Toque de atención xenófobo
El avance de la ultraderecha en Alemania no puede ser considerado una anécdota electoral en una región

El segundo puesto conseguido el domingo por la ultraderecha xenófoba en las elecciones del Estado alemán de Mecklemburgo-Pomerania Occidental adquiere tintes alarmantes tanto por las condiciones en las que se ha producido como por lo que significa respecto al futuro inmediato del país con más peso de la UE.
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Alternativa para Alemania (AfD), formación populista surgida apenas en 2013 contra los rescates a Grecia y relanzada por la crisis migratoria, tiene muchas probabilidades de convertirse en la cuarta —o incluso tercera— fuerza política en las elecciones legislativas del año próximo. De este modo habrá en el Bundestag una importante formación a la derecha de los democristianos de la CDU y será la primera vez que esto ocurra desde la Segunda Guerra Mundial. Se trata de una amenaza evidente para un sistema democrático —apoyado en el centroizquierda por la socialdemocracia del SPD— que facilitó la transformación de un país en ruinas en una de las principales democracias y economías del mundo, que fue capaz de asumir el altísimo coste a todos los niveles que supuso la reunificación y que se ha convertido en la referencia fundamental del proyecto de paz y prosperidad encarnado por la Unión Europea.
La AfD —aprovechando también el rechazo de Angela Merkel generado entre votantes de la derecha tras once años de gestión— ha demostrado el domingo también que puede superar en algunas zonas del país a la democracia cristiana. No es pues una anécdota sino una realidad que debe ser encarada de forma realista por la clase política alemana.
Alemania es uno de los principales receptores de la inmensa oleada de refugiados que está llegando a Europa. Más allá de la inestimable, pero puntual, solidaridad ciudadana, su gestión correcta es fundamental para evitar que el electorado siga sucumbiendo a peligrosos cantos de sirena. Los resultados del domingo son un toque de atención que no se puede obviar.
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