Ir al contenido
_
_
_
_
Crítica literaria
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘Guía para meditadores’: alegría de vivir

El ensayo de Cortland Dahl sobre meditación budista se basa en que no hay experiencia, por oscura que sea, que pueda empañar la luminosidad que nos habita

Iconografía que representa el imaginario del budismo Vajrayana.
Juan Arnau

Indestructible como el diamante es el despertar. Esa es la idea medular del budismo tibetano. El despertar está presente en cada experiencia. Ninguna neurosis, ninguna obsesión o perturbación, puede empañar su claridad radiante. El despertar no es un estado mental que haya que cultivar, tampoco un objetivo que lograr. El despertar es algo que está siempre ahí, detrás de todos los cultivos y todos los logros. El voluntarismo, en este sentido, es una mala estrategia.

El despertar es más bien algo que hay que “reconocer”. Y todo reconocimiento es una forma de agradecimiento. Ese es el optimismo insuperable del varjrayāna. Todos los seres tienen la naturaleza de buda, todos los seres llevan en su seno el despertar, simplemente hay que reconocerlo y agradecerlo. Lo primero se hace mediante una serie de técnicas de meditación. Lo segundo, mediante la devoción a los que nos han ayudado a liberarnos del sufrimiento: los budas, los despiertos.

El capítulo más interesante del libro de Cortland Dahl es precisamente el dedicado al vajrayāna, la más salvaje, colorida y optimista de las traiciones budistas. También la más humana. Nada humano le es ajeno al tantra. No hay experiencia, por oscura, perturbada o neurótica que sea, que pueda empañar la luminosidad radiante que nos habita. La vida nos puede arrastrar a todo tipo de emociones y enajenaciones, pero la naturaleza pura de la mente estará siempre disponible, esperando a que nos abramos a ella.

De ahí que la práctica tántrica, destinada a disolver los hábitos mentales que nublan el reconocimiento de nuestra verdadera naturaleza, sea tan variada. Hay instrucciones sobre el uso de la respiración y el resto de los alientos, posturas físicas para acceder a las energías sutiles del cuerpo, sofisticados ejercicios de visualización (de vigilia, duermevela o sueño) que emplean el poder de la imaginación, meditaciones que utilizan las energías sexuales e incluso se sirve del proceso de la muerte.

El sentido común moderno cree evidente que estamos dentro del mundo, cuando lo es mucho más que el mundo está dentro de nosotros. Los sabios lo han repetido. Creamos en nosotros mismos un manojo de recuerdos, deseos y miedos. Esa creación, producto imaginativo de una mente inquieta y dual, suele convertirse en prisión. Pero es posible romper los grilletes, quebrar el encantamiento (de habernos conocido) y salir de ella. La solución india es a la vez muy simple y compleja. Se trata de hacer que la mente regrese al lugar del que procede. A un estado no dual, según el vedānta, o a la mente pura del Buda, según el budismo. Pese a todas las diferencias aparentes, ambas tradiciones buscan lo mismo. Y coinciden en que el mejor método para ello es desactivar la mente, dejar de estar bajo su influencia (algo casi imposible), reírse de sus ínfulas, como si ella no fuera ­real, como si no estuviera presente, dando la lata, con su ristra interminable de deseos, con sus continuas neuras, manías y ambiciones.

Nada está mal con respecto al mundo. Lo que está mal es el modo en que lo miramos. Es nuestra propia imaginación la que nos engaña. Cada uno de nosotros es el “espacio” en el que el mundo se mueve. Un espacio mental agitado, trágico, que confundimos con el mundo. Podemos ver esa proyección a través del deseo y el miedo, o a través de una confianza agradecida. Parece que hay tres: conciencia, mente, mundo. Pero esos tres son uno solo. Lo único que hay que hacer es regresar, desde el cuerpo, y a través de una mente pura, o vuelta sobre sí misma, a la conciencia original. Fácil de decir, difícil de hacer. Se recomienda repetirse “no soy el cuerpo”. Pero sin el cuerpo no podría aparecer esta idea. Esa es la gran paradoja. La idea de que somos libres es tan falsa como la idea de que estamos cautivos. Se trata de descubrir un tesoro que siempre ha estado en nosotros. No hay mucho que hacer, todo está hecho. Los chinos lo entenderán muy bien: wu-wei. Antivoluntarismo. Todo esfuerzo lleva a más esfuerzo. Todo lo que se construya debe ser conservado y protegido del deterioro o la pérdida. El budismo tardío se atreve a decir que la enseñanza misma, y el propio Buda, son tan ilusorios como el resto de las cosas. La enseñanza como ilusión fecunda. De todo ello habla esta Guía para meditadores.

Guía para meditadores. El camino budista de la compasión y la sabiduría 

Cortland Dahl 
Traducción de Miguel Portillo
Kairós, 2025
272 páginas. 18,75 euros

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_