Muere el periodista Fernando López Agudín, una vida inspirada por la política
El también escritor dirigió Informe Semanal y trabajó en varios periódicos nacionales

El periodista Fernando López Agudín murió este 18 de septiembre en Las Navas de Riofrío, provincia de Segovia, a consecuencia de un cáncer de colon, tras tres años de lucha contra la enfermedad. Su vida comenzó en un hogar de Melilla el 2 de septiembre de 1943. Su madre, Oliva Agudín, mujer politizada, que pertenecía a una familia republicana, tuvo cuatro hijos. Su esposo, de nombre Antonio, malagueño de origen campesino, sería propietario de una empresa de autobuses que transitaba por el Norte de África. En uno de esos viajes hacia Nador, con apenas ocho años, López Agudín, escuchó conversar sobre política a varios argelinos del Frente de Liberación que luchaban clandestinamente contra el colonialismo francés en Argelia, cuya independencia propugnaban. Uno de aquellos guerrilleros regaló al niño el libro ¿Qué hacer?, de Lenin, lectura añadida cuya escucha diaria de Radio España Independiente —emisora comunista conocida como la Pirenaica— por inducción familiar, le politizó con una precocidad política insólita, según él mismo refería a sus allegados. “En aquella edad, ya seguía con interés la guerra de Corea por la radio”, contaban.
Desde entonces, su pasión por la política se convirtió en una constante de su vida y a edad muy temprana desarrolló una singular sensibilidad anticolonialista. Años después, comenzó la carrera de Derecho en la Universidad de Madrid, en la dirección clandestina de cuyo movimiento estudiantil participó junto a Jorge Semprún, alias Federico Sánchez y Pajarito. En el cuarto curso de la carrera, Agudín había abandonado los estudios para integrarse en el Partido Comunista de España como cuadro clandestino, es decir, liberado, profesionalizado y con salario. Es entonces cuando conoce a Francisco Romero Marín, alias El Tanque, responsable de la organización comunista en el interior de España, con el que, pese a su juventud, colaborará en tareas de asesoramiento, información y dirección desde el denominado aparato.
Durante seis meses, en Moscú, se formó en la sección política de la Academia Frunze de la Unión Soviética, dedicada a la instrucción de cuadros comunistas procedentes de todo el mundo. Completaría su formación política en la República Democrática Alemana, a la que a la sazón, los dirigentes y cuadros comunistas accedían clandestinamente desde áreas rurales del territorio germano occidental desprotegidas intencionalmente por los guardias fronterizos. En ocasiones, condujo y recogió a personalidades políticas y sindicales comunistas hacia y desde distintos pasos entre Estados de economía capitalista y socialista, respectivamente.
Tras el fusilamiento de Julián Grimau en 1963, perseguido por la Brigada Político-Social, policía política del régimen franquista dirigida por el policía Saturnino Yagüe, López Agudín huyó de su domicilio madrileño donde se reunía con la dirección comunista secreta. Pasó al exilio por la frontera pirenaica. En 1970, se instala en París y entra en contacto con intelectuales de la izquierda mundial como el escritor argentino Julio Cortázar (Ixelles, Bélgica, 1914-París, 1984) o el artista cubano Wilfredo Lam (Sagua La Grande, 1902-París, 1982), en cuya casa se hospedará. Permanece en la capital francesa hasta 1974 y allí publica, en la editorial Ruedo Ibérico, bajo el pseudónimo de Miguel Martín, su primer libro El colonialismo español en Marruecos, muy loado por Juan Goytisolo y fruto de sus conocimientos adquiridos a partir de su mocedad sobre el terreno de su ciudad natal y en enclaves marroquíes y argelinos aledaños.
En 1974, López Agudín regresa clandestinamente a Madrid como cuadro comunista liberado y se adscribe a la denominada Oposición de Izquierda, OPI, una corriente interna del PCE condenada por Santiago Carrillo, al que achacaba entonces de heterodoxia marxista, revisionismo y pragmatismo. Tras una tensa discusión con el líder comunista asturiano, Carrillo le espetó “vete a reflexionar al Balatón”, lago enclavado en Hungría. Se distancia luego de la dirección del PCE y su amigo, Armando López Salinas, también dirigente clandestino del interior, entonces responsable de la organización de intelectuales comunistas, le pone en contacto con José Antonio Gabriel y Galán, a la sazón director del semanario progresista El Europeo. López Agudín ejercerá como columnista.
De la revista propiedad de Joaquín Valdés pasó a dirigir el Suplemento político del diario Informaciones, hasta 1984, en que ingresa en Televisión Española para dirigir el programa Debate y, posteriormente, Informe Semanal, junto a Victoria Prego. Se desempeñó asimismo como columnista de la revista Triunfo, en cuyo último número publicó su artículo “El asalto a la razón”, título tomado del intelectual húngaro Gyorgy Luckàcs, y a su juicio concerniente a las concomitancias del franquismo agónico con la irracionalidad ideopolítica que condujo al surgimiento del nazismo.
Tras una etapa de distintas colaboraciones periodísticas, el exministro de Asuntos Exteriores José María de Areilza le ofrece en 1984 la corresponsalía del Consejo de Europa en Madrid, encargo que López Agudín acepta. Posteriormente, colaborará con la agencia de noticias Colpisa y se integrará en al el diario ABC, como redactor-jefe de Cultura dos años, para pasar tiempo después al diario El Mundo, donde permanecerá adscrito a su Consejo Editorial. Su estadía en el diario de Pedro J. Ramírez dura hasta el año 2004 en el que, tras criticar y denunciar el tratamiento editorial e informativo dado por el diario al atentado terrorista del 11-M, abandona la publicación.
Con la llegada a la cartera de Justicia e Interior de Juan Alberto Belloch, Fernando López Agudín es nombrado Director General de Relaciones Informativas, donde colabora estrechamente con Margarita Robles, hoy ministra de Defensa y entonces subsecretaria de aquel departamento y secretaria de Estado de Seguridad. Se comprometen en la tarea de expurgar el ministerio de agentes represores franquistas. Al culminar su estadía en Justicia e Interior, López Agudín escribirá su libro El laberinto, donde da cuenta de la manera en la que se puso fin, desde el Gobierno socialista, a la presencia de responsables policiales y algunos cuadros de la Guardia Civil que protagonizaron exacciones represivas, ilegales, durante la dictadura y los primeros años de la democracia.
Colaborador del diario Público, los allegados de Fernando López Agudín señalan que recibió con entusiasmo el surgimiento de Podemos, en cuyo acto fundacional preguntó a Pablo Iglesias si no temía “atomizar así más a la izquierda”, de cuya unidad el periodista se mostraría ferviente partidario.
Junto a su esposa Mara Malibrán, escribió el libro El último aristócrata, una biografía de Mariano Fortuny, intelectual veneciano hijo del renombrado pintor, que regentó un centro de arte y creación de tapices en un palazzo de la ciudad véneta. De su matrimonio con la periodista Mara Malibrán, tenía un hijo, Marco, y dos hijos, Arantxa y Fernando, de un matrimonio anterior con la poeta Pilar Romero Burgos. Era tío carnal del ministro socialista de Transformación Digital, Óscar López, actualmente secretario general del PSOE de Madrid, hijo de un militante socialista moderado y nieto de un Guardia Civil destinado en Riaza, Segovia.
Lector infatigable de prensa nacional y extranjera, de literatura y ensayo, López Agudín mantuvo su pasión política hasta el fin de su vida. Reservado, reflexivo y amigo de sus amigos, formó parte de la última generación de revolucionarios profesionales, en su caso signada por el tránsito al periodismo político, donde brilló con luz propia dada su experiencia en la praxis clandestina y en la confrontación ideológica. “He vivido con discreción y quisiera morir de igual modo”, reveló a sus amigos meses antes de fallecer.
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