Los usuarios con silla motorizada ya pueden subir a los autobuses

El propio consejero agradeció a José Manuel Montilla, El Langui, sus protestas bloqueando autocares que no le permitían subir porque con ellas, dijo, se ha logrado resolver el problema de las personas con movilidad reducida. "Ha sido capaz de escenificar una situación que hasta hace no mucho tiempo era algo ocasional", subrayó el consejero. "La consejería y el consorcio tenían que haber previsto este problema con anterioridad", sostiene Óscar Moral, asesor jurídico de Cermi. En su opinión, es necesario reformar la normativa para "adaptarla a las nuevas realidades".

"No solo nos referimos a subir al autobús. Estamos hablando del derecho de una persona a desplazarse. Es un derecho transversal que sirve para recibir educación, ir a trabajar o ver a familiares. No se puede cercenar a estas personas sus derechos como ciudadanos", subraya Moral.

El acuerdo permitirá entrar a los autobuses públicos a aquellos usuarios con movilidad reducida que utilicen sillas de ruedas motorizadas del tipo escúter o similar, siempre que el dispositivo no supere los 300 kilogramos de peso y su propulsión sea eléctrica. El usuario deberá acceder al autobús y desplazarse hasta el espacio reservado dentro del mismo con el cuidado necesario para garantizar su propia seguridad y la del resto de pasajeros. El conductor se asegurará, antes de iniciar la marcha, del cumplimiento del protocolo, colaborando con el pasajero en todo aquello que sea necesario para hacerlo efectivo.

Aunque la Ley de Promoción de la Accesibilidad y Supresión de Barreras Arquitectónicas (1993) ya establecía que los autobuses deben contar con espacios reservados a viajeros en sillas de ruedas, la realidad es que “nunca se les había prohibido [el acceso] con tanta cerrazón como ahora”, subraya Moral. En su opinión, es a las personas que viven en un entorno rural a quienes más complicado les resulta viajar. Le ha pasado a El Langui, que durante ocho años tomó el autobús entre Madrid y San Martín de la Vega, hasta que los conductores comenzaron a prohibirle el acceso.

Pero hay casos menos mediáticos que el del artista madrileño. Marisol Campos, de 46 años, vive en Alcorcón y sufre parálisis cerebral. Desde su localidad tomaba el autobús para ir a trabajar a la capital, pero los conductores comenzaron a no parar. “Me dijeron que el vehículo era muy pesado”. Ahora, volverá a tomar el autobús, aunque teme que puedan negarle el acceso.