Polarizados
No sé si existe otro lugar del mundo donde ocurra algo similar, pero hemos estado durante cinco años seguidos en medio de procesos electorales que han ido profundizando las brechas entre los ciudadanos

No, no son los vidrios del auto ni unos lentes vintage del siglo pasado; se trata del clima político social de Chile, una atmósfera enrarecida por declaraciones altisonantes que contaminan la vida cotidiana de sus habitantes y que se potencia hasta niveles insospechados en la víspera de eventos electorales. Aunque no es nada nuevo, es más bien un evento recurrente, un momento cíclico que presagia crisis y transformaciones profundas, las que pueden manifestarse en diferentes grados y dimensiones, y que son inherentes a los sistemas democráticos representativos donde grandes bloques se disputan el poder. No sé si existe otro lugar del mundo donde ocurra algo similar, pero hemos estado durante cinco años seguidos en medio de procesos electorales que han ido profundizando las brechas entre los ciudadanos: desde el plebiscito de la Constitución Política de 2020, las elecciones de 2021, el plebiscito constitucional de salida de 2022, el plebiscito constitucional de salida de 2023 hasta las elecciones de 2024. Con este año vamos a completar la media docena, una situación verdaderamente descabellada.
Existe un amplio marco teórico que explora en la taxonomía de las diversas formas de polarización, pero básicamente distinguimos aquí entre la polarización ideológica, es decir, la distancia de posturas que existe entre los individuos sobre temas políticos, económicos, valóricos, sociales, etcétera, y la polarización afectiva, que puede describirse como la coexistencia de dos actitudes emocionales intensas y opuestas: una fuerte identificación o apego al grupo de referencia, acompañado de un alto rechazo, desconfianza y desprecio hacia los adversarios, cuya consecuencia más evidente es la exacerbación de la intolerancia, las declaraciones hostiles y la falta de respeto hacia los otros.
Si observamos la situación política, vemos las características típicas que agitan la polarización de todo tipo; por una parte, una brecha creciente entre las posturas de los bloques (oficialismo vs. oposición), y también al interior de los pactos, obstaculizando o reduciendo la capacidad de alcanzar los grandes acuerdos que permitan avanzar en las soluciones de los problemas más urgentes del país. Al calor de la disputa política, asoman las divisiones sobre temas vitales de nuestra historia que afectan la convivencia, cuyo ejemplo más reciente son las declaraciones sobre la inevitabilidad del golpe de Estado de 1973, aunque no han sido las únicas ni las primeras palabras que tocan esta fibra emocional de los chilenos.
Estamos viendo en los últimos meses como la personificación de estos liderazgos polarizantes, en figuras como Kaiser y Kast, y ahora también en Matthei, ha logrado intensificar las posturas extremas, generando la adhesión ciega de sus adherentes y el rechazo vehemente de sus opositores. A propósito, recuerdo que en octubre de 2023 un estudio nacional sobre polarización en Chile realizado por la Corporación 3xI junto a Criteria, calculó un promedio de polarización política de 31 puntos; casi 18 meses después, en abril de 2025 la consultora Feedback estimó una polarización de 43 puntos sobre la base del acuerdo o desacuerdo con distintas afirmaciones; en ambos estudios una de las mayores distancias en la opinión de las personas identificadas con izquierda o derecha se produjo frente a la afirmación “El Gobierno militar no priorizó los derechos humanos, pero lo importante es que hubo orden y desarrollo económico”, una señal inequívoca del abismo interpretativo entre sectores ideológicamente opuestos, que da cuenta de una visión irreconciliable sobre lo sucedido en Chile hace más de 50 años. De momento no hay una explicación muy clara sobre la motivación de la candidata de Chile Vamos para agitar un tema tan sensible, pero el daño autoinfringido ya se produjo, instalando una barrera de proporciones con un tipo de electorado transversal que está en desacuerdo con la argumentación selectiva, que distingue entre dictadura mala y dictadura menos mala, y que ignora el sufrimiento de miles de ciudadanos.
Probablemente, la entrevista radial de Matthei hizo eco en algún segmento de la derecha más conservadora, pero está claro que entre los elementos más liberales de su propio sector, asomaron caras de perplejidad por lo inoportuno de sus declaraciones. Para mala fortuna de la candidata, el episodio instala la incógnita sobre cómo se conduce la campaña presidencial de la centroderecha. ¿Se trata de una táctica de campaña para contener la fuga del voto de derecha hacia las posiciones más radicales de Kaiser?, ¿o es una declaración propia del carácter fuerte que transmite la candidata? Por el momento, la situación es altamente dinámica y todo parece encaminado a elecciones primarias en ambos bloques, aunque las cosas todavía pueden cambiar el próximo 29 de abril a las 23:59, cuando vence el plazo legal de inscripción de candidatos. No sería raro una sorpresa de último minuto, de esas a las que nos tiene acostumbrado el inescrutable mundo de la política.
La polarización durante periodos electorales finalmente constituye un lugar común, un ejercicio ciudadano para el que hemos sido entrenados intensivamente durante cinco años seguidos, por lo que es casi obvio que estemos ante altísimos niveles de polarización. A este escenario de elecciones continuas debe sumarse el rol creciente de las redes sociales, cuyas cámaras de eco alimentan y refuerzan determinadas visiones de mundo; en la base de la polarización también se encuentra el declive progresivo en la confianza institucional, instalándose la percepción de corrupción o ineficacia y fomentando la alineación con grupos que comparten visiones. También debe tomarse en cuenta que los periodos de incertidumbre económica, como el actual, pueden incrementar las desigualdades y generar reacciones sociales que se canalizan en formas agudas de polarización social y política.
Aún queda la esperanza de que a partir de 2026 salgamos del ambiente embrutecedor de las polarizaciones extremas, que nos ponga a salvo de la erosión del diálogo democrático y podamos lograr acuerdos en los temas prioritarios que requiere el país, y que por sobre todo nos proteja de aquellas posturas que justifican la violencia y el extremismo como métodos de la política.
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