Historias que nos incumben
Unos 1.300 espectadores aclaman a Toni Zenet en el Circo Price

Toni Zenet no es hombre que se arredre fácilmente. Su público, a lo que se ve, tampoco. El primero se personó anoche en el Price con el pie izquierdo lastimado y ayudándose de unas muletas para alcanzar su banqueta de oficiante y cantador de historias. Y su gente respondió en buen número, obviando la tarde de perros y las extremidades ateridas. Zenet propicia la química, el diálogo, una cercanía cómplice, esa sensación de que sus canciones nos incumben. Por eso había 1.300 gargantas coreando Estela o Mil Veces Prefiero, colofón feliz a un Inverfest que en su cuarta entrega concluía ayer con un balance numérico excelente (más de 25.000 espectadores en 21 conciertos) y el mérito de habernos salpimentado un mes, enero, que hasta hace nada era sinónimo de apoplejía para la música en vivo.
Antonio Manuel Mellado acaba de entrar en la cincuentena, pero las músicas que le alientan suman un buen puñado de primaveras más. Anoche quedó clara su creciente fascinación por el son cubano, pero perviven las demás pasiones clásicas: bolero, swing, algún deje tanguero o brasileño, la evocación de esos clubes para noctámbulos en los que el humo se torna nebulosa impenetrable. Todo muy solvente. Todo también -y esa es la parte menos buena- bordeando el arquetipo.
Nuestro hombre del sombrero es buen intérprete, domina las tablas como el actor que también es y asume con gusto un personaje nada impostado, trasunto de sí mismo. La pega es que a veces no sonaba clásico, sino conservador. Tan canónico que a la sorpresa se le cuelga la señal de prohibido. Pero quedan bazas valiosas: un sexteto de sonido cálido e impoluto, la fascinación por la amada desde todas las perspectivas (Cuando te enfadas), alguna balada (Qué será) atemporal y muy afortunada. Es fácil identificarse con Antonio, sentir que alguna de sus canciones nos retrata.
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