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La lepra se expandió por América siglos antes de la llegada de los europeos

El mayor estudio de muestras antiguas y actuales retrata una variante de la enfermedad que evolucionó durante milenios en el continente

Diente hallado en un yacimiento arqueológico en América
Nuño Domínguez

En 2017, el biólogo Nicolás Rascovan descubrió algo que no tenía ningún sentido. Analizaba ADN extraído de cadáveres de personas que habían muerto hace miles de años. En una de las muestras tomadas en Canadá descubrió lepra, una de las enfermedades más antiguas y estigmatizantes de la historia. Pero era imposible, pues todos los manuales dicen que esta enfermedad la llevaron a América los conquistadores españoles y portugueses.

Desde entonces, Rascovan, argentino de 41 años que trabaja en el Instituto Pasteur, en París, ha estado recopilando muestras de ADN llegadas de muchos países de América para intentar resolver el enigma. Este jueves, tras haber analizado más de 400 muestras de personas vivas y casi tantas otras de cadáveres antiguos, presenta la conclusión de sus investigaciones: para cuando los europeos llegaron a América, la lepra llevaba siglos circulando entre las poblaciones indígenas del continente. El estudio, firmado por 40 científicos de América y Europa, se publica hoy en Science, referente de la mejor ciencia mundial.

La clave del hallazgo es que existen no uno, sino dos grandes linajes de bacterias patógenas que causan lepra, una enfermedad para la que, a pesar de haber cura, afecta a unas 200.00 personas cada año en 120 países.

La lepra la causa una bacteria que ataca a la piel y los nervios. Si no se trata, provoca horribles heridas que desfiguran el rostro o las manos. Durante siglos, los enfermos de lepra fueron tratados como apestados a los que se marginaba y aislaba en leproserías a las que nadie quería acercarse.

El nuevo estudio es el más amplio hasta la fecha sobre este patógeno, que ha estudiado restos óseos antiguos de diferentes regiones y muestras clínicas de México, Estados Unidos, Brasil, Paraguay y Guayana Francesa. La mayoría de casos positivos fueron detectados en México y Estados Unidos, lo que probablemente refleja una mayor presencia del patógeno en esas regiones.

Maria Lopopolo, primera autora del estudio, junto a Nicolás Rascovan.

La variante analizada en el nuevo estudio se llama Mycobacterium lepromatosis. El trabajo muestra que este patógeno ya afectaba a personas en América hace más de 1.000 años, y producía síntomas muy parecidos que la variante más conocida de la enfermedad, asociada a la bacteria M. leprae. El trabajo detalla que esta lepra americana se extendió por todo el continente con gran rapidez, pues han hallado afectados desde Canadá hasta Argentina, a más de 10.000 kilómetros, que son de un periodo relativamente cercano en el tiempo. Aún es un enigma si esta expansión fue a través de animales que funcionaron como huéspedes, o por contagio entre humanos, lo que implicaría una tupida red de comunicación y contacto en la América precolombina.

El papel de los conquistadores

Lo cierto es que cuando los primeros europeos llegaron a América llevaron consigo la variante más conocida de la lepra, y esta se expandió como muchas otras enfermedades importadas, causando importantes estragos en la población local. En la actualidad es esta variante la que sigue predominando en los países americanos donde aún hay lepra, incluido Estados Unidos. Pero también se han detectado unos pocos casos de infección con la variante autóctona.

“Hasta ahora, apenas sabíamos de qué enfermaba la gente antes del contacto con los europeos”, explica Rascovan. “Ahora hemos descubierto que hay toda la diversidad de la bacteria de la lepra en el continente, escondida en algún lado, que tiene la posibilidad de infectar a humanos. Hay que salir a monitorear y entender dónde está escondida, en qué animales o en qué humanos, y cuál es la estrategia que tiene para permanecer durante 10.000 años evolucionando en el continente”, añade.

La bacteria de la lepra no crece en el laboratorio, lo que tradicionalmente ha complicado su estudio científico. Los investigadores han tenido que secuenciar —leer— todo el ADN de cada muestra, y aislar los fragmentos de la secuencia genética de la bacteria. Sus resultados muestran que las dos grandes ramas de la lepra se separaron hace entre dos millones de años y 700.000 años. El estudio aporta el primer genoma de referencia de esta variante de la lepra. Una de las mayores incógnitas es si llegó a América desde Asia con los primeros pobladores del continente, o si llegó antes por medio de animales y después comenzó a afectar a personas. Es la tesis por la que se inclina Rascovan.

El estudio ha desvelado una variante profundamente divergente de M. lepromatosis que aún infecta a personas en Estados Unidos. Este linaje se diferencia de todas las demás cepas conocidas por un número significativamente mayor de mutaciones y se estima que se habría separado del resto hace más de 9.000 años.

El trabajo contiene otro enigma sobre esta variante de la lepra. Uno de los pocos lugares fuera de América donde se ha hallado esa nueva variante de lepra es Reino Unido e Irlanda. No estaba en cadáveres, ni en personas vivas, sino en ardillas rojas. Los investigadores han analizado también el genoma de estas cepas y creen que la bacteria llegó a las islas británicas en el siglo XIX. De nuevo, no se sabe cómo: pudo ser por la introducción de ardillas americanas o personas infectadas.

Los responsables del estudio destacan que este proyecto se llevó a cabo en colaboración con comunidades indígenas de América del Norte y del Sur, que participaron activamente en algunos casos. Los datos genéticos generados se pusieron a disposición de las comunidades descendientes mediante plataformas éticas de intercambio de datos.

Íñigo Olalde, genetista de la Universidad del País Vasco, destaca la valía del nuevo trabajo, en el que no ha participado. “Es un buen estudio científico que nos debe hacer pensar sobre todas las cosas asumidas y no comprobadas que tenemos sobre las enfermedades en América antes y después de que llegasen los europeos”, opina. El trabajo es interesante también porque aporta el primer genoma de referencia de esta nueva variante, añade Olalde, “lo que es clave para comprenderla”.

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Sobre la firma

Nuño Domínguez
Nuño Domínguez es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo Científico por la Universidad de Boston (EE UU). Antes de EL PAÍS trabajó en medios como Público, El Mundo, La Voz de Galicia o la Agencia Efe.
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