Un Evelyn Waugh sin la nostalgia
‘Un puñado de polvo’ está considerada la novela más autobiográfica del escritor británico y en sus páginas choca la Inglaterra arcádica con la modernidad


Mezclar tragedia y comedia es una de las libertades que se toma la gran literatura para ser grande, y las letras inglesas han sido especialmente generosas con una tradición que, tras pasar por Shakespeare y Dickens, llega con toda congruencia hasta Evelyn Waugh (1903-1966). A medio camino entre la irreverencia de sus obras de juventud y la apertura a la trascendencia que iba a centrar sus novelas posteriores, Un puñado de polvo (1934) se gestó asimismo en un momento de cambio personal profundo del escritor: el abandono de su primera mujer, Evelyn Gardner; su entrada en la madurez tras figurar en el Londres guapo de las Bright Young Things y, por último, su conversión al catolicismo. Los tres temas van a infusionar la novela considerada más autobiográfica del autor y también una de las más potentes, con algo de tragedia —como decíamos— con puesta en escena de comedia de costumbres.
Al Londres de entreguerras le tocará aportar justamente la atmósfera ideal para un humor que, de modo inevitable en Waugh, será de sátira social. Es un Londres que mantiene sus hábitos eduardianos: clubes, visitas, el calendario agotador de la Season, batidas de caza al zorro, fines de semana en algún pastiche neogótico a una hora en tren de Paddington. Este es un Waugh que viene a satisfacer nuestras ansias de novela tan inglesa como ligera. Pero aquel Londres de los treinta ya es también una ciudad de vanguardia en la que un apartamento —término terroríficamente moderno por entonces— puede convertirse en “un cuarto propio” de libertad e independencia para una mujer, el divorcio es casi más una moda que una posibilidad legal, abundan las ocasiones de pecado en las clases altas como en los bajos fondos y, en fin, un aparato de vanguardia va a hacerse necesario en el destino de los personajes: el teléfono.
La novela se desarrollará en el encuentro de estos dos mundos que también tienen que ver con el desencuentro de los dos protagonistas: Tony, enamorado de la vida en el campo; Brenda, enamorada de las emociones de la ciudad. O, dicho de otro modo, la Inglaterra arcádica y la crisis de la modernidad. Un giro desgraciado va a enfrentar al matrimonio, pero en última instancia Tony se niega al divorcio y abandonará Inglaterra: para narrar su expedición, Waugh recurre a su propia experiencia —por entonces muy reciente— en viajes sudamericanos y calca el final de un cuento, El hombre al que le gustaba Dickens, que también acababa de escribir.
El autor nos ofrece en 'Un puñado de polvo’ una parábola sin moraleja sobre bondad, debilidad y destino
Waugh nos ofrece en Un puñado de polvo una parábola sin moraleja sobre bondad, debilidad y destino. O, por decirlo con sus palabras, “un estudio sobre (…) salvajes domésticos, y cómo el hombre civilizado se encuentra indefenso frente a ellos”. La alta reputación de la novela descansa sobre dos constantes de la genialidad de Waugh, que resume perfectamente Carlos Villar Flor y que aquí alcanzan un virtuosismo particular: “Economía verbal compatible con el estilo más exquisito”. A esto hay que añadir la objetividad desapegada del narrador, que de la mano de un humor seco, da credibilidad y complejidad a la mezcla tragicómica. Estamos, en definitiva, ante un Waugh de mucha sustancia, más moderno y menos nostálgico de lo que nunca será, pero con el chisporroteo que le pedimos a la novelita inglesa fácil de leer. La traducción y el prólogo de Villar Flor lo retratan como lo que es: referente español de los estudios ingleses.

Un puñado de polvo
Traducción y prólogo de Carlos Villar Flor
Impedimenta, 2025
296 páginas. 23,95 euros
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
