"A ver si ahora bajan los pisos de Salburua"
Vitoria vive con tranquilidad el día después del primer caso de España de un ave contagiada
La balsa de Salburua cercana a Vitoria donde se halló muerto el somormujo infectado con el virus H5N1, y la ciudad misma, vivían ayer un sábado apacible, con un tiempo espléndido desde la mañana y con menos actividad de la normal. Dos jubilados habituales del humedal debaten sobre si atribuir la menor afluencia de gente a la alarma, al calor (a las once de la mañana ya había una temperatura de 23 grados, con el consiguiente éxodo a piscinas y zonas de baño), o a los Sanfermines de la cercana Pamplona. El comentario está en la calle, pero los más evocan las vacas locas: al final, nada.
"Hay muchas menos posibilidades de pillar la gripe aviar que de que te toque un piso de protección oficial", ironizaba en uno de los observatorios de aves Juanan, de 35 años, que lleva ocho esperando una vivienda asequible. "A lo mejor ahora bajan los pisos de Salburua". Se trata del nuevo barrio en construcción lindante con el área natural, de la que toma el nombre.
María Socorro Martínez sí manifiesta su temor en la cola de la carnicería Acebo, del mercado del cercano barrio de Zaramaga. "En mi casa el pollo no lo quieren, y con esto en Vitoria, menos, por lo que pueda pasar", dice. Tampoco piensa volver a pasear por la zona de las balsas. En el extremo opuesto del mostrador, Eduardo, albañil en el barrio de Salburua, espera en segunda fila a su mujer: "Doce muslos y kilo y medio de pechugas está cogiendo, y yo me comeré la mitad. Sin ningún miedo", asegura.
Edurne, la propietaria del puesto, y su empleado, Jose, coinciden en prever un bajón en el consumo de pollo. "Bajó antes, y ahora, con esto aquí al lado, se notará más". Edurne da por hecho que rebajará su pedido, aunque opina que los controles son buenos y "no hay motivo para el miedo. Lo que pasa es que la televisión alarma mucho". En el mayor hipermercado de la ciudad, de la cadena Eroski, el encargado de la carnicería confirmó también haber reducido ya el pedido de aves para la semana próxima.
La queja de Julián y de José, propietarios de una clínica veterinaria y de un aviario, es la falta de información. "Aquí ni el Gobierno vasco, ni la Diputación, ni nadie nos ha mandado una triste circular", dice Julián, enseñando un recorte de periódico que guarda como toda documentación para enseñar a quien le pide información. Olga, clienta, compra pipas para Fitxu, su loro. Lo tiene asegurado y dejó de sacarlo a la calle hace más de un año. "Un poco a la terraza, y tampoco mucho, porque en el patio hay mucha urraca suelta".
Los pocos paseantes por el humedal ayer a mediodía -un par de jubilados aquí, un grupo familiar allá, algún ciclista o algún practicante de footing sueltos- se cruzan con el diputado foral de Agricultura y Ganadería, Eloy López de Foronda, bajo cuya competencia está la sanidad animal. "Estoy dando una vuelta, a ver cómo está esto", dice. Insiste en que se trata de un caso aislado y de un problema "estrictamente veterinario". En el perímetro de tres kilómetros de aislamiento sólo hay 170 aves censadas, en 11 casas, para puesta y consumo doméstico. Todas recibieron la visita de los veterinarios. Ertzaintza y miñones (policía foral) patrullan y harán controles para evitar traslados de aves y se doblarán los análisis de animales vivos.
También se ha reforzado la presencia de guardas forestales. Kike Pérez de Arriba recorría el parque, catalejos en ristre, con la instrucción de, sobre todo, tranquilizar a la gente y rastrear improbables aves muertas. En su opinión, todo se reduce a una alarma deliberadamente creada por la industria farmacéutica "para vender". "La gripe aviar existe hace 30 años, ¿Por qué se asusta ahora a la población? ¿Cuánta gente ha muerto en realidad por esto en el mundo? Es como si una teja caída mata a alguien, los periódicos dais caña, y la gente empieza a ir por la calle mirando a los tejados", argumenta.

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