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Los venezolanos ante la eliminación del TPS: “El 7 de noviembre lo pierdo todo”

Una psicóloga y un músico, parte de los 250.000 venezolanos que esta semana pierden la protección ante la deportación, cuentan a EL PAÍS cómo se derrumba la vida que han construido en Estados Unidos

María Fernanda Angulo
Patricia Caro

María Fernanda Angulo, o Mafe, como prefiere que le llamen, cuenta con angustia los días que faltan para el 7 de noviembre. En esa fecha, 250.000 venezolanos que, como ella, viven y trabajan en Estados Unidos como beneficiarios del Estatus de Protección Temporal (TPS), pasarán a ser indocumentados. “Ese día lo pierdo todo: pierdo mi licencia de conducir, pierdo mi estatus y pierdo mi permiso de trabajo. Y puede que se abra un proceso de deportación en mi contra, lo que me separaría de la familia que construí aquí”, declara en una entrevista por vídeo con EL PAÍS.

El 3 de octubre, el Tribunal Supremo, en un fallo de solo tres párrafos, reiteró una decisión que había tomado en mayo y dejó en riesgo de deportación a 350.000 venezolanos que se acogieron al TPS en 2023. La decisión afectará ahora a otros 250.000 venezolanos cuyo permiso de residencia temporal vence el 7 de noviembre.

El caso del TPS para Venezuela no se ha resuelto aún en los tribunales. Nada más regresar a la Casa Blanca, Donald Trump decretó varias medidas enfocadas en la eliminación de programas que hasta entonces habían permitido la residencia de inmigrantes en el país. Entre ellos, señaló el TPS, que su antecesor, Joe Biden, había otorgado en 2021 y 2023 a los venezolanos que huían del agravamiento de la situación política y económica que atraviesa su país. El demócrata, días antes de acabar su mandato, extendió el permiso 18 meses, hasta octubre de 2026, pero la Secretaria de Seguridad Nacional del Gobierno de Trump, Kristi Noem, lo canceló.

Las organizaciones de defensa de los beneficiarios, llevaron el caso a los tribunales y el 5 de septiembre, el juez de distrito Edward M. Chen determinó que el intento de Noem de eliminar el TPS para venezolanos y haitianos era ilegal. “Las acciones de la secretaria al anular las órdenes de la Administración anterior y dar por terminado el TPS excedieron su autoridad legal y fueron arbitrarias y caprichosas”, escribió Chen.

El Gobierno ha recurrido el fallo, pero mientras el Tribunal de Apelación del Noveno Circuito resuelve el caso, la Corte Suprema ha dejado sin protección a los 600.000 venezolanos que residían legalmente en el país.

Un sueldo para comprar una Coca-Cola y papas fritas

Mafe, de 33 años, llegó a Estados Unidos en 2019 para reunirse con su madre y otros familiares y en 2021 se acogió al TPS. El Congreso creó este programa en 1990 para proteger de la deportación a los ciudadanos de países que sufrieran conflicto armado, un desastre natural u otras condiciones extraordinarias y temporales. El expresidente Biden incluyó a Venezuela por el agravamiento de las condiciones en el régimen de Nicolás Maduro.

Para Mafe, como para cientos de miles de venezolanos, la vida en su país no era soportable. A la falta de libertad y la represión hacia cualquier oposición al Gobierno, se sumaba la crisis económica. “Mi último sueldo en el trabajo que estaba en ese momento como psicóloga de primaria de educativa me daba, literal, para comprarme una Coca-Cola de dos litros y una bolsa de papas fritas”, explica. A finales de 2018, antes de viajar a EE UU, la situación había empeorado y “mucha gente se alimentaba de lo que encontraba en la basura. Era muy común que no se comiera proteínas, solo vegetales, incluso productos en mal estado”, recuerda.

La mano dura con la que el Gobierno quiso mantener a raya a la oposición se endureció y la represión llenó las cárceles de presos políticos. “Uno ama a su país pero lo cierto es que desde el 99 Venezuela dejó de ser un país real para vivir”, dice con pesadumbre.

Mafe reside en el sur de Florida, junto con su pareja y dos hijastros. El TPS le permitió trabajar en una organización que ayuda a otros migrantes. “He estado aquí trabajando legalmente, haciendo las cosas de la mejor manera”, sostiene, pero en cuanto supo que Trump había ganado las elecciones de noviembre de 2024, empezó a preocuparse. “Lo vi venir”, asegura, porque el TPS es solo un estatus temporal sin facilitar una vía a la residencia permanente o a la ciudadanía. Desde entonces, su vida ha cambiado. “Ha sido un año bien cuesta arriba, muy difícil psicológicamente hablando”. Mafe ha sufrido ansiedad y ha necesitado la ayuda de un psicólogo.

El miedo a las redadas contra los migrantes, que han proliferado en todo el país y que en Florida cuentan con la ayuda de las fuerzas locales, la atemoriza desde enero. “Fui a la playa un día con mis chicos y pasaron unas patrullas de la policía fronteriza. Aunque tenía mi estatus legal, sentí un miedo terrible, dije ‘hasta aquí llegué’. Hay una incertidumbre y un miedo con el que uno vive todo el tiempo sin quererlo”.

Mafe teme ser detenida y que toda su vida se desmorone. Y también tiene miedo de volver a Venezuela. “Me da pánico regresar a Venezuela, me da pánico incluso estar dándote esta entrevista y que resulte en un proceso en mi contra si llego a Venezuela”, reconoce. Uno de sus amigos íntimos está preso por haber participado en la campaña a favor de María Corina Machado, la líder de la oposición a Maduro que acaba de recibir el Premio Nobel de la Paz.

Trump ha justificado su cruzada contra la inmigración, diciendo que los migrantes que llegan a Estados Unidos, particularmente los que vienen de Venezuela, son delincuentes o provienen de instituciones para enfermos mentales.

“Es muy fácil decir que 600.000 venezolanos son gente de mal, que viene a hacer daño, pero lo cierto es que son gente que quiere hacer las cosas de manera correcta, trabajar para poder proveer a su familia de un futuro distinto”, Mafe sostiene.

Ni delincuente ni loco

Tampoco Mariano Santana se puede calificar como delincuente. Ni como enfermo mental. Este venezolano de 29 años llegó a Estados Unidos en 2014, nada más graduarse, para estudiar música en la afamada universidad de Berklee, en Boston. Era el sueño que quería cumplir y que se precipitó por un altercado que tuvo en Caracas, donde nació. Al mes siguiente de graduarse de la escuela secundaria, en agosto de 2014, fue víctima de un atraco con pistola, que podía haberse convertido, como tantos otros, en secuestro. Un ejemplo más de la inseguridad que se vivía en su país. Eso convenció a su familia de que Mariano debía irse a buscar una vida mejor en Estados Unidos.

A pesar del trauma, Mariano sintió empatía por su atracador. “Pensé en cómo era la realidad donde tantas personas tienen que llegar a ese punto. Eso dice mucho del país. Al final, se trata de sobrevivir”, afirma.

A los 10 años, le marcó una visita a Nueva York. “A las dos horas de estar ahí, me enamoré de la ciudad y le dije a mi mamá: ‘Yo quiero vivir aquí cuando sea grande’. Y, gracias a Dios, lo hice”, cuenta a EL PAÍS por videoconferencia desde Boston. Tanto su sueño de estudiar en Berklee como el de vivir en la Gran Manzana se cumplieron. Ahora, sin embargo, todo lo que ha construido en los 11 años que lleva en Estados Unidos se tambalea.

Mariano también es beneficiario del TPS y se quedará sin permiso de trabajo el 7 de noviembre. Músico de profesión, combina sus actuaciones con la composición y con dar clases de música a niños. Entre sus logros artísticos destaca haber participado en una gira de tres meses con el grupo mexicano RBD en 2023, que ofreció 30 conciertos en grandes estadios de EE UU y colocó el cartel de sold out las dos noches que actuaron en el Madison Square Garden.

Antes de conseguir el TPS, disfrutó de visas de estudiante, con becas, e intentó varias vías para conseguir un permiso de trabajo que le permitiera mantenerse. La burocracia fue tortuosa y lenta. Por poco pierde el permiso de residencia cuando estaba a punto de graduarse y tuvo dificultades económicas.

Sufrió depresión y ansiedad ante la idea de tener que regresar a Venezuela. Cuando Biden autorizó el TPS en 2021 para los venezolanos, lo solicitó y gracias a él pudo trabajar. Ganó lo suficiente para mantenerse y enviar dinero a sus padres, quienes, años después de que él se fuera, también abandonaron Venezuela para instalarse en Estados Unidos.

Una profunda fe religiosa y un carácter optimista le permitieron vadear las dificultades que ha ido encontrando en el camino, en el que ha coincidido con otros migrantes que arrastran traumas peores. “En Nueva York conecté con otras personas que salieron de su país caminando, pasaron por la jungla, con bebés, con niños, viendo muertos, cosas completamente terroríficas. Yo me siento bendecido porque salí de Venezuela en avión”, relata.

Mariano solicitó la renovación de su TPS este año, aunque reconoce que desde que Trump salió victorioso de los comicios ya sabía que vendrían épocas difíciles. “Hice la inversión en la renovación sabiendo que podía no valer nada, que iba a perder mi dinero”, admite. Ahora lo que siente es una gran incertidumbre, aunque procura que no le bloquee: “No dejo que me carcoma porque si no, me paralizo”. En su vida, se ha acostumbrado a convivir con el miedo y a que no le domine. “Viviendo en Venezuela siempre había pánico. Todo era supervivencia. Y siento ya que es como que tengo eso built in. Ya lo tengo dentro de mí.”

Ahora encuentra paralelismos entre lo que dejó atrás y la realidad actual de Estados Unidos. “Lo que yo siento ahora es que hay muchas cosas parecidas a Venezuela. En cuanto a corrupción, en cuanto a fascismo, en cuanto a no tener ningún tipo de interés o compasión con el ser humano”, reflexiona.

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Sobre la firma

Patricia Caro
Periodista en Washington, especializada en temas latinos y de inmigración. Forma parte del equipo de la edición de Estados Unidos de EL PAÍS. Fue corresponsal de la Cadena SER en Brasil. Trabajó como redactora de Economía Internacional en el diario Cinco Días.
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