La inmigración africana en España: luces y sombras de un fenómeno social

AUTOR INVITADO: JOHARI GAUTIER CARMONA
“El silencio es el ruido más fuerte, quizás el más fuerte de los ruidos” decía el músico de jazz Miles Davis. El silencio esconde a menudo un dolor difícil de confesar. Un sufrimiento que supera las dimensiones de lo aceptable, que lleva personas al abismo, y que termina, sin embargo, diluido peligrosamente en lo cotidiano y el frío de la indiferencia.
La historia de la inmigración africana en España se construye en gran parte sobre el silencio (de quienes llegan) y el desconocimiento (de quienes los reciben). Afligidos por los recuerdos que dejan atrás, por las condiciones de un viaje a menudo desazonador, y una realidad demoledora en el terreno de acogida, muchos de los inmigrantes optan por obviar una parte de su existencia. De esta forma renuncian a enfrentarse al trauma y al duro estigma posterior. Sobre ese silencio también termina construyéndose la idea de que la inmigración africana es una sola, compacta y uniforme.
Una de las veces que pude toparme con una realidad oculta detrás de este silencio fue en Cataluña, gracias a la acción valerosa e incansable de Kalilu Jammeh, un ciudadano gambiano radicado en Barcelona que optó, tras publicar el libro “El viaje de Kalilu” (Plataforma Editorial, 2009), por contar su historia y hacerla visible para todos. Su posición frente al silencio era admirable. Hablaba en primera persona, contando lo que él mismo había padecido, la ruta que había seguido, los miles de kilómetros que había recorrido antes de llegar a España, pero también evocaba los otros escenarios posibles de compatriotas lanzados en una travesía improbable y destructora.
Tras una de sus presentaciones, en la librería La Ploma, Kalilu expuso algunas de las imágenes que marcaron su experiencia y, en ese instante, el dolor se hizo patente. “Los traficantes nos robaban siempre más dinero, nos robaron incluso hasta la ropa y abusaban de las mujeres que viajaban con nosotros. Vi cómo abrieron con un cuchillo la barriga de una mujer de Eritrea que decía no tener dinero. Vi también cómo en el camino se morían mis compañeros de tanta sed, cómo se caían en el camino después de entregarme su dinero. Era algo horrible. Durante los viajes a pie, podían morir uno o dos hombres cada día. Cuando empezamos a cruzar el Sahara éramos un grupo de 80 personas y al destino final sólo éramos cuatro o cinco”.
En su relato sobresalía una grandísima decepción hacia la naturaleza del ser humano, debido a los traumáticos episodios de explotación y maltrato, y si bien es cierto que encontró en el camino a personas solidarias y bondadosas, esa enorme desilusión condujo a Kalilu a convertirse en un comunicador dedicado -casi a tiempo completo- a informar de manera implacable sobre los riesgos de semejante viaje. Él nunca volvería a hacerlo, expresó, y tampoco lo aconsejaría a nadie.
Desde otra óptica, el silencio de la inmigración africana también abarca la llegada al territorio de acogida y se nutre de la inclemencia de la incomprensión. En diversos encuentros, el coordinador senegalés de la CEPAIM en Barcelona, Mane Atab, me reveló la realidad de una inmigración muy expuesta a la informalidad y la precariedad, que sufrió especialmente el impacto desolador de la crisis económica del 2008.
Conocedor de la realidad humanitaria en el terreno, y diestro conversador en cuestiones literarias e históricas, Mane Atab es un líder al que acuden numerosos inmigrantes para pedir consejo. Su actividad siempre se ha enfocado en trabajar por la integración de compatriotas e inmigrantes africanos en Cataluña, y en 2014 ya enunciaba los estragos palpables de la crisis: “Como inmigrantes, vivimos la crisis en primera línea. Los más afectados se han visto abocados a la calle, con una situación de infra-vivienda y de extrema precariedad. A diferencia del español, que suele tener un lazo familiar, nosotros, africanos, no tenemos ningún apoyo, por eso, cuando todo se viene abajo, lo que queda es la calle o el retorno.”
Su preocupación se acrecentó con los sucesos de Melilla y la represión abusiva en las fronteras. Para él estaba ya muy claro que la solución no residía en elevar muros ni tampoco en endurecer los controles en las costas, sino en construir puentes que mejoraran las condiciones de países en desarrollo. “Entre reprimir o tener cuchillas para que la gente no salte, creo que habrá que hacer algo diferente. Ese algo son las políticas de cooperación que lleguen a los que lo necesitan”, explicaba Mane Atab.
En un contexto en el que la inmigración se ha vuelto hipersensible, y en el que la solidaridad europea se ve más que nunca cuestionada, romper el silencio –tanto de la población inmigrada como el de la sociedad acogedora– es uno de los puntos claves para reconstruir horizontes que permitan la convivencia y la comprensión mutua.
Durante el lanzamiento de la novela Del sueño y sus pesadillas en Barcelona, uno de los temas que surgieron con mayor fuerza fue el papel de los medios de comunicación en la comprensión de la realidad humana detrás de las migraciones, pero también la necesidad de ampliar –aunque sea de unos minutos o de algunas líneas– el espacio dedicado a África. Ese paso es primordial. Lastimosamente, los 140 caracteres de Twitter o los 15 segundos de una noticia televisada no son suficientes para entender que la inmigración africana implica centenares de realidades.
En ese mismo espacio, el profesor de Estudios Africanos, Jean Bosco Botsho, resaltó la necesidad de buscar nuevas formas pedagógicas y comunicativas para que los migrantes expresaran su experiencia y superaran los traumas nacidos con el viaje o la integración. La literatura y la escritura surgieron como herramientas destacables y naturales a la hora de compartir vivencias y reconstruir sus proyectos de vida.
Todas estas ideas representan, en realidad, un punto de partida para combatir el silencio frío que invade lo cotidiano.
Johari Gautier Carmona es periodista.
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