‘El último artefacto socialista’: una sátira vibrante y poderosa
El croata Robert Perišić escribe con inteligente acidez una novela sobre el mundo poscomunista y sus paradojas


El último artefacto socialista, del croata Robert Perišić, es una sátira brillante, enérgica y compasiva del mundo poscomunista; ha inspirado una serie de televisión disponible en Filmin. Muestra con inteligente acidez las paradojas del fin del socialismo yugoslavo y de la llegada del capitalismo, el trauma de la desintegración y la guerra. Lo peor del comunismo es lo que viene después, decía Adam Michnik, y la frase podría servir de epígrafe a la novela (aunque Perišić escoge unos versos de Leonard Cohen).
Dos pícaros, uno más cínico, Oleg, y otro, Nikola, algo más ingenuo, reviven una vieja fábrica en una ciudad perdida de la desaparecida Yugoslavia, unos años después del fin de la guerra de los Balcanes. Prometen a los trabajadores la posibilidad de la “autogestión”. No les cuentan que solo piensan hacer dos turbinas que venderán a un dictador convertido en enemigo de Occidente, para luego esfumarse sin dejar rastro. Sobotka, un ingeniero que lideró las huelgas en los años finales del régimen comunista y que lleva años un tanto perdido (su esposa e hijas se marcharon del país durante la contienda y no han vuelto), encuentra una inesperada sensación de propósito. Lo acompaña un joven que participó en la guerra como adolescente y que quizá salvó el pellejo (y se libró de cometer atrocidades) porque una vez, al pasar por casa, su madre lo encerró. Nikola, uno de los pícaros, conoce a la inteligente Šeila, que dejó los estudios de microbiología y se enamoró de un estadounidense que andaba por allí predicando las bondades de la liberalización económica y las privatizaciones, tratando de beneficiarse de sus oportunidades de negocio pero ignorante de las externalidades negativas. (Oleg, el otro pícaro, y Nikola son menos idealistas al respecto: vienen de otro lugar). También está una joven que regresa a la ciudad y se lía con Oleg, y sabe que le ofrece un trabajo solo porque se acuesta con ella, y un ingeniero que se ha vuelto loco y camina con un perro desde que murió su hijo y al que su hija enfadada escribe desde el extranjero cartas que nunca le llegan.
Supervivientes del fin de un sistema y de una guerra civil brutal, sus personajes cínicos y desengañados se sorprenden a sí mismos recobrando cierta inocencia. Plantean muchas de sus relaciones desde un punto de vista crudamente transaccional: ese enfoque los protege. Luego, sin embargo, encontramos otros impulsos, incluso en personajes aparentemente toscos o mezquinos. El desarrollo de la trama se alterna con historias y escenas del pasado de los personajes: las andanzas de Šeila, la sátira del arte contemporáneo y su frivolidad, una cena en la que Oleg cuenta demasiadas cosas a un puñado de esnobs, otra vez en la que, en una ciudad occidental, su único medio de transporte es subirse al camión de la basura. O cuando conocemos la historia de su tío Martin, cineasta disidente más o menos tolerado durante el régimen y desdeñado después. Rica en voces y registros, a veces El último artefacto socialista tiene un aire a lo Bohumil Hrabal, con la apertura del bar El Lago Azul y sus clientes —mujeres enérgicas con trabajo y hombres desubicados, a veces inofensivos y a veces violentos—; otras hace pensar en Gógol, y casi siempre tiene algo de tragicomedia grotesca. Es una novela vibrante y llena de capas, poderosa y admirable.

El último artefacto socialista
Traducción de Luisa Fernanda Garrido y Tihomir Pištelek
Impedimenta, 2025
416, páginas. 25,95 euros
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
