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Por qué los contenedores de reciclaje están donde están

En España, de media, hay uno cada 150 metros. Pero, ¿en base a qué se decide su ubicación? ¿Quién está detrás de ello?

A nadie le gusta caminar demasiado para bajar la basura. Menos aún cuando la tarea se relega a última hora del día, cuando priman las ganas de dormir. Pero lo cierto es que, desde hace ya tiempo, el paseo a los contenedores nunca es demasiado largo. Tres minutos, a lo sumo. En España ya hay un cubo amarillo –el destinado a los envases de plástico, latas y briks– o azul –para los envases de papel y cartón– cada 150 metros, según la media de proximidad que estima Ecoembes. En vista de este dato, la pregunta que se abre es otra, más acotada y si se quiere cómica: ¿por qué yo tengo el contenedor a tres calles y mi vecino lo tiene a la vuelta de la esquina? ¿Quién decide dónde se colocan? ¿Y cómo lo hace?

“Nosotros no los colocamos directamente, como quizá algunas personas puedan creer”, explica David García, coordinador del área de recogidas de la oficina técnica de Ecoembes, que se ocupa de todo lo relacionado con la red de contenedores y las rutas de recogida de los camiones. “Pero sí damos recomendaciones de ubicación a los ayuntamientos que llevan a cabo un plan de contenerización. Les guiamos y orientamos”.

La recomendación de dónde situar cada contenedor se basa en un mapa maestro que se actualiza en tiempo real. El sistema funciona de forma sencilla. Un programa informático carga varias capas de información sociodemográfica y las cruza con la ubicación de los contenedores. Así se obtiene el parámetro clave, el que determina dónde se ubica (o reubica) cada contenedor: la distancia media del ciudadano a los mismos.

Lo que se tiene en cuenta para decidir la ubicación de los contenedores en tu barrio

El estudio de la idoneidad de la red de contenedores parte de su ubicación en las calles. Esa es la primera capa del mapa maestro.

Se cruza entonces con información sociodemográfica abierta, como el censo o el padrón: portales, habitantes, edad de la población…

Se obtiene entonces el dato clave para la mejora de la red de contenedores: la distancia media entre ciudadano y contenedor.

En paralelo, mediante sensores de volumen en los contenedores, se estima la aportación de residuos de cada ciudadano a cada unidad.

Toda esta información es analizada y se usa para optimizar las rutas de recogida y recolocar los contenedores de manera más eficiente.

“Partimos de información sociodemográfica de libre acceso, como el censo o el padrón, que nos permite asociar el número de habitantes a cada portal. Entonces, mediante un análisis de distancias, vinculamos cada contenedor con el portal más cercano”, desarrolla García. De ese modo se calcula la aportación ciudadana de residuos, lo que cada persona tira en cada contenedor. “Así podemos estimar la generación diaria que va a recibir cada uno. Ese dato, sumado a la frecuencia recogida del ayuntamiento, nos permite comprobar si los contenedores son suficientes para que no haya desbordamientos”, completa el especialista.

La cifra mágica, de nuevo, es la distancia media del ciudadano al contenedor, que ronda los 150 metros. Es el número que permite hacer más eficiente la red. Una tarea que sigue una máxima: “Lograr que con el mínimo número de contenedores se minimice la distancia al ciudadano y se desborden lo menos posible”, tercia García. “Es como cuando coges una ecuación y tienes que calcular el óptimo”.

IA para prever cambios en el reciclaje

En la actualidad, en España están desplegados unos 700.000 contenedores amarillos y azules. La red sigue expandiéndose, prosigue García, pero crece lenta porque los contenedores tienen ya mucho recorrido en el país y el margen de mejora es escaso: los primeros llegaron en 1982 –los pioneros fueron los iglús destinados a los envases de vidrio–, y la primera experiencia de cubos diferenciados para cada residuo tuvo lugar en 1997. Hoy el 99% del territorio nacional cuenta con recogida selectiva.

Los primeros contenedores llegaron a España en 1982 y la primera experiencia de cubos de reciclaje diferenciados para cada residuo tuvo lugar en 1997

“Los contenedores han evolucionado muchísimo”, retoma García. “Los ayuntamientos utilizan unos u otros en función de diferentes factores, como puede ser la densidad poblacional, el espacio urbano o el trazado de las calles”. Existen contenedores de múltiples tamaños y formas, destinados a los habituales envases de plástico, latas, briks, papel y cartón o vidrio, pero también para aparatos electrónicos, cartuchos de impresora o pilas. Y disponen de distintos métodos de carga –lateral, superior o trasera– que dictan cómo un camión los eleva y vacía. “Un contenedor de carga superior de 3.200 litros puede no ser recomendable para entornos urbanos muy intrincados, ya que el camión lo tiene que elevar por encima de su propia altura y no siempre hay espacio aéreo disponible”, ejemplifica García.

Un cambio en los hábitos de consumo o una nueva tendencia demográfica –véase la España vaciada– puede obligar a los ayuntamientos a repensar el despliegue y tipología de sus contenedores. “No todo es poner cubos hasta el infinito. De hecho, lo más habitual es reubicarlos y proponer nuevas localizaciones en función de los niveles de aportación. A veces un contenedor está mal colocado y se infrautiliza. Buscamos un servicio de calidad, con menor distancia al cubo y sin desbordamientos, pero que no modifique en exceso las costumbres adquiridas por los ciudadanos”, desarrolla García.

Para que la red de contenedores tenga cintura y pueda encajar excepcionalidades, García explica que ya se está usando inteligencia artificial y big-data en las previsiones de generación de residuos, aunque todavía de manera incipiente: “Nos permite tener en cuenta qué días festivos hay, qué meteorología se va a dar o qué eventos multitudinarios pueden alterar la normalidad de la recogida”.

La idea es que estas tecnologías, que tienen la capacidad de crear modelos de comportamiento a largo plazo, aumenten la vigencia de la actual red de contenedores de reciclaje. “Cuando hacemos un estudio lo estimamos a cinco años vista para tener ciertas garantías. En el futuro nos gustaría prever, por ejemplo, cómo cambiará la composición de la basura en función de los hábitos de consumo. Y así adaptarnos a ello”, cierra García.

GENTE RRRESPONSABLE

que Reduce, que Reutiliza, que Recicla

A futuro existirá una directiva europea que hará que cada contenedor y cada residuo compartan un símbolo para saber dónde se tira cada uno. Un lenguaje común, por así decir

David García

Coordinador del área de recogidas de la oficina técnica de Ecoembes

Se ocupa de todo lo relacionado con la recogida de los residuos de los contenedores amarillos y azules

Ingeniero de profesión, David García trabaja con más de 8.000 ayuntamientos en la mejora de la red de contenedores, en el desarrollo de nuevos planes de reciclaje y en la optimización de las rutas de los camiones, entre otras cosas. “Los ayuntamientos son libres de elegir el sistema de recogida que quieran poner en su municipio. Nosotros damos soporte en la medida de nuestras posibilidades. Ofrecemos un servicio de asistencia para ubicar contenedores de la mejor manera posible”, explica. Esa “mejor manera posible” contempla también cambios normativos. “A futuro existirá una directiva europea que obligará a que cada contenedor tenga un símbolo que indique qué residuos van ahí”, explica. “Y los residuos tendrán el mismo símbolo. Un lenguaje común, por así decir”. Además, continúa García, quizá en un futuro también veamos cerraduras electrónicas en los contenedores con un ID de usuario para saber cuántas veces se ha utilizado, “unas experiencias que ya se están probando con éxito en algunas mancomunidades de Navarra”, cierra el especialista.

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