damasio, durante una conversación este lunes con EL PAÍS en Madrid. El neurocientífico, que dirige el Instituto del Cerebro y la Creatividad de la Universidad del Sur de California en Los Ángeles, responde a todas las cuestiones con entusiasmo y vehemencia, salvo cuando se le pregunta por una cosa: el Gobierno de Donald Trump y su ataque contra la ciencia: “Es un momento muy difícil”, se limita a compartir.
Pregunta. Titula usted su libro con las palabras “inteligencia natural”. ¿Por qué el énfasis en lo natural? ¿Es por el momento que estamos viviendo respecto a la artificial?
Respuesta. Absolutamente. Quería dejar muy claro que la inteligencia artificial es un avance muy interesante, pero es un desarrollo que proviene de la inteligencia natural. Nosotros inventamos la inteligencia artificial; la inteligencia artificial no nos inventó a nosotros. Hay un primer valor que es nuestra propia inteligencia, nuestra propia creatividad y, a partir de esa inteligencia natural, desarrollamos la consciencia, que es una cuestión muy relevante.
P. ¿Y por qué es tan relevante?
R. La consciencia es lo que nos permite ser individuos completos. No podemos serlo sin tener esta noción de quiénes y cómo somos. La consciencia es lo que permite que nuestras mentes pertenezcan a un cuerpo en particular. Estoy consciente ahora mismo porque sé que mi mente está en mi cuerpo, y no en el suyo. La unión de la mente y el cuerpo es muy importante. Es lo que nos da la individualidad que solo es posible una vez que estamos conscientes.
P. Durante mucho tiempo usted ha argumentado en contra del dualismo mente-cuerpo. En este libro enfatiza que los sentimientos requieren tanto el cerebro como el cuerpo, que son parte de un proceso híbrido. ¿Es así?
R. Es totalmente híbrido. Nuestro sistema nervioso nos permite conectarnos con nuestro cuerpo. Nuestra consciencia no es algo etéreo que esté flotando por ahí; es algo que está siendo fabricado por nuestro sistema nervioso dentro de nuestro cuerpo. Y una buena parte de la esencia de la consciencia es, de hecho, el conocimiento que tenemos de nuestro propio cuerpo en funcionamiento. Este libro es la continuación de un trabajo de muchas décadas. Parte de él ha aparecido en libros anteriores, pero mejora los conocimientos que se han presentado en otros libros, porque en realidad explica el mecanismo por el cual se puede adquirir consciencia. Tiene que ver con las sensaciones homeostáticas y el tipo de estructura nerviosa necesaria para ello.
P. Háblenos de ello.
R. La homeostasis nos permite darnos cuenta de que hay que respetar ciertas reglas para que la vida continúe. Las sensaciones homeostáticas son, por ejemplo, el hambre, la sed, el dolor, sentirse bien, sentir malestar. Todos esos sentimientos son sistemas de alerta, sirven para avisarnos sobre las cosas que necesitamos, como beber agua o darnos un respiro si tenemos dolor. Nos alertan sobre lo que es necesario para que la vida continúe. Por lo tanto, podríamos ver la consciencia como el resultado de una serie de alertas, unos centinelas que te advierten de que algo anda mal o, por el contrario, que todo va bien y, por lo tanto, puedes explorar el mundo.
P. Usted plantea en el libro una cuestión interesante. ¿Tienen consciencia las plantas o los árboles? ¿Y las bacterias?
R. Las bacterias no tienen consciencia ni sentimientos. ¿Y sabe por qué? No tienen sistema nervioso. Se puede decir que solo hay consciencia en los organismos que son lo suficientemente complejos como para tener un sistema nervioso, que es el que les permite tener sentimientos y consciencia. Los árboles y plantas son muy complejos, tienen vida, y esa vida es relevante, pero no tienen consciencia. En cambio, los animales tienen sistema nervioso y son conscientes. Ellos, por supuesto, no tienen el mismo grado de conocimiento, memoria, raciocinio y capacidad de lenguaje que tenemos nosotros. Pero eso no significa que no sean conscientes. Son muy conscientes.

P. Volviendo a la inteligencia artificial, hay sistemas como AlphaFold que están logrando resolver problemas que la inteligencia natural del ser humano nunca ha podido resolver. ¿Es esto un paso hacia la consciencia?
R. Excelente pregunta. Es la cuestión central en la investigación actual. ¿Los sistemas de inteligencia artificial llegarán a ser conscientes alguna vez? Solía pensar de manera muy radical: no. Y mi argumento es que los organismos de inteligencia artificial los creamos nosotros, pero no tienen vida, y tampoco tienen vida en sociedad. No viven pero, además, los sistemas informáticos complejos no tienen relaciones sociales con otros sistemas informáticos. Todos son organismos individuales que no están vivos. Por lo tanto, la probabilidad de que desarrollen la consciencia es muy baja. Pero, por otro lado, es posible, dada la enorme inventiva de los humanos, imitar ciertas condiciones. Por eso ahora soy más cauteloso; puede existir la posibilidad de crear consciencia en organismos artificiales, pero no será como la consciencia humana. Va a ser un tipo diferente de consciencia porque no están vivos y no tienen relaciones sociales.
P. ¿En qué sería diferente de lo humano?
R. Es diferente en que podemos sentir el estado de nuestra carne, nuestro cuerpo. La consciencia tiene que ver con sensaciones de bienestar, de dolor, de incomodidad. Por eso es muy difícil de imaginar que una criatura que está hecha de piezas de metal y en la que no hay ninguna vulnerabilidad tenga consciencia. Tenemos un nivel de complejidad muy diferente y tenemos una cosa maravillosa que es la forma en que vivimos en sociedad con los demás, la manera en que detectamos que otros pueden sufrir y son vulnerables como nosotros y, por lo tanto, creamos un conjunto… Siempre estamos bailando alrededor de otros. Y eso es lo que crea las sociedades. Sabemos que esas sociedades no son perfectas, basta con mirar a nuestro alrededor. No obstante, existe esa conexión social.
P. ¿Cómo puede este trabajo sobre la consciencia ayudar a los pacientes con trastornos como el coma o el estado vegetativo?
R. Sabemos ahora que nuestra consciencia se construye a partir de señales que vienen del interior del cuerpo y que llegan a través de lo que se llama interocepción, que es la forma de reunir información desde el interior del cuerpo. Esto nos brinda una manera de tratar las enfermedades que afectan al sistema nervioso en esas condiciones. El tronco cerebral es la clave para generar consciencia. Mucha gente pensaba erróneamente que era la corteza cerebral, que es muy importante para nuestra percepción del mundo y nuestra imaginación, pero no es lo que nos da consciencia. La consciencia proviene principalmente del conocimiento que tenemos de nuestro cuerpo en un momento determinado.
P. Echando la vista atrás desde El error de Descartes, su primer libro, ¿cómo ha evolucionado su forma de pensar en estos treinta años?
R. No he cambiado de opinión sobre el hecho de que la mente proviene del cuerpo. Pero cuando escribí El error de Descartes no tenía ni idea de cómo se podía resolver el misterio de la consciencia, y ahora la tengo. Y puedo decir con algunas garantías que no proviene de la corteza cerebral, sino de formas más sencillas de regular la vida. Y eso es muy, muy importante.
P. ¿Y en qué está trabajando ahora mismo?
R. Estamos obteniendo cada vez más información sobre el tipo de células nerviosas que son esenciales para recopilar información del cuerpo. Porque son muy diferentes de las que estamos ambos usando ahora mismo para entender esta conversación. Para hacer eso necesitamos tener neuronas muy sofisticadas que tengan axones aislados por mielina y que, de hecho, funcionan de forma muy similar a como lo hacen los ordenadores de forma digital. Sin embargo, el hecho de que, por ejemplo, me sienta bien conversando con usted se debe a neuronas que no tienen mielina y que son vulnerables a lo que las rodea y que, de hecho, funcionan más como un sistema analógico que como un sistema digital. Estas son las cosas que queremos explorar ahora en nuestra investigación. Y esperamos que esta distinción quede aún más clara. Es muy interesante porque volvemos a lo que comentábamos al principio sobre el título de este libro: los sistemas que usamos para pensar se parecen mucho a la inteligencia artificial. Esta es una manera más en que nuestra inteligencia natural ya inventó lo que es la inteligencia artificial. Esta no es autónoma en absoluto. Y, por eso, la palabra “natural” en el libro es fundamental.
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