Ideas en movimiento: el arte en tránsito de Isidoro Valcárcel Medina
A los 88 años, el artista sigue desafiando las formas convencionales de hacer, mostrar y pensar el arte. En Valencia, el IVAM presenta una serie de obras inéditas que dan fe de su imaginación más radical

Trabajar desde la imaginación es siempre un trabajo desde los bordes. Las ideas aparecen y desaparecen con la misma velocidad en que las cosas son y no son al mismo tiempo. Pasa igual con las metáforas. Por eso son tan poderosas, porque tienen la capacidad de activar fuerzas desde lugares oscilantes. Ahí, Isidoro Valcárcel Medina (Murcia, 1937) se mueve como nadie. Hacer una exposición que sea una conversación entre desconocidos. Pedirle al Gobierno que defina qué es el arte. Rellenar un formulario oficial con datos poéticos. Decir una frase a alguien y marcharse. Crear un recorrido que solo existe mientras lo caminas. Creer en una forma de caminar acorde a lo que uno quiere contar, siempre saliéndose del camino fijado. Querer hacer algo. Celebrar el movimiento de esa idea. Cumplir, por encima de todo, con ese compromiso personal.
El artista parece caminar en círculos mientras piensa dónde acaba el arte y empieza la vida, si es que hay separación posible entre uno y la otra. El camino viene a ser siempre el mismo, aunque con cada vuelta parece amplía su campo de acción frente a las mismas inquietudes. Un cuerpo en movimiento que sigue poniendo en cuestión normas sociales y territoriales. Todo está lleno de paradojas perceptivas. A sus 88 años, Valcárcel Medina sigue viviendo en gerundio, temporalidad que implica existir en tránsito, en transformación continua, una forma de enfrentarse al mundo sin quedarse fijo. Es la postura de aquellos que tratan de profanar lo irrefutable, aquellos que creen que en el fracaso bien entendido hay un éxito seguro.
Hoy sigue fiel al espíritu que lo convirtió en un pionero del arte conceptual en España. No diré que es un mito porque él apostillaría rápidamente que eso es un desprestigio. En su cabeza, las obras no son solo objetos que muestran algo, sino que son acciones, procesos o gestos que hacen cosas: crean situaciones, relaciones y formas de experiencia que influyen en cómo vivimos y entendemos la realidad.

Así debe entenderse su exposición en el IVAM, magníficamente comisariada por José Díaz Cuyás. Ambos se conocen desde mucho tiempo atrás, incluso antes de que orquestaran juntos la exposición Ir y venir, en 2002 en el Museu Tàpies de Barcelona, una retrospectiva que recogía su trabajo desde los sesenta.
De algún modo, esta muestra enlaza con aquella otra, pese a que es mucho más modesta. Rompe, eso sí, con la idea de proyecto expositivo convencional, con un montaje, todo sea dicho, solvente y precioso. Una parte de la propuesta lo ocupa la galería 3 del museo, que acoge una serie inédita de obra gráfica, una serie formada por cuarenta hojas de papel semitransparente dibujadas a tinta por ambas caras y que tienen como motivo central la simetría. Vayan un poco más allá de la literalidad de líneas y dibujos, y piensen en la idea de simetría desde otro lugar más cercano al lenguaje que a la matemática. Es decir, una simetría en la comunicación, como una relación de reciprocidad entre hablante y oyente, más social que geométrica, más poética que visual. Por eso acompaña esos dibujos de una breve descripción con la que el artista invita al público a percibir esos juegos, tan esquivos como evidentes, de la simetría. Son como agujeros por los que te caes antes ni siquiera de asomarte en ellos. En la idea de simetría de Valcárcel Medina hay planos ambulantes, ejes contrapuestos, líneas dispersas, desequilibrios simétricos, transparencias imprecisas y mucha lectura inversa. También disfrute armónico y radicalidad como principio argumental.
No es una exposición fácil ni cómoda, ni tampoco invita a la contemplación ni al deleite, pero no esperaba menos del artista. Desborda tanto como cualquier intento de cálculo mental o cualquier intento de saber quiénes somos o qué queremos. Pero es lo que se espera de un artista como él con una trayectoria como la suya: justo una exposición como esta. Todo lo que se mueve en el universo de Valcárcel Medina está aquí: un movimiento físico, emocional, cultural y político. Un movimiento más allá de lo humano, como el lenguaje, por ejemplo, que también se desplaza y provoca transformaciones.
El movimiento de las ideas que da título a la exposición es, en verdad, un acto de resistencia. Señala lo obvio y lo evidente, pero al hacerlo consigue una pequeña transformación de la idea, de la mirada. Una idea que es la base de todo, como la imaginación primera, que siempre es la más radical. El arte para el artista reside justo ahí, y justo ahí es donde nos coloca cada vez que expone su trabajo. No lo hace a menudo, por eso es tan excepcional cuando ocurre. También en el manejo de los tiempos de producción y exposición del arte ha sabido encontrar la coherencia.
Empezaba este texto hablando de imaginación y con ella acabo. Hay un porqué. Imaginar es un verbo de acción, un potencial más que una actividad, una suerte de eclosión milagrosa, siempre performativa, en el sentido de que articula modos de trazar, desear, afectar y habitar la realidad. Crea, regula, transforma, levanta y organiza no sólo conductas, sino también expectativas, deseos, imaginarios. En un momento en que imaginar un nuevo horizonte (económico, social, político) parece casi imposible, Valcárcel Medina sigue poniendo el acento en el poder inventivo del arte. Menudo regalo. Imaginar otros modos de contar, de narrar y de explorar el pasado de nuestras dependencias conceptuales y perceptivas. Celebrar la potencia política de las minucias, de lo absolutamente común. Correspondencia, que es sinónimo de simetría.
‘Isidoro Valcárcel Medina. El movimiento de la idea’. IVAM. Valencia. Hasta el 14 de septiembre.
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