INNA de AES Andes: el tiro de gracia de la astronomía mundial en Chile
Claramente, tener los cielos más prístinos del planeta es sólo un tema de ubicación, preservarlos es un tema de voluntad. Es pensar en la humanidad

Claramente, pertenezco a una minoría de chilenas y chilenos que tiene el privilegio de conocer el Observatorio Paranal de la European Southern Observatory (ESO) en el Desierto de Atacama, aquel espacio territorial reconocido a nivel mundial por sus especiales características. Un regalo al que quisiéramos accedieran muchas más personas: estar en aquel lugar conlleva la experiencia de sentir la ciencia e investigación de primer nivel, al ser un hito de la observación astronómica mundial y uno de los observatorios más modernos del planeta. Categoría que se amplificará cuando se le una a pocos kilómetros, en un tiempo más, el telescopio extragrande en el Cerro Armazones.
Instalar telescopios en Chile para observar el universo es una oportunidad única. En un país plagado de proyectos extractivos y de inversiones de gran escala que van sacrificando territorios, la astronomía es un respiro, al generar además un clúster a su alrededor y una forma de desarrollo que no implica destruir la naturaleza.
Ser albergue de astronomía de talla mundial no sólo involucra participar de la ciencia. Trae asociada la generación de carreras universitarias, niñas y niños inspirados por una actividad que les invita a soñar que sí es posible hacer ciencia en un país donde, cada día se acerca más al sinsentido de la destrucción de lugares únicos: la estepa patagónica en Magallanes y los cielos más prístinos del mundo en nombre del hidrógeno mal llamado verde, que es comparsa de un mal desarrollo.
Los observatorios ESO prestan un servicio público a la humanidad. Su uso puede ser requerido por las y los científicos de todo el mundo, donde todo aquél que requiera de datos para sus investigaciones puede solicitarlos acceso de forma gratuita, a través de la elaboración de un listado y que es priorizado por el equipo del observatorio. Este ejercicio transforma a Chile en un punto neurálgico de la ciencia mundial, pasando de un país extractivo dedicado a la minería a la entrega de un servicio de vanguardia al resto del mundo. Claramente, tener los cielos más prístinos del planeta es sólo un tema de ubicación, preservarlos es un tema de voluntad. Es pensar en la humanidad.
Esta realidad se encuentra peligrosamente amenazada por el proyecto INNA de AES Andes (controlada por la estadounidense AES Corporation). Una iniciativa que busca exportar amoniaco, fraccionado y con proyectos de generación de energía, que amenazan a esta actividad astronómica de talla mundial. Al constatar la distancia de estos observatorios con el emplazamiento del proyecto no es posible entender la lógica del Estado (gobierno, más bien) al aprobar su materialización. Entidades mandatadas a velar por el cuidado del patrimonio nacional. El Servicio de Evaluación Ambiental (SEA) debió haber dictaminado término anticipado al proyecto, dada la robustez de los antecedentes en contrario a su materialización.
Fue el Ministerio Relaciones Exteriores el que alertó sobre lo que estaba en juego. Envió los antecedentes al SEA sobre los acuerdos internacionales que hacen posible que dichos observatorios se emplacen y operen en nuestro país. La ciencia hizo lo suyo: puso antecedentes técnicos y técnicos de peso, lo que refuerza el hecho de que no se pueda comprender el por qué el proyecto INNA sigue avanzando en su evaluación.
La iniciativa de AES Andes no tiene ninguna posibilidad de ser viable sin afectar la ciencia astronómica mundial. No sólo afecta la pristinidad del firmamento, también interviene con la vibración, la evaporación, las turbulencias. Sería el tiro de gracia a la astronomía, gracias a un proyecto que jamás debió seguir su evaluación.
Lamentablemente la señal que entregó el Ejecutivo, del gobierno de Gabriel Boric, al remover al director del SEA de Antofagasta por dar término anticipado a la central Paposo, sentó un mal precedente para quien lo reemplazó. A quien da término anticipado a un proyecto le puede costar el cargo.
Un país que se precia como serio ante la comunidad internacional no puede tomar decisiones como si estuviésemos en el coliseo romano, donde el César levanta o baja el pulgar, para dar rienda suelta a las inversiones en un todo vale. Donde los bienes públicos, el patrimonio natural, ecosistemas de talla mundial, modos de vida y actividades que representan otros desarrollos son amenazados por la codicia de un puñado de autoridades y empresas que tienen el privilegio de tomar decisiones para todos quienes habitamos el país.
El desarrollo se construye para todos y todas, con todos y todas. No dar cabida a las diversas posturas para construir una nación es hipotecar, si no vender al mejor postor, el presente y futuro de Chile.
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