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Contenido patrocinadoTecnología 25 años

Un cuarto de siglo de revolución tecnológica que redefinirá el futuro

La historia moderna se ha esculpido a golpe de algoritmos, teléfonos inteligentes, aplicaciones móviles o redes digitales que han hecho posible lo que sólo podíamos imaginar. En estos primeros veinticinco años del nuevo milenio nuestra capacidad de asombro parece no agotarse. Vivimos en un mundo donde lo virtual convive a diario con lo real, en el que los ordenadores han aprendido a hablar y en donde las monedas no tintinean por que ya son virtuales. Que todo el que tenga más de 40 años eche la vista atrás e intente recordar cómo éramos en aquel lejano 2000

En torno a 6.000 millones de personas utilizan hoy teléfonos móviles inteligentes en todo el planeta, con conexión rápida y asistente de inteligencia artificial.
Óscar Granados

En 1979, Ray Bradbury ya lo había imaginado casi todo. Desde la televisión plana hasta los cascos conectados sin necesidad de cables: esas diminutas conchas, radios de dedal que se meten en las orejas y que te sumergen en un océano electrónico de sonido, escribió en Fahrenheit 451. En sus novelas y relatos había dado vida a lo impensable. Describió robots que limpiaban casas, asistentes virtuales, sistemas de comunicación doméstica, shows interactivos transmitidos en tiempo real y una sociedad donde los libros se reemplazaban por las pantallas. Quizás no predijo los feed infinitos, pero sí una vida llena de tecnología, algo parecida a la que hemos construido en este primer cuarto de siglo y que nos ha llevado a tender puentes digitales con millones de personas, acelerar la innovación y conquistar nuevos horizontes en casi todas las fronteras de todos los sectores económicos.

La llegada de la 'nube' y de la inteligencia artificial nos ha situado en un momento comparable a la antigua revolución industrial

“El mundo de hace 25 años era radicalmente distinto al actual”, arguye Ignacio Isasa, socio responsable de Digital Technology Consulting en EY. Era difícil de predecir que nuestra vida pasaría de tener unos 700 millones de teléfonos móviles a un mercado con casi 6.000 millones de personas (toda la población adulta del planeta, según GSMA) utilizando un móvil verdaderamente smart, dotado de casi todo: conexión rápida, asistente de inteligencia artificial (IA), almacenamiento en la nube y con millones de aplicaciones disponibles (más de dos millones en Google Play y 1,9 millones en App Store). En la palma de la mano cabe (casi) todo: una billetera virtual, pedidos de comida, taxis, citas, música, supermercados, tiendas de ropa, librerías, periódicos, museos, reservas de viaje, vuelos, gimnasios personalizados, mapas, médicos, películas, casinos y un universo sin fin de servicios que convierten a este dispositivo en uno de los epicentros de la vida moderna.

“Nos hemos sumergido en una máquina de intercambio de información”, destaca Mark Coeckelbergh, profesor de Filosofía de los Medios y Tecnología en la Universidad de Viena. La inmersión no ha sido espontánea. Es el resultado de una revolución progresiva que a finales de los 90 e inicios de este nuevo milenio se aceleró con la explosión de Internet, coinciden diversos expertos. “Con la red se experimentó un desarrollo exponencial de la información y el conocimiento disponibles en formatos digitales”, enfatiza Silviano Andreu, director de Estrategia, Innovación y Transformación de Minsait. También llevó a una carrera por crear servicios y plataformas en línea, con inversiones desmesuradas que terminaron por pinchar, pero que no frenaron el avance tecnológico. La conexión digital permitió a las empresas compartir datos, optimizar operaciones y reducir costes. Comprar y vender algo en las plataformas de comercio electrónico parecía anecdótico. En España, en el año 2000 sólo un 3% de la población se fiaba de la web para adquirir algo. Actualmente, el volumen de negocio en el país asciende a más de 99.000 millones de euros, con más de un 62% (unos 30 millones) de los ciudadanos que han comprado online, según datos del Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad (ONTSI).

Un uso ético de la IA

“La gente tiene toda la razón cuando se entusiasma con los últimos avances”, explican los premios Nobel de Economía de 2024, Daron Acemoglu y Simon Johnson, en su reciente libro Poder y Progreso. En particular, los autores destacan el Generative Pre-Trained Transformer 3 (GPT-3), concebido en 2020 por OpenAI, así como el ChatGPT, presentado en 2022 por la misma organización, que posteriormente se trasladó al chino DeepSeek. Todos estos sistemas de procesamiento de lenguaje natural han sido entrenados y optimizados a partir de una cantidad ingente de datos textuales extraídos de Internet. “En sus inicios, la IA se limitaba a modelos de predicción basados en reglas, pero hoy tenemos algoritmos capaces de generar texto, imágenes, código e incluso de tomar decisiones estratégicas en entornos complejos”, afirma Ignacio Isasa, socio responsable de Digital Technology Consulting en EY. Nos han ayudado en la medicina a desarrollar modelos como AlphaFold, que ha revolucionado la predicción de estructuras de proteínas, acelerando la investigación de nuevos fármacos. O en el ámbito financiero, los algoritmos han transformado la gestión de riesgos y la detección de fraudes. Plataformas como Replika ofrecen avatares de IA que actúan como amigos, terapeutas e incluso parejas románticas, interactuando a través de texto, voz y realidad aumentada. Este avance ha abierto debates sobre sus implicaciones éticas, la fiabilidad de los modelos y su impacto en el empleo y, por supuesto, en las personas. “Los mayores desafíos pasan por un uso responsable de la IA”, dice Jordi Roca, managing director de Accenture Technology en España y Portugal. “A nivel social, en comunidades, familias, etc., necesitamos discusiones sobre cuál es la mejor forma de lidiar con ella”, abunda Mark Coeckelbergh, profesor de Filosofía de los Medios y Tecnología en la Universidad de Viena.

Gloria y miseria

A principios de este siglo, el mundo digital empezaba su expansión y el público entero veía con expectación el ascenso y caída estrepitosa de proyectos como Napster (un servicio que permitía descargar contenidos musicales de la red). Pero también se observaba con asombro como el conocimiento se democratizaba con una enciclopedia virtual (la Wikipedia, lanzada en 2001) hecha por y para los internautas. Las empresas y personas demandaban un servicio para almacenar los millones de datos que se producían y que, según la Universidad de Berkeley, llegaban a unos 1.500 millones de gigabytes de almacenamiento en todo el planeta a inicios del siglo. En realidad, eso es una pizca de los que se producen hoy en día. Google, por ejemplo, procesa más de 100 millones de gigabytes de datos para indexar y ofrecer un resultado. Para este año, el planeta estará creando 180 billones de gigabytes, el equivalente a más de 6.500 millones de años de vídeo en alta definición, según las estimaciones de IDC. Se espera, además, que este año 2025 se creen unos siete billones de gigabytes por segundo, en comparación con los 2,7 millones de gigabytes por segundo de 2002, cuando aparecieron las primeras redes sociales: Friendster en 2002, MySpace en 2003 y Facebook en 2004, que tras su lanzamiento tardó un mes en llegar a un millón de personas.

El volumen de negocio del comercio electrónico asciende hoy en España a más de 99.000 millones de euros. En el año 2000, sólo un 3% de la población se fiaba de la web

Por aquel entonces, el cosmos digital se expandía con fotos, vídeos, textos y datos personales de cientos de millones de personas. “Las redes se convirtieron en una tecnología con alcance global e impactaron directamente en la sociedad”, subraya Jordi Roca, managing director de Accenture Technology en España y Portugal. “Concebidas inicialmente para compartir experiencias entre amigos, éstas han transformado la manera en que nos comunicamos, compartimos información y nos conectamos con los demás”. No sólo las personas producían información, sino también los objetos. Kevin Ashton, cofundador del Auto ID Center en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), había dado al mundo el concepto de internet de las cosas (IoT), del cual se valieron las empresas para agilizar la obtención de información, analizar los datos y ser más eficientes. El ser humano cayó en la cuenta de que todo era información. Todo puede arrojar información útil: desde los servicios de logística y agricultura, hasta la medicina, los deportes y las ciudades y su entorno.

Marian Illera, directora de Transformación y Tecnología de SEUR, subraya la expansión de Internet y la digitalización de todas las áreas de actividad que ha supuesto su irrupción en el ámbito profesional. “En nuestra actividad, medimos una gran cantidad de variables, desde tiempos de tránsito y entregas, hasta la satisfacción del cliente y la eficiencia de nuestras rutas”, afirma. En el más popular de los deportes, de igual forma, se ha avanzado en el uso de la información. Por ejemplo, LaLiga mide el rendimiento deportivo de equipos y jugadores a través de 16 cámaras de tracking óptico y 3 cámaras tácticas que capturan 25 frames de información por segundo. “Esos datos permiten obtener 728 variables en tiempo real y 1.890 métricas pre y postpartido”, explica José Guerra, director de Tecnología, Innovación y Operaciones Tácticas de LaLiga. Además, a lo largo de una temporada, se generan 112.000 informes basados en los más de 1.000 millones de datos recopilados. “Hace 25 años el análisis táctico dependía de la observación manual; hoy, en cada partido se generan más de 3,5 millones de datos en tiempo real, optimizando la toma de decisiones de entrenadores y analistas”, asegura.

En el campo, por ejemplo, los tractores de la empresa John Deere cuentan con una tarjeta SIM que los conecta a la nube, permitiendo analizar datos agregados y anónimos sobre rendimiento, fallos técnicos o temperaturas de funcionamiento. “Esta información es clave para mejorar diseños, corregir errores y optimizar los modelos futuros”, subraya Javier Fernández, responsable del John Deere Parla Innovation Center. Hoy, además, la firma prueba con la conducción autónoma y utiliza inteligencia artificial para identificar malas hierbas en los cultivos y así ahorrar en herbicidas.

Hoy, el planeta genera datos e información equivalentes a más de 6.500 millones de años de vídeo en alta definición.

El iPhone, un punto y aparte

El término Web 2.0 (una nueva generación de sitios) se popularizaba con YouTube, Google Maps, Twitter (ahora X y en donde nacieron los primeros hashtags). Pero el gran salto que revolucionó al mundo fue el lanzamiento del iPhone en 2007. El dispositivo ofrecía un cajón de sastre digital. Su principal característica fue la pantalla táctil. “No lo ha inventado, pero lo ha sabido utilizar mejor que nadie”, decía la revista Time, que afirmaba que era el mejor invento del año. No tenía teclado físico, el móvil tenía sólo botón frontal y contaba con cámara y con navegador con una de las primeras experiencias de web fluida (aunque funcionaba con 2G, mientras que la competencia lo hacía ya a 3G). Era todo en uno: un teléfono, un ordenador, un dispositivo para escuchar música, una cámara de fotos y vídeo, una agenda y una tienda. Apple creó un sistema operativo único (iOS) e inventó las stores de aplicaciones que dieron paso a millones de nuevos negocios digitales. Así daba un golpe a Nokia y Blackberry, pero también abría paso a nuevos competidores que buscaban dar pelea como Samsung, mientras Google ya trabajaba en su propio sistema: Android.

En el mundo del fútbol, hace 25 años el análisis táctico dependía en exclusiva de la observación individual; hoy, en cada partido se generan más de 3,5 millones de datos en tiempo real, optimizándose la toma de decisiones

En 2010, el 78% de los smartphones en el mundo ya eran táctiles, según Gartner. Hoy es impensable vivir sin uno. Aún no acababa la primera década del siglo y un tal Satoshi Nakamoto creó el protocolo Bitcoin, la criptomoneda que ha revolucionado los sistemas de pago, usando blockchain (cadena de bloques), un registro compartido, descentralizado y seguro entre todos los ordenadores de una red. Este desarrollo dio paso a los primeros contratos inteligentes, como los NFT (Tokens No Fungibles, que permiten la creación, venta y transferencia de activos digitales únicos) que vendrían luego. Las personas dejaban atrás las llamadas telefónicas para unirse a los sistemas de comunicación como WhatsApp. Después nació Uber —popularizando un neoeufemismo, la ‘uberización’, donde las personas comparten servicios sin intermediarios—, Instagram (con más de 2.000 millones de usuarios) y TikTok, que revolucionaron la creación de contenido con algoritmos que redefinieron el entretenimiento y la forma de consumo digital. “Con todos estos avances hemos cambiado la estructura social, nuestra forma de comunicarnos e interactuar”, dice Esteve Almirall, profesor del departamento de Operaciones, Innovación y Data Sciences en Esade. “Ya no son sólo un centenar de personas conectadas a una red; hoy es casi toda la humanidad”.

Los altavoces que describía Ray Bradbury llegaron a nuestras casas a finales de la década pasada (con Alexa y Google Home), al igual que los primeros dispositivos para interactuar con la realidad virtual y aumentada, así como el 5G, que ha mejorado la velocidad de la red, la capacidad para conectar más dispositivos y que ha reducido los tiempos de respuesta. Esto ha permitido una verdadera red de coches autónomos y cirugías a distancia y en tiempo real con mayor precisión, pero también ha dado lugar a ciudades inteligentes mejor gestionadas y empresas más productivas. La pandemia trajo el uso masivo de las herramientas de videoconferencia. Asimismo, se crearon en tiempo récord vacunas de ARN mensajero que han revolucionado la biotecnología. La transformación tecnológica ha impactado a diversos sectores, pero son tres los que por su rápida evolución destacan: la sanidad, las finanzas y la movilidad, abunda Isasa, socio responsable de Digital Technology Consulting en EY. Se han digitalizado los historiales clínicos. Las finanzas han seguido la misma senda, con la aparición de los primeros bancos totalmente digitales, y se han agilizado los pagos entre particulares, como lo ha hecho Bizum. En el transporte, la electrificación ha dejado de ser una promesa y se ha convertido en una realidad.

La robotización de tareas se ha abierto paso en ámbitos y sectores de nuestra sociedad que eran impensables hace sólo una década.

Una nueva era

El verdadero salto cuántico, concuerdan diversos expertos consultados, en estos 25 años del siglo XXI, tiene nombre y apellido: los avances en inteligencia artificial (IA) generativa. “Es un cambio de paradigma”, resalta Andreu, de Minsait. Se ha pasado del software que computa tareas “deterministas” con una lógica prefijada a automatizar actividades de razonamiento con una lógica (el algoritmo) que evoluciona con base a los datos y las experiencias acumuladas. Empresas como Nvidia, cuyas Unidades de Procesamiento Gráfico (GPUs) han sido claves para entrenar los modelos de IA a escala masiva, han dado un empujón a esta evolución. “Junto con la irrupción del móvil, la nube y la inteligencia artificial, estamos en un momento único, similar al de hace 200 años con la revolución industrial”, agrega Andreu. “Aún no hemos visto todo el potencial de la IA, sobre todo en su parte generativa”, añade Almirall, de Esade. “Esta tecnología sobresale porque está redefiniendo la manera en que funciona la humanidad y está destinada a seguir expandiéndose”, advierte Roca, de Accenture Technology.

Por ejemplo, ya existe un modelo de inteligencia artificial para resolver un problema de hace 50 años: predecir las estructuras complejas de las proteínas. Por ello, David Baker, Demis Hassabis y John M. Jumper ganaron el premio Nobel de Química en 2024. Este hito es parte de un tsunami tecnológico que pocos pudieron anticipar. El futuro nos ha llegado de golpe. Ni siquiera Ray Bradbury pudo imaginar su velocidad. El escritor predijo en Crónicas Marcianas que el hombre llegaría al planeta rojo en 1999. Pero tres años antes de esa fecha ya enviaba una carta a su editor: “Será mejor posponerlo unos 30 años… Por favor, que alguien haga un cálculo aproximado y me contáis, ¿vale?”. Luego añadió: “Podría ser 2029 y luego habría que calcular a partir de ahí, ¿de acuerdo? Así la NASA tendrá más de 30 años [de 1996 a 2029] para cumplir mi profecía… Y en cuanto a los robots… No me dan miedo. Me da miedo la gente, la gente, la gente. Quiero que sigan siendo humanos”. En esas seguimos.

El móvil, una prolongación de nosotros mismos

El móvil ha entrado de lleno en nuestras vidas. Lo usamos cuando estamos viendo la televisión, cuando vamos en el transporte público, cuando estamos dando un paseo o a la hora de la comida. Es omnipresente. Lo que más vemos son las redes sociales. En 2024, los usuarios de dispositivos móviles pasaron casi 2,4 billones de horas en aplicaciones de redes sociales en dispositivos iOS y Android a nivel global, un 6 % más que en el mismo período del año anterior, según cifras de la consultora Sensor Tower. Esto equivale a 6.600 millones de horas al día, o aproximadamente a un promedio de 50 minutos por cada persona en la Tierra. Las aplicaciones de mensajería ocuparon un distante segundo lugar con 607.000 millones de horas, seguidas por los navegadores, con 330.000 millones de horas. El uso de ChatGPT en dispositivos móviles en todo el mundo se ha disparado desde su lanzamiento, con un aumento de los usuarios activos mensuales del 500% interanual. Entre las aplicaciones populares lanzadas en los últimos tres años, ChatGPT fue la tercera que más rápido alcanzó los 50 millones de usuarios activos mensuales en todo el mundo, logrando este hito tan solo cinco meses después de su lanzamiento en mayo de 2023. Un dato aún más impresionante considerando que la aplicación se lanzó en Google Play en julio de 2023, varios meses después de su lanzamiento en iOS.

Sobre la firma

Óscar Granados
Es periodista. Estudió Comunicación y Periodismo en la Facultad de Estudios Superiores Aragón (México) y cursó el Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Colaborador habitual del suplemento Negocios.

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