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El escándalo del grupo ‘Mia Moglie’ enciende el debate sobre la protección de la intimidad en Internet: “La cantidad de víctimas de esta violencia es incalculable”

Cierra otro foro donde se compartían fotos de mujeres conocidas y políticas, entre ellas, de la primera ministra Giorgia Meloni

Un móvil con la aplicación de Facebook.
Lorena Pacho

Cualquiera podía ver el contenido del grupo, comentar, o subir imágenes. Debajo de las fotos había decenas de comentarios: elogios, frases vulgares y a veces violentas, solicitudes de encuentro. Algunos de los usuarios eran anónimos, pero otros publicaban y comentaban abiertamente sin esconder su identidad. “He aquí una foto de mi esposa tomada a escondidas, ¿qué os parece?” “¿Qué le haríais a mi mujer?”. Así, a lo largo de siete años, funcionaba el grupo público de Facebook Mia Moglie (Mi Esposa, en italiano), que contaba con 32.000 miembros y que ha sido clausurado recientemente por la plataforma por infringir su política contra la explotación sexual de adultos.

“El autor de la publicación, el supuesto marido, pedía a los demás usuarios que comentaran de forma sexualmente explícita el cuerpo de su mujer, prometiendo más fotos en cuanto consiguiera hacerlas a escondidas”, explica a EL PAÍS la escritora y activista Carolina Capria, que hace unos días expuso públicamente la existencia de este grupo, que calificó como “una violación virtual”.

Su denuncia ha tenido importantes repercusiones en el país transalpino y además de provocar el cierre inmediato de la página, también ha movilizado a la ciudadanía y ha impulsado el debate sobre la protección de la intimidad en internet y la cultura en torno a la que gravitan este tipo de prácticas. Antes de denunciarlo pasó horas navegando en el tablón del grupo para constatar que aquel contenido era reprobable y que gran parte de las imágenes habían sido tomadas sin el consentimiento de las retratadas. “Me impactó la foto tomada a una mujer mientras amamantaba a su bebé”, comenta.

Gracias a la relevancia que adquirió el caso a raíz de esta denuncia, muchas mujeres descubrieron que miles de hombres habían visto y comentado imágenes privadas suyas. Numerosas asociaciones contra la violencia machista han recogido testimonios de víctimas del grupo Mia Moglie.

“Lo que leí sobre mí fue escalofriante. Me partió en dos, sentí una mezcla de repugnancia, decepción y miedo, me sentí como mercancía. Él me grita y me acusa de querer arruinar nuestro matrimonio por una tontería. Dice que exagero, que era solo un juego para presumir de mi belleza”, ha contado una mujer a la asociación Dire, Mujeres en red contra la violencia.

“Tenemos tres hijos y casi 16 años de matrimonio, y así descubro que mi vida ha sido expuesta como si fuera un objeto. Me siento traicionada de una manera que me cuesta incluso explicar. No es solo dolor, es vergüenza, ira, repugnancia. Es como si todas las certezas de mi existencia se hubieran derrumbado. Y lo peor es que él no lo entiende, no ve la gravedad, lo minimiza”, ha relatado otra víctima.

“Participante anónimo 127, es decir, mi marido, me había expuesto en la plaza de Internet ante ese grupo de mirones que hacían comentarios repugnantes. ¡Y él incluso respondía! No podía creer lo que veían mis ojos. ‘Solo estaba jugando’, me dijo. ¡Qué respuesta tan indigna!”, ha narrado otra de esas mujeres al diario Il Corriere della Sera. Y ha agregado: “En mi foto había comentarios del tipo: ‘Qué buen cuerpo tiene la señora’. Preguntaban si se podía ver más y mi marido explicaba que no, porque ‘se avergüenza’. Un tipo escribió: ‘¿Por qué se avergüenza? A las mujeres normalmente les gusta mostrarse’. Me pregunto de dónde sacan esas certezas”.

En el grupo había profesores universitarios, médicos, abogados e incluso agentes de las fuerzas del orden. “Soy un arquitecto jubilado, antes llevaba una vida muy activa y ahora no tengo nada que hacer. Soy un esteta, he editado libros de fotografía, organizado exposiciones, y lo que me atrajo del grupo fue una hermosa fotografía que encontré por casualidad. Soy un voyeur y le doy un significado positivo a esta palabra, miro las imágenes, incluso los traseros bonitos... ¿Qué hay de malo en ello?”, ha relatado al mismo diario un hombre que estaba inscrito en el grupo.

Carolina Capria habla de un problema cultural sistémico cuya solución pasa por un cambio de pensamiento global. “Este caso evidencia lo arraigada que está la cultura de la posesión, empezando por ese ‘mi mujer’, que nos cuenta cómo la esposa sigue siendo un bien propiedad del marido, del que este puede disponer. Los hombres mostraban a otros hombres un trofeo para recibir aprobación y sentirse poderosos”, explica.

Subraya que lo que se consume en este tipo de páginas es una “violación colectiva virtual”. Y argumenta su valoración utilizando el concepto de “cuerpo intermedio”: “Los hombres utilizan el cuerpo de la mujer —visto como un objeto — para entrar en contacto entre ellos y establecer jerarquías y alianzas. Las mujeres no son sujetos, sino cuerpos intermedios, instrumentos a través de los cuales los hombres miden su virilidad”, dice. Son muchos los expertos que lamentan que el cierre de este grupo es un grano de arena en un desierto aún por explorar. “Hay que empezar a pensar en una protección eficaz, porque el número de víctimas de esta violencia es incalculable”, concluye Capria.

La activista contra la violencia de género Roberta Roncone ha lanzado una petición en Change.org para que las leyes se apliquen de forma efectiva y para que se cree un protocolo nacional de emergencia que permita clausurar en poco tiempo cualquier canal por el que se distribuyan fotografías robadas. “Cerrarlo [al grupo] tras la tormenta mediática no es suficiente: mientras tanto, las imágenes han acabado en todas partes. Es una economía de la humillación que se nutre de la velocidad y la replicación. Para detenerla se necesitan herramientas igualmente rápidas”, señala a este diario.

En pocos días, su petición ha superado las 55.000 firmas. “Significa que la sociedad está dispuesta a reconocer que no se trata de un tema privado, sino de una herida social”, apunta Roncone. Señala que la legislación tanto italiana como europea castigan este tipo de comportamientos, pero resalta que no es suficiente y que faltan mecanismos para garantizar que las leyes se apliquen y, sobre todo, de forma rápida y eficaz: “En el caso del grupo Mia moglie se produjo una lentitud desconcertante, tanto por parte de la autoridad italiana de vigilancia de la red, como de la Policía Postal que había recibido las denuncias mucho antes de que cerrara el grupo. Meta, antes de eliminar la página, respondió durante días a las miles de denuncias recibidas afirmando que las fotos y las publicaciones no infringían ninguna norma. En cuanto se clausuró, se crearon otros similares. No se puede seguir así”.

Roncone gestiona un perfil de Instagram en Italia que se llama Potevo essere io (Podría ser yo) y que desde hace poco también está en España, en la que da voz y apoyo a víctimas de violencia de género. “Recibo continuamente denuncias de violencia digital. Detrás de esas imágenes hay chicas y mujeres reales que dejan de salir, cambian de colegio o de trabajo, caen en depresión y algunas deciden quitarse la vida. Y no solo afecta a las mujeres: también hay muchos niños afectados”, advierte.

Esta perversión nace de una cultura que todavía considera los cuerpos de las mujeres como objetos que se pueden poseer, mostrar e intercambiar. Es la misma raíz de la violencia de género: la negación del consentimiento y la libertad por parte de quienes consideran al otro como su propiedad en lugar de como una persona con autodeterminación”, explica. Y anima a las víctimas a denunciar y a pedir ayuda si lo necesitan: “La vergüenza debe cambiar de bando, como nos enseñó Gisèle Pelicot”, concluye.

Con la denuncia contra Mia Moglie se han destapado prácticas que parecían invisibles pero que están muy extendidas. La sociedad italiana está poniendo el foco en la existencia de una cultura digital que normaliza este tipo de abusos bajo el disfraz de “juego” o “entretenimiento masculino”.

Estos días ha cerrado también el foro online Phica.net, que durante años funcionó como un almacén de pornografía no consentida. En este portal se publicaban y comentaban en tono denigrante fotos de actrices, influencers, cantantes, periodistas e incluso políticas, entre ellas la primera ministra, Giorgia Meloni, la secretaria del Partido Democrático, Elly Schlein o la ministra de Turismo, Daniela Santanchè. El sitio, que se inauguró en 2005 y contaba con más de 200.000 inscritos, tenía una sección dedicada a “las políticas cachondas”, donde imágenes manipuladas se mezclaban con fotografías de las mujeres en traje de baño.

En un informe publicado en noviembre de 2023, la asociación Permesso Negato (Permiso denegado), que asiste a víctimas de publicaciones no consentidas, señaló que en Italia había al menos 147 canales de Telegram donde se difundían imágenes robadas, sobre todo de mujeres. El número total de usuarios era de 17 millones, aunque esta cifra se calculó sin considerar que una parte significativa formaba parte de varios grupos.

La misma asociación alerta de que el número de víctimas que acuden a ellos está aumentando. Entre 2020 y 2024 fueron 5.000. Es una cantidad que no tiene en cuenta a las mujeres que, por vergüenza u otros motivos, deciden no hablar de ello, ni naturalmente a las mujeres que no saben que sus fotos están circulando.

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Sobre la firma

Lorena Pacho
Licenciada en Periodismo por la Universidad de Valladolid. Colabora con EL PAÍS desde Italia. Aprendió en Castilla y León Televisión, RTVE y la Agencia EFE. Máster en Periodismo en Televisión Instituto RTVE / URJC y Máster en Periodismo Internacional UNED / EFE Escuela.
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