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‘Chicharras’, la apuesta por el cine comunitario desde la Sierra Norte de Oaxaca

El largometraje narra las complejidades de lo colectivo y recuerda a las siguientes generaciones “la forma en que se organizaban los antiguos”

La cineasta Luna Marán, en el set de la película 'Chicharras'.

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En Guelatao de Juárez, la máxima autoridad es la asamblea comunitaria. Las personas que habitan este territorio zapoteco en la Sierra Norte de Oaxaca, en México, se reúnen en largas sesiones de escucha mutua para tomar decisiones y dar continuidad a procesos que, durante generaciones, han defendido el territorio, los derechos culturales y la comunicación comunitaria. Para que algo de esto suceda hay que ponerse de acuerdo, y hacerlo no es cosa fácil, explica Luna Marán, cineasta de Guelatao y directore, como se define, de Chicharras, el largometraje que rinde homenaje a la vida comunitaria en toda su complejidad y demuestra que hay otras formas posibles de hacer cine, y habitar el mundo.

“Algo que podemos presumir del territorio que habitamos es que tenemos bajos índices de violencia, y le damos la razón a que tenemos una forma de organización que pone en el centro el bien común”, comparte Marán en entrevista con América Futura. “Para eso se necesitan procesos muy amplios de reflexión, escucha y cuestionamiento que se dan en el hogar, el trabajo y la asamblea, pero también en la calle, en el mercado y entre la juventud. Para mí, hacer Chicharras es de alguna forma compartir que creemos que las cosas se pueden resolver de otra manera”.

Luna Marán, cineasta de Guelatao y directore de 'Chicharras'.

Guelatao es uno de los 417 municipios de Oaxaca, donde la tierra es comunal y la vida se rige bajo un Sistema Normativo Indígena. Aquí se filmó Chicharras y aquí creció Marán (1986) entre talleres de fotografía y cine comunitario. Más tarde estudió Artes Visuales en la Universidad de Guadalajara y volvió a la Sierra Norte para seguir contando historias. Hoy es parte de la segunda generación de comunicadores de Guelatao, y un referente clave para los procesos de producción audiovisual comunitaria del país.

Chicharras se estrenó en el Festival de Cine de Morelia y ahora circula en festivales internacionales y comunidades de Oaxaca. Cuenta la historia de San Pedro Begu’, un pueblo al que el gobierno federal le anuncia, sin consulta previa ni informada, el plan de construir una carretera que atravesará su territorio montañoso para conectarlo con la ciudad. La comunidad cierra el paso a la empresa constructora y comienza un proceso interno para decidir si acepta o no el desarrollo del proyecto que les promete empleos y una mejor calidad de vida. El pueblo es ficticio, pero la premisa retrata la realidad de diversas comunidades y pueblos originarios que se enfrentan a la llegada de megaproyectos mineros, hidroeléctricos, eólicos, o de infraestructura federal como el corredor interoceánico del Istmo de Tehuantepec o la autopista Barranca Larga-Ventanilla, que son a su vez historias de resistencia en los territorios que atraviesan.

En la película, la noticia de la carretera circula en espacios y voces de todas las edades antes de llegar a la asamblea. Se asoman los retos de las decisiones comunitarias cuando la memoria colectiva coexiste con un presente distinto, atravesado por búsquedas de empleo e ingreso económico, sueños de profesionalización, historias de amor y migración, los deseos de las infancias y juventudes, la virtualidad, los vínculos con la ciudad y con el bosque, con los ciclos del agua y los nuevos problemas de sequías.

Para Marán, se trata también de reconocer en una historia que la organización comunitaria no es un proceso resuelto, y que su continuidad requiere de un constante ejercicio de memoria: “Todo el tiempo estamos en peligro de que las nuevas generaciones pierdan su identidad, su pertenencia a la tierra, y empiecen a preferir lo que implica el capitalismo. Es una lucha permanente, y la idea de hacer películas es apostarle a que las próximas generaciones no olviden la forma en que se organizaban los antiguos y sientan orgullo de su cultura”.

Una película de Guelatao

El equipo detrás de Chicharras traslada la experiencia al cine y reinventa la posibilidad de contar historias desde procesos creativos que rompen con las jerarquías individuales detrás del cine comercial o el cine de autor. Además de la colectividad, al interior del equipo de producción de Yi’ Hagamos Lumbre, la filmación requirió del permiso de las autoridades municipales y de la asamblea comunitaria, que no solo aprobó la filmación, sino que aportaron con maquinaria, hospedaje, equipo y locaciones. Finalmente, la participación de las personas fue lo que hizo realmente posible esta película: Guelatao cuenta con aproximadamente 650 habitantes y en escena aparecen 120 entre el elenco y la banda sonora, la mayoría originaria de la comunidad, y el resto de comunidades zapotecas, mixes, mixtecas y triquis.

Guelatao, Oaxaca, donde creció Luna Marán y  filmó 'Chicharras'.

Dice Marán que “la historia de logros en comunicación en Guelatao es la historia también del proceso de defensa del territorio, y por lo tanto, el resultado de luchas por la defensa de los derechos culturales”. No es casualidad que una producción comunitaria de esta magnitud suceda en Guelatao: en 1990 se instaló la primera radio indigenista de la región “XEGLO La Voz de la Sierra”, y 10 años después, la radio comunitaria Estéreo Comunal. Estos proyectos fueron impulsados en gran parte por Fundación Comunalidad y el activista zapoteco Jaime Martínez Luna, padre de Marán a quien retrata en su ópera prima Tio Yim (2019).

Además, en 2012, Marán fue cofundadore del Campamento Audiovisual Itinerante. En 2016, se abrieron las puertas del Cine Too, la primera sala de cine comunitario de México, que ahora es un espacio de formación para las infancias y juventudes de la Sierra Norte, y este 2025 estrenan Kuitsí, un campamento de producción de animación y creación de literatura en lenguas originarias.

La comunidad tiene además un lugar particular en la historia de México. Ahí nació Benito Juárez, el único presidente indígena de la historia del país. Este legado ha facilitado el acceso a presupuestos federales que la comunidad ha asumido y transformado en proyectos como una cooperativa de ahorro y préstamo, una empresa de internet y otra de servicios turísticos. “La película es una florecita más de este árbol llamado Guelatao, que tiene muchas flores y un proceso de organización amplio y complejo. No es un árbol perfecto, pero es un árbol muy frondoso”, añade.

Cuando la representación es política

La mayoría de las personas que participaron saben muy bien que narrar historias en la pantalla grande es un acto político cuando se trata de representación. Y para le directore, este largometraje es también una forma de homenajear a las mujeres en la organización comunitaria: “Se habla de la doble jornada de las mujeres en cualquier contexto, pero cuando se habla del trabajo comunitario es una triple: además de trabajar y cuidar, está la participación comunitaria y es un gran reto que muchas mujeres están haciendo”.

Como el personaje de Yuli, quien tiene el cargo de topil (una mezcla de auxiliar municipal, seguridad y limpieza), que también es directora de la primaria, microempresaria, y además es criminóloga. “Pareciera que es ficción, o por lo menos es el personaje menos creíble para algunas personas que han visto la película, pero es el personaje más documental que tenemos”.

Parte del elenco y producción del largometraje "Chicharras".

“Una paisana la vio y dijo ‘sí somos’, y para mí es eso: ver lo complejo, los defectos y las virtudes que tiene nuestra comunidad, pero al final saber que es un todo en el que tú estás. Es algo muy emocionante saber que no eres un individuo, sino que eres una colectividad. Eso es lo que me hace sentir que logramos un digno retrato de la complejidad de lo que somos como comunidad”, concluye Marán.

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