Con perdón de ‘el Pepe’
Mujica tuvo una dura posición contra los bancos, con la que difiero. ¿Qué sería de la economía sin los bancos, donde los ahorros se vuelven préstamos y permiten el crecimiento de las empresas, la compra de casas y autos de las personas?

Pepe Mujica partió la semana pasada. Fue un hombre de izquierda sin igual, sencillo a más no poder, que estuvo encarcelado en solitario por años. Esos largos días seguramente le dieron el mismo tipo de sapiencia que a Nelson Mandela. Tanto que, habiendo sido guerrillero Tupamaro, afirma a Uruguay en un hecho no despreciable como la primera socialdemocracia existente. El discurso que dio en la ONU en 2013 ha sido de los más memorables por su humanismo. En estos días se han rememorado sus frases y sus andares como es debido.
En varias cosas estoy de acuerdo con Mujica: una, en el motor que ha generado la codicia en el mundo. La describe exactamente con esas palabras que pronunció en la ONU. Ha sido el impulsor de muchos avances en la humanidad, técnicos y económicos, basados en la revolución industrial. Pensemos solamente en que el PIB de la humanidad era solo de un billón de dólares hace 100 años, cuando éramos apenas 2.000 millones de personas. Pero hoy, con 8.000 millones de seres, ya sobrepasamos los 100 billones del PIB mundial: una multiplicación por 100 en un siglo.
Estamos cerca de ver la pobreza reducirse claramente si somos algo optimistas y, claro, si es un querer serio de la sociedad y de las empresas. Las personas en extrema pobreza hoy son 700 millones en el mundo, un 9% de nosotros, el porcentaje más bajo de la historia.
En seguida, Pepe Mujica manifiesta también su crítica a la codicia y la hace responsable de muchos de nuestros males. Esta malgasta vidas, genera hambre y desempleo, aumenta el materialismo desenfrenado y exacerba el cambio climático. También estoy de acuerdo con ese razonamiento, que redondea bien el controvertido sentimiento de la codicia. Tal vez por ese juicio de Mujica somos in crescendo los miembros del Sistema B, el del capitalismo consciente en el mundo.
Sin embargo, Mujica pone de presente su dura posición ante los bancos, con la que difiero profundamente [aclaro que tengo cero intereses en esta industria]. Es obvio el dolor que genera el reclamo por una deuda a tasas exuberantes, y los que las hemos tenido que vivir —y pasar por la ley de quiebras— sabemos el tormento que son esos momentos, que pueden ser años.
Pero los bancos son los “socios de liquidez” de las empresas, son el respirador del enfermo de covid, son el lugar más seguro donde la gente puede guardar su dinero. ¿Qué sería de la economía mundial sin los bancos, donde los ahorros se vuelven préstamos y permiten el crecimiento de la productividad de las empresas, la compra de casas y autos de las personas?
No es fácil defender los bancos públicamente. Es más sencillo atacarlos por no considerar a este o aquel como sujeto de crédito. O por ofrecernos una tasa mayor. Pero los bancos vivifican cualquier emprendimiento, el más mínimo, como el del campesino que no tiene para tres bultos de fertilizante que le podrían aumentar significativamente su producción.
En mi estadía estudiantil en Alemania del Este (la RDA), durante la cortina de Hierro, un día vi un banco y observé que ofrecía una tasa del 0,75% anual por poner allí los ahorros. Ese momento, reflexionando sobre toda mi estancia allí, me clarificó el porqué del desastre del comunismo. ¿Quién querría tomar un crédito si la actividad empresarial era altísimamente restringida? ¿Ahí sí para qué los bancos allí? El desespero de 400 millones de personas por su horrenda calidad de vida —incluidas las hambrunas— derrumbó el Muro de Berlín y acabó con el sistema comunista con todas sus limitaciones y restricciones.
Por ello mi desacuerdo con el Pepe sobre los bancos. Pero aparte, no fue un político común, encarnó con coherencia sus ideas, la austeridad, la dignidad y la lucha por lo esencial. Nos deja enormes lecciones sobre porque no odiar, en una estela de humanidad.
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