Ha nacido una estrella... del jazz
Esperanza Spalding cierra la 40ª edición del festival de Getxo, en la que brilló Hermeto Pacual y Daahoud Salim fue la revelación

Quizás alguien, en Brasil, estuvo el domingo preguntándose con desesperación por su paradero. “¿Pero dónde te metes, Hermeto?”. Dígase claramente: el octogenario jazzista estaba en Getxo corriéndose la juerga padre. Primero, el concierto, que ya fue cosa digna de verse, o de escucharse, acaso más lo primero que lo segundo. Y luego, su paso por el pub Piper’s de la ciudad, escenario de las jam sessions que siguen a los conciertos en la plaza Biotz Alai. Total: que eran las 3.00 y ahí seguía rodeado de su familia, repartiendo besos, carantoñas y bromas. Pero así es él. Que al día siguiente tuviera que hacerse los kilómetros correspondientes hasta Barcelona, Vueling mediante, para ofrecer 2 conciertos en la sala Jamboree no parecía afectarle en lo más mínimo.
Ofreció un recital abrumador a su estilo característico, entre rococó y sudoroso. Una celebración de la vida, una fiesta mayor, un qué sé yo. Sobre el escenario, el Brujo hace básicamente lo que le da la gana, como Miles Davis, su maestro. Toca el piano con maestría, saca a bailar a la cantora, le coloca un pandero al bajista sobre la cabeza... hay un mambo intergaláctico que suena a Sun Ra (o al Walt Disney de Fantasía), y una pieza de inspiración española dedicada a su nieto Ailin que no suena a Chick Corea.
Eso sí, el mejor concierto del festival lo ofreció una de las formaciones a concurso, la que dirige el pianista y compositor Daahoud Salim. Los lectores más veteranos recordarán a su padre, el saxofonista Abdu Salim, de cuando vivía en Sevilla, donde fundó la primera escuela de jazz de Andalucía. 25 años, el chaval: ojito con él. El mundo no comprende a Hermeto Pascoal, y este humilde cronista no comprende a Esperanza Spalding en su encarnación como Emily, de cuya manera se presentó en Getxo el martes para clausurar el festival (las entradas agotadas en un suspiro).

Resulta que Emily es la propia Esperanza, pero no lo es, o sí, pero sólo a medias; como una segunda personalidad, en torno al cual la antes conocida como Esperanza ha montado este espectáculo/opereta/ego-trip lleno de significados ocultos. A su izquierda, un coro griego de amarillo; al fondo, lo que pudiera ser un tipi sioux, o un secadero de pieles. En algún momento, los miembros del coro colocan a Esperanza, perdón, Emily, una capa a sus espaldas de cuyo interior emerge un sudario con la imagen de una cruz, lo que seguramente es el símbolo de algo. La chica se lo curra: canta, salta, toca el bajo, se descoyunta, trata de hacernos partícipes de la vida de la tal Emily sin mucho éxito. La cosa, que a Obama le encanta Esperanza, y a su mujer, más. Uno, la verdad, no le pilló el punto al asunto.
De esta guisa desconcertante se despidió un Getxo Jazz muy memorable en que ha podido verse a Uri Caine llamando algunas cosas no publicables al candidato del Partido Republicano a la presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump; y a Dee Dee Bridgewater poniendo la plaza del pueblo patas arriba con su versión saltimbanqui de Compared to What; y a Jorge Pardo siendo él mismo, que no es poco.
Un verano de pura improvisación
Getxo marca el inicio de la temporada de festivales de jazz del País Vasco.
A este le seguirán el de Vitoria (del 12 al 16 de julio), que este año cumple, como el de Getxo, su cuarenta aniversario, y el de San Sebastián (del 20 al 25 de julio), que celebra su edición número 51.
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