La justicia chilena cierra el caso contra el exjesuita Felipe Berríos por prescripción, pero acredita un abuso sexual a una menor

El 34° Juzgado del Crimen de Santiago ha sobreseído en forma definitiva la causa contra el exjesuita Felipe Berríos, que fue uno de los sacerdotes más influyentes de Chile, por considerar prescrita la acción penal en una investigación tras una denuncia en su contra por abuso sexual de una menor edad. Aunque el caso ha sido cerrado, el magistrado Edgardo Gutiérrez dio por acreditado el delito por “un único hecho” ocurrido hace 25 años, cuando la denunciante, hoy una mujer adulta, tenía 15 años.

Según el fallo de Gutiérrez, de primera instancia, luego de “realizado todo el análisis y teniendo en cuenta la presunción de inocencia del denunciado y la credibilidad de la denuncia, se dio por acreditado un único hecho por una víctima ocurrido en agosto de 2000″.

En el fallo, informó el Poder Judicial chileno, Gutiérrez valoró la prueba al considerar el contexto del hecho y la posición de poder de Berríos; el desarrollo del hecho denunciado; la “reacción inmediata de la víctima y su entorno”; la “corroboración externa y persistencia del relato”; elementos que ”otorgan credibilidad al relato de la víctima” y “la condición sacerdotal” como contexto en el análisis del caso.

La resolución relata que los hechos ocurrieron el 17 de agosto del 2000 alrededor de las 20:00 horas y las 21:00 horas, en la Casa de Retiros P. José Kentenich, Santuario de Schoenstatt, en el municipio de La Florida, ubicado en la zona sur-oriente de Santiago. Y señala que Berríos procedió a realizar actos de relevancia y connotación sexual “consistentes en colocar su dedo pulgar en la boca de la víctima, rozando su labio de abajo, diciéndole que era muy bonita, para luego tomarla de la cintura y presionar su cuerpo en contra del cuerpo de la víctima, momentos en que la víctima siente la respiración jadeante en su cuello y el pene erecto del imputado sobre la zona pélvica de esta”.

Ese hecho, señaló el juez, “constituye un acto de evidente vulneración sexual, afectando directamente el bien jurídico protegido, apareciendo dicho relato como coincidente, en lo fundamental, con las demás pruebas de cargo incorporadas al proceso, que recaen sobre el contexto en que se ejecutó aquel evento abusivo y la develación de los hechos”.

Berríos, de 68 años, un sacerdote popular y progresista, renunció a la Compañía de Jesús en 2022, pero fue expulsado, de todas formas, en mayo del año pasado luego de un proceso canónico que se abrió en su contra tras ser denunciado, hace tres años, por siete mujeres por hechos de índole sexual, que tenían entre 14 y 23 años cuando habrían ocurrido, según la indagatoria. Fue declarado culpable de “delitos contra el sexto mandamiento cometidos con menores de edad y de delitos de solicitación a pecar en contra del sexto mandamiento, durante o con ocasión de la confesión”. También, con el mandato del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, se le prohibió el ejercicio público como sacerdote por 10 años y “todo contacto pastoral”, por el mismo período, con menores de 18 años.

Tras esas denuncias de 2022, patrocinadas por la Fundación para la Confianza, Berríos, quien ha negado las acusaciones, presentó una autodenuncia en su contra ante la Fiscalía, que fue sobreseída en junio de 2023.

Tras el sobreseimiento de este martes al sacerdote, el abogado Julián López, defensa de Berríos, anunció a través de un comunicado público que presentarán una apelación. El penalista dijo que el dictamen de Gutiérrez “da por establecida la existencia de un supuesto delito del cual nunca se formularon cargos, ni se acusó ni se dictó sentencia definitiva en contra de mi representado” y catalogó la resolución como una “grosera afectación a los principios del debido proceso y del derecho de defensa que suponen una conducta como ésta”.

Y agregó: “La resolución da por establecida, con el solo relato de la víctima, la existencia de un hecho supuestamente ocurrido hace 25 años, consistente en un encuentro casual entre mi representado y una joven de 15 años, en el pasillo de una casa de retiro, en el curso del cual la denunciante sostiene haber recibido un abrazo de mi representado y haber sentido sus genitales a través de la ropa”.

Felipe Berríos vive desde 2010 en La Chimba, una zona al norte de la ciudad minera Antofagasta, a 1.300 kilómetros de Santiago, uno de los núcleos de pobreza más emblemáticos de Chile.