Barcelona-Madrid

Esta semana estuve almorzando en Ana la Santa, el restaurante que está ubicado en el Hotel Me y que pertenece a En Compañía de Lobos, el grupo de restauración creado por Tomás Tarruella a rebufo del éxito cosechado junto a su madre y su hermana con los establecimientos del Grupo Tragaluz. Hay algo inherentemente barcelonés en todos estos locales, algo que es muy local, pero a la vez tremendamente universal, que nace de aquella Barcelona de principios de los noventa tan segura de sí misma que logró crear un concepto de modernidad capaz de trascender media docena de tendencias. Hoy esta responsabilidad cae en Madrid, que ha sido capaz de fabricarse una oferta gastronómica igual de atractiva en los mismos campos que la de la familia Tarruella. Ha llegado la hora de expandirse y alcanzar ese concepto de ser ‘muy de Madrid’ y a la vez poder disfrutarse en cualquier sitio por gente que no ha estado en Madrid en los últimos 150 años.

Más allá de la decoración y la cocina, se halla el concepto ubicación. El espacio en el que estos dos locales están emplazados en la capital –la Plaza Santa Ana y el Colegio de Arquitectos- es único, un atractivo en sí mismo que no tiene nada que ver con el lugar en el que se hallan sus hermanos barceloneses. Es puro Madrid. Así, el espacio lo es casi todo –elaborar la traducción gastronómica a 600 o 1000 kilómetros hoy es poco o nada complicado-, sobre todo, cuando lo que deseas es darle la vuelta a un concepto sin romperlo, ni fotocopiarlo. Quieres que vengan, pero no te importa acercarte un poco. Quieres a tu ciudad, y como la quieres tanto, al contrario de lo que sucede con tu pareja, la quieres explicar y compartir. Es la hora de Madrid. De salir y explicarse en un lenguaje que no hablen solo los redactores de guías turísticas.