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Javier Milei
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El pragmatismo diplomático de Milei

La beligerancia del presidente argentino choca una y otra vez con la realidad. La continuidad del Mercosur y la renuncia de Argentina a un acuerdo de libre comercio con EE UU

Javier Milei
Carlos Pagni

El argentino Javier Milei ha hecho de la agresividad un estilo. Hacia adentro de su país y también en las relaciones internacionales. Ese tono conflictivo, sin embargo, contrasta con el pragmatismo de innumerables decisiones. La beligerancia se detiene una y otra vez frente a la muralla de la realidad. El viernes pasado ese pragmatismo volvió a imponerse. El Gobierno argentino, que coqueteó muchas veces con romper el bloque Mercosur, presidió una reunión en la que esa unión aduanera quedó ratificada. El significado inmediato de esa novedad es que un eventual acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos seguirá siendo una ensoñación.

La política exterior de Milei está modelada sobre dos dogmas. Un alineamiento automático con Washington y una lealtad incondicional hacia Israel. Al amparo de la primera regla, el presidente libertario vino promoviendo un tratado con los Estados Unidos que, de hecho, significaría la separación de la Argentina del Mercosur. Ese bloque es una unión aduanera, es decir, un espacio comercial que establece un arancel externo unificado frente a terceros países o bloques. La celebración de un acuerdo de libre comercio supone que, quienes lo suscriben, eliminan barreras para alrededor del 90% de sus productos. Si un integrante del Mercosur suscribiera un entendimiento de ese tipo con un tercer país, debería abandonar el bloque. Por eso, los socios del Mercosur solo tienen permitido liberalizar su comercio de manera individual reduciendo aranceles de no más de 100 productos.

El viernes, en Buenos Aires, en una reunión de cancilleres del Mercosur, la Argentina renunció a la idea de un tratado de libre comercio individual con los Estados Unidos. A cambio, propuso aumentar la cantidad de productos a los que se pueden reducir aranceles sin quebrar la unión aduanera. En vez de 100, serían 150. El resto de los socios aceptó. A todos les sirve tener más margen de maniobra para negociar con Donald Trump un nuevo marco arancelario. Sin ir más lejos, Brasil también está negociando con los Estados Unidos, como quedó claro en la reunión que mantuvo este domingo, en Los Angeles, el ministro de Hacienda, Fernando Haddad, con el secretario del Tesoro, Scott Bessent. Haddad se quejó de la imposición de nuevos aranceles, sobre todo para el acero. Aunque también está dispuesto a negociar una apertura, de manera muy modesta: no más de 150 posiciones, de las miles que constituyen la lista de aranceles de un país.

La diplomacia de Milei reconoció dos límites. El primero: el sistema productivo argentino, sobre todo el de raíz industrial, entraría en una crisis severa si renuncia al mercado brasileño, al que sus mercancías acceden sin barrera alguna. Milei puede odiar a Lula da Silva. Y Lula odiar a Milei. Pero ambos están atados por la conveniencia de una asociación comercial. A pesar de que el argentino haya tratado de corrupto al brasileño. A pesar de que en 2023 el brasileño haya enviado un equipo de campaña para asesorar a Sergio Massa, el rival electoral de Milei. El segundo límite ante el que se debió allanar el presidente argentino es que su amigo e inspirador Trump es un paladín del proteccionismo. Es difícil que quiera alentar nuevos tratados de libre comercio cuando ya puso en riesgo el que une a su país con México y Canadá.

La relación de Buenos Aires con Washington en estos tiempos es de una intimidad que acaso supera a la que se conoció bajo la presidencia de Carlos Menem, en los años noventa. Gracias a esa alianza, la Argentina acaba de suscribir un muy ventajoso acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Apenas lo hizo, viajó a la Argentina el secretario del Tesoro Bessent, para expresar un respaldo explícito al programa de Milei. Hasta ese momento el poderoso funcionario solo había salido de su país para visitar Ucrania. Bessent declaró después que, si el Gobierno de Milei fuera afectado por un shock externo, su país saldría en su auxilio con un salvataje financiero.

Esa afinidad no es, sin embargo, ilimitada. Un día antes de que Bessent llegara a Buenos Aires, el Gobierno argentino renovó un intercambio de monedas con China. El Banco Popular de China tiene colocados yuanes en el Banco Central argentino por el equivalente a 5.000 millones de dólares. Sin esos yuanes, la Argentina entraría en una crisis de grandes dimensiones, debido a que desde la gestión del peronista Alberto Fernández el Banco Central tiene un gran déficit de reservas. El dato es relevante, porque unos días antes, el encargado del Departamento de Estado norteamericano para América Latina, Mauricio Claver-Carone, había afirmado que su país ayudaría a la Argentina en el Fondo Monetario Internacional a fin de que ese país cancelara el préstamo chino. Le contestó el vocero de la cancillería china, diciendo que ese intercambio de monedas contribuye a la estabilidad argentina. Y que sería bueno que los Estados Unidos ayuden al desarrollo de los países de América Latina y el Caribe.

Milei suspendió el ingreso de la Argentina en el grupo BRICS, lo que fue tomado por los chinos como un desaire. Una diferencia notoria con Lula da Silva, que integra ese bloque y que este lunes inicia una gira que lo llevará a Pekín y Moscú. Sin embargo, el presidente argentino ya no sostiene que el de Xi Jinping es un régimen de “comunistas asesinos”.

El brote proteccionista de Trump y la proyección de China sobre la región han despertado un nuevo interés de Europa en América Latina y, en particular, en el Mercosur. A pesar de la reticencia de Francia, Italia e Irlanda, es posible que en el segundo semestre se acelere la aprobación del Tratado de Libre Comercio entre la Unión Europea y el bloque sudamericano. Aunque el nuevo escenario que se abrió desde la reunión de cancilleres del viernes pasado instala una gota de duda: los europeos estarán pendientes de las concesiones que los países del Mercosur, sobre todo la Argentina, realicen con Estados Unidos, para reclamar un tratamiento similar. De ese modo, el acuerdo de liberalización comercial seguiría demorándose. Comenzó a negociarse hace 25 años. Una de esas eternidades que tanto fascinaban a Gabriel García Márquez.

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