‘Papel negro’, de Teju Cole: no-poder-no-ver, y por lo tanto no callar
El escritor y fotógrafo nigeriano-estadounidense apuesta por redefinir nuestros compromisos éticos para aceptar la irreductible complejidad del otro


Un par de páginas, dos o tres párrafos después de haber comenzado a leer, el lector se dice a sí mismo que no se equivocaba: Teju Cole está de regreso y, con él, su inteligencia, su talento para —como el fotógrafo que también es— capturar la imagen más significativa en el momento en que esta es más reveladora, atravesar disciplinas, mezclar. Basta leer su ‘Cuarteto para Edward Said’, sus ‘Cuatro elegías’ —dedicadas, entre otros, a Tomas Tranströmer y al músico maliense Kassé Mady Diabaté— o su ‘ensalmo’ para la fotógrafa estadounidense Marie Cosindas en Papel negro para recordar los mejores pasajes de Cosas conocidas y extrañas (Acantilado, 2018), Archipiélago humano (Comisura, 2024) o Ciudad abierta (Acantilado, 2012), una de esas novelas que se publican cada cierto tiempo y dan la impresión de que clausuran una corriente de la narrativa, pero en realidad la vuelven a abrir, proyectándola hacia el futuro.
Walter Benjamin, W. G. Sebald, Peter Handke y John Berger son parte de esa corriente: es la del tipo de libro —da lo mismo si se lo llama “novela” o “ensayo”— cuyo tema es cómo alguien, yendo a buscar alguna cosa, encuentra otra más importante; por ejemplo, una comprensión más plena de quién es y cómo puede relacionarse con los demás. En Papel negro esos hallazgos son frecuentes. Están en los textos dedicados al fotógrafo sudafricano Santu Mokofeng y a Lorna Simpson, en el modo en que Cole habla del tercer movimiento de la tercera sinfonía de Brahms y del Heiliger Dankgesang de Beethoven, escribe sobre la negritud y su desacertada vinculación con la oscuridad o se pregunta por las “imágenes después de la debacle”. También en ‘Basado en Caravaggio’, el ensayo más extenso de la selección y el que la abre. En él, Cole viaja a Nápoles, Sicilia y Malta para ver pinturas, pero descubre el tráfico de personas en el Mediterráneo y reflexiona sobre Caravaggio, alguien que perdió varias veces su hogar y se vio obligado a escapar una y otra vez hasta que perdió la vida.
“No podía separar mi investigación de los años que pasó en el exilio de lo que estaba viendo a mi alrededor en la Italia contemporánea: el mar era el mismo y la sensación de peligro coincidía”
“No podía separar mi investigación de los años que pasó en el exilio de lo que estaba viendo a mi alrededor en la Italia contemporánea: el mar era el mismo y la sensación de peligro coincidía”, resume, y en esa doble negación —ese no-poder-no-ver-y-callar— está el aspecto más visiblemente político de la escritura de Cole, si acaso más consciente de él que en el pasado, ya que su autor la produjo durante la primera presidencia de Donald Trump. Estos ensayos, afirma, “defienden la necesidad urgente de emplear los sentidos para responder a nuestras vivencias, reconocer la epifanía y redefinir nuestros compromisos éticos”.
Uno de los placeres más grandes que extraemos de los libros es el del reconocimiento, el del reencuentro con algo que disfrutamos en el pasado y queremos volver a gozar. Pero no es el único de ellos, y el lector que no se contente con la reminiscencia y el regreso anunciado tal vez haga bien en buscar en otro sitio. Una cierta fatiga de los materiales, la recurrencia de formas y de ideas es tan evidente aquí, pienso, como el talento de su autor, su contribución a una literatura intelectual y emocionalmente viva y su compromiso con el proyecto de traer el pasado al presente y hacer de lo personal una forma de lo político. “Me encanta la idea de Edward Said [...] de que la diferencia no consiste en jerarquías, sino en la posibilidad de líneas contrapuntísticas”, escribe. “La diferencia, en el mejor de los casos, se entrelaza y crea nuevas armonías. En cierto modo, este fue el argumento positivo propuesto en Orientalismo: una llamada a rechazar los estereotipos y aceptar la irreductible complejidad del otro. Comprender esto, llevarlo a la práctica, es la mayor esperanza tanto para nuestra democracia como para nuestra ecología. ¿Es mucho decir que podemos, y debemos, amarnos unos a otros?”

Papel negro. Escribir en tiempos de oscuridad
Traducción de Miguel Temprano García
Acantilado, 2025
304 páginas. 22 euros
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