Así crea la minería de oro a pequeña escala “grandes zonas de sacrificio por mercurio” en América Latina
Un estudio en seis comunidades indígenas de Perú y Nicaragua revela que nueve de cada diez mujeres que viven cerca de minas muestran altísimos niveles del metal


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Desde la década de 1930 y durante tres décadas, en la ciudad costera japonesa de Minamata, una empresa llamada Chisso Corporation metilmercurio en la bahía. El metal empezó a amontonarse en los peces de la zona, principal fuente de alimento de esta población. Dos décadas después, unas 3.000 personas empezaron a desarrollar síntomas neurológicos severos, hoy conocidos como ‘enfermedad de Minamata’. Muchos perdieron la vista, el habla o el oído, se les empezaron a entumecer las manos y los pies y comenzaron a tener convulsiones frecuentes. Más de mil personas murieron y decenas de bebés nacieron con malformaciones. En 2017, entró en vigor el Convenio de Minamata, un tratado internacional para blindar a las comunidades de otros vertidos similares. Pero Marcos Orellana, relator especial de la ONU sobre sustancias tóxicas y derechos humanos, lamenta que la laxitud con la llamada pequeña minería aurífera está provocando “la proliferación de más Minamatas”. Muchos de ellos, en América Latina y el Caribe.
Un reciente estudio de la Red Internacional para la Eliminación de Contaminantes (Ipen, por sus siglas en inglés) publicó este martes un informe que muestra las fatales consecuencias de la actividad minera en 105 mujeres de seis comunidades indígenas; cuatro de Perú y dos de Nicaragua. El documento revela que estas mujeres tenían altísimos niveles de este metal pesado en el cabello, muestra de que la presencia de mercurio viene de muy atrás en el tiempo. 92 de ellas (el 88%) sobrepasaron el umbral permitido por los organismos internacionales y 104 (99%) excedían los niveles propuestos para una óptima salud.
“La exposición al mercurio genera injusticias ambientales y sociales ostensibles”, concluye el relator. “Las comunidades expuestas a las emisiones de este elemento extremadamente peligroso no tienen nada que ver con la minería y se ven profundamente afectadas por ella. El mercurio está terminando con los proyectos de vidas de miles de niños y niñas y está creando grandes zonas de sacrificio”.

Uno de los municipios nicaragüenses estudiados por Ipen fue Waspam, situado justo al norte de la Región Autónoma de la Costa Caribe Norte, una amplia franja a lo largo del río Wangki, que forma la frontera entre Honduras y el norte de Nicaragua. En esta región, las comunidades indígenas conviven en territorios con fuerte presencia de la minería de oro a pequeña escala. Los niveles de mercurio eran, en promedio, 1,5 veces superiores al recomendado. De las mujeres encuestadas, 40 (80%) tenían niveles de mercurio por encima del nivel seguro, y 49 (98%) por encima del nivel propuesto.
Pero el estudio de las comunidades indígenas de la cuenca del río Madre de Dios, de Perú, fue el que arrojó las cifras más alarmantes. 39 participantes (70%) tenían niveles de mercurio de más del doble del seguro, 14 (25%) el cuádruple recomendado y 7 (12%) mostraban niveles más de seis veces superiores. La tasa más alta reportada se encontró en el cabello de una mujer de la Comunidad 1, con más de nueve veces el nivel en el que ya se podría detectar daños fetales.
Es precisamente este riesgo lo que hizo que Ipen centrara su estudio en mujeres en edad fértil. El riesgo es infinitamente mayor para una mujer embarazada, sobre todo en los primeros meses, pues este metal es capaz de traspasar la placenta e interferir con el desarrollo del sistema nervioso central. Aunque se desconocen cifras oficiales de cuántos niños han sido afectados por ello, Orellana alerta de que “estamos frente a una amenaza de alcance global y magnitud significativa”.

Las pruebas de Ipen se realizaron en el cabello de estas 105 mujeres porque el pelo sirve como un indicador de exposición prolongada al mercurio. Este neurotóxico tiene consecuencias gravísimas en la salud de las personas, sobre todo cuando han sido contaminadas por un largo plazo, como es el caso de esta investigación. “El mercurio es un elemento sumamente persistente, y es capaz de transportarse a grandes distancias”, narra el experto. “Se evapora, sube a la atmósfera y por lluvias llega a zonas distantes. El problema no son sólo las comunidades indígenas o el medio ambiente, el mercurio es una amenaza global”, zanjó.
“La minería a pequeña escala no tiene nada de artesanal”
El Convenio de Minamota entró en vigor en 2017 para acorralar el uso indiscriminado de este metal en el mundo, principalmente vinculado a la industria auífera, donde se usa para separar la amalgama del oro. Hasta 2024, 140 países del mundo lo firmaron, incluidos Perú y Nicaragua.
El problema es que, si bien este tratado internacional es robusto en gran medida, deja por fuera la pequeña minería aurífera. “Que de pequeña no tiene nada”, apunta Orellana. “Este tipo de minería es la fuente más grande de liberación de mercurio al ambiente por lejos. El uso del término romantiza este problema que genera violaciones grandes al mundo”. “Lo peor es que ni siquiera su uso es una práctica eficiente, se sigue usando a pesar de tantas y tantas comunidades afectadas y es una gran amenaza para los humanos, el ambiente y nuestros mares y ríos”, zanja Orellana.
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