Lucho Miranda, comediante con discapacidad: “El límite del humor es cuando el otro deja de reírse”
El irreverente humorista chileno aprendió a burlarse de sí mismo y de sus fans para normalizar todos los cuerpos. “El humor no es tan negro porque nuestra realidad tampoco lo es”, cuenta

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“Mucha gente me ha preguntado cómo hacer para tener este físico. Bueno, asfixia al nacer”. Así empieza uno de los primeros videos que subió Luis Alberto Lucho Miranda Espinosa a principios de 2020, poco después de dejar su trabajo como contador para dedicarse al humor (y de que su madre le alertara que se iba a morir de hambre por ello). Luego empezó a hacer stand-up en su habitación de Vicuña, en el norte de Chile, para amigos y más adelante para un grupo de unos 50 que se conectaban. Hoy cuenta con más de dos millones de seguidores en Instagram y hace llorar de la risa a América Latina entera. Sobre todo a la comunidad que, como él, tiene alguna discapacidad. “El humor que hago no es tan negro como dicen, porque nuestra realidad tampoco lo es. Es como si le hiciera un chiste a cualquier persona, solo que esa tiene hipoxia”, dice en videollamada. Sus bromas abren la puerta a que la discapacidad sea contada también desde la carcajada.
Al nacer, como cuenta cada vez que arranca sus shows, sufrió una asfixia nasal de ocho minutos y una parálisis cerebral -tetraparesia- que lo dejó con un 70% de discapacidad física, provocando rigidez en sus manos y dificultad en sus piernas al andar. “Estuve ocho minutos sin oxígeno. Eso es mucho si se considera que, desde el minuto cuatro, uno empieza con el daño cerebral. Yo tuve el doble. Me aseguré”, narra jocoso habitualmente frente a un público entregado.
Miranda (Vicuña, 30 años) era el único niño con discapacidad de su escuela y no siempre fue chistoso hablar de ello. “Sí, me hacían burlas y me molestaban, pero no fue un bullying como lo que escucha hoy uno en la televisión. Siento que uno también tarda un tiempo en aceptar, yo tardé un tiempo en querer mi discapacidad”, explica. Por eso, muchos de los chistes sirvieron de catarsis y otros de armadura. Otros, simplemente narraban lo cómico de su día a día. “Si tú haces ver que algo te molesta, te van a seguir molestando más fuerte”, narra. “Así que decidí empezar a jugar con eso. Mi discapacidad y enfocarme en ella me hacía distinto al humor que ya había. Vi una oportunidad, un espacio para innovar y jugar. Y ahí ya, mi vida cambió”.
Y el juego está funcionando. Lucho Miranda es uno de los humoristas más jóvenes y talentosos del país que cuelga a menudo el cartel de sold out. Con dos shows semanales en Santiago y la gira Abriendo las manos por América Latina próximamente en Argentina, República Dominicana y Panamá, el chileno no se explica aún que los frutos se estén recogiendo tan pronto. Para él, las redes jugaron un papel fundamental en ese estrellato. “A mí me sorprende mucho cómo voy cumpliendo metas que ni siquiera tenía. Yo con un millón de seguidores ya estaba bien, pero fue creciendo y creciendo”, cuenta emocionado. “Siento que me ha ayudado precisamente la gente que viene a verme. Muchas de estas personas tienen un humor genial, me tiran bromas... El ambiente es genial y las interacciones que subimos son muy divertidas”. A finales de año estará en escenarios de México y España.
Ese gesto de entregar el micrófono a alguien con una amputación, o que perdió el olfato, o que nació con parálisis cerebral, ha sido la marca de la casa de los shows de Lucho. Aunque nunca pensó en hacerlo como un acto político, muchos lo leyeron así. “En un tiempo en el que se escucha mucho sobre el bullying, esto blinda el carácter y protege la autoestima de tanta vulnerabilidad que se propaga en redes”; “Has construido sonrisas donde nunca las hubo”; “Sos un genio, yo soy AT, acompañante terapéutico, me encanta lo que haces” o “¡las discapacidades invisibles son las que más duelen! Te bendigo”. Estos son algunos de los comentarios que recibe a diario en sus redes sociales Miranda. “Yo sólo lo pensé como un momento para compartir y que me ayudaba para los clips a las redes sociales, pero ahora la gente ya sabe que viene a eso y llegan con toda la actitud. Ha sido muy lindo”. Y añade: “La gente tiene el concepto de que las personas con discapacidad estamos sufriendo todo el día, como que es un pesar 24/7. Y no es así. Mi show busca el lado divertido a la discapacidad”.
El humor no es lo único en lo que le ha ido muy bien. Con apenas 30 años, ha vivido mil vidas. Fue contador auditor en la Municipalidad de Vicuña, atleta profesional, creó el podcast No sé si fue tan así junto a Claudio Michaux, quedó como finalista en Got Talent Show y se ha convertido en el referente que él no tuvo cuando inició carrera. “No me he aburrido, no”, reconoce.
Miranda señala que, de todas las experiencias que ha tenido, el atletismo es la afición más trascendental en lo personal y lo profesional. “Noté un cambio gigante, porque mi discapacidad se puede trabajar. Pasé de caminar así [erguido] a así [más recto]. Me ayudó a avanzar y eso generó más cambios en mi seguridad y autoestima”, explica. Además, ganó una medalla de oro en los Juegos Deportivos Nacionales de Chile, conocidos como Juegos Paranacionales. “Todo eso fue suerte”, dice con humildad. De la afición por el atletismo, ahora sólo queda la pasión por las deportivas (que colecciona).
“Yo aprendí contigo que si tú puedes, yo también puedo”, le dice uno de los asistentes al show en un clip en Instagram, desde una silla de ruedas. “¿Sí? ¿Quieres competir? ¿Echamos una carrerita o algo?”, le espeta Miranda ante la carcajada de una sala repleta.
-¿Hay límite en el humor?
-El límite del humor es cuando el otro deja de reírse.
Y a veces pasa, sobre todo cuando el que toma el micrófono no es la persona con discapacidad, sino alguno de sus familiares. “No suele ocurrirme, porque estoy muy atento a cómo reaccionan a los primeros chistes, pero entiendo que para algunos sea incómodo. Si a mi mamá le hicieran chistes de mí, tampoco sé si le gustaría”, narra. Aunque nunca tuvo la intención de convertirse en un referente o de hacer política, sus chistes enarbolan una reivindicación histórica de esta población: “hablar de nosotros con naturalidad”. “Muchos nos siguen llamando angelitos, personas especiales… Aunque no haya mala intención en ello, se nos sigue infantilizando”, zanja.
El camino para normalizarlo, dice, aún es largo. Pero los shows de Lucho, la comunidad alrededor de sus redes, la inspiración a otros que vienen llegando son pasos gigantes. “Si hoy en día la gente recibe el diagnóstico de que su hijo tiene discapacidad, van a pensar: oh, chucha, se viene el mundo cayendo... Y sí, son periodos feos como mi familia también los tuvo. Pero ver que hay gente con discapacidad que es profesional, que tiene pareja, que se pueden expresar con computador... Hay miles de formas de salir adelante y en eso quizás ha ayudado un poco el humor que hago”, zanja.
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