¿De qué hablan?
Inclinarse sobre un cadáver con cuatro mil años da vértigo, es como si uno se asomara a su futuro


Fíjense en la atención con la que la mujer de la fotografía observa fuera lo que ella misma lleva dentro: el esqueleto. Un esqueleto a medias para decirlo todo, ya que la piel, momificada, recubre parcialmente la arquitectura ósea. La imagen se tomó en el British Museum de Londres, donde disponen de momias egipcias para dar y tomar. La de la imagen no pertenece sin embargo a ningún emperador ni a ningún alto funcionario del viejo imperio. Según rezaba el pie de foto, perteneció a un hombre común, fallecido hace unos cuatro mil años y enterrado como se enterraba a la clase media. La arena del desierto posee propiedades conservantes.
Inclinarse sobre un cadáver de hace cuatro mil años viene a ser como asomarse a un precipicio de cuatro mil metros. Da vértigo. Y eso es lo que se aprecia en el rostro de la mujer de la chaqueta roja, vértigo. Por eso, más que apoyarse en la base de la urna, parece que se agarra a ella, para no caer. Para no caer todavía al menos. Digamos que se asoma prudentemente a su futuro. Lo que vemos en la parte de arriba es un escáner del esqueleto de abajo. Un corte longitudinal por el que se evalúan las enfermedades del finado, si las tuvo, las posibles taras, no sé, con las nuevas tecnologías pueden averiguar hasta si tuvo dolores de cabeza. ¿Cómo serían las migrañas de hace cuatro mil años, cómo sus auras, de qué forma se combatirían? Se pasaría uno horas contemplando ese diálogo entre la mujer viva y el esqueleto en postura fetal, como si lo acabaran de sacar del útero y no del sepulcro. Pero volvamos la pregunta: ¿de qué hablan?
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