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El efecto global del portazo de EE UU a las vacunas: “es la renuncia al arma más potente contra las pandemias”

Los movimientos sin sustento científico del gobierno de Trump alarman a los expertos internacionales en salud pública, que piden a Europa más protagonismo

Robert F. Kennedy Jr.

El tijeretazo en Estados Unidos de 500 millones de dólares (430 millones de euros) en la investigación de las vacunas de ARN mensajero (ARNm) no son un recorte más. El agujero presupuestario frena en el avance de una tecnología prometedora que ya mostró su eficacia en la pandemia del covid y es la gran esperanza para parar con rapidez otras amenazas de salud pública similares, y es también un mensaje que alimenta la desconfianza en las inyecciones. Mientras el secretario de Estado de Sanidad, Robert Kennedy Jr., destituye de un plumazo al comité asesor de vacunas para colocar perfiles más afines a una ideología que a menudo choca con la evidencia científica, los expertos internacionales en salud pública ven con preocupación cómo se resquebraja una pieza clave de la arquitectura global de preparación frente a emergencias sanitarias.

La excusa para el recorte es que la tecnología presenta más riesgos que beneficios, algo que no se sustenta con la evidencia científica: gracias a ella, la pandemia de covid cambió su curso y los más vulnerables contaron con protección un año después de iniciada la pandemia.

Kennedy ha aprovechado un caldo de cultivo de resistencia a las vacunas que el propio Donald Trump ha alimentado. Un ejemplo de hasta qué punto puede llegar este clima fue el atentado mortal contra la sede de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, en sus siglas inglesas) perpetrado hace dos semanas por un hombre que culpaba a la vacuna de la covid de provocarle depresión y tendencias suicidas. Los empleados de la agencia federal, una de las que integran el Departamento de Salud dirigido por Kennedy, advierten de que no es un hecho aislado. Un sindicato que representa a los trabajadores de los CDC dijo que el ataque, en el que murió un oficial de policía, no fue aleatorio, sino el resultado de “meses de maltrato, negligencia y difamación que el personal de los CDC viene soportando”.

Las consecuencias del freno a la inversión en vacunas va más allá del país norteamericano, y puede repercutir en todo el mundo. “Si Estados Unidos estornuda, el mundo se resfría”, resume la inmunóloga del Instituto de Salud ISGlobal Adelaida Sarukhan, que advierte de un impacto “enorme” en la capacidad de respuesta ante un nuevo patógeno. Pone el ejemplo de una eventual pandemia de gripe, algo que siempre está en el radar de los salubristas: “Con las técnicas tradicionales, se tardarían 18 meses en fabricar dosis suficientes para inmunizar a una cuarta parte del planeta; con vacunas de ARN mensajero, casi todo el mundo podría estar vacunado en un año. Estamos renunciando al arma más rápida y potente que tenemos por ahora contra las pandemias”.

En el vacío que deja Estados Unidos, se libra una batalla silenciosa: la que enfrenta la ciencia con la desinformación, la inversión con el repliegue ideológico. “En ese terreno, regresar a una producción más lenta y dejar campo abierto al discurso antivacunas es un lujo que no podemos permitirnos”, resume Sarukhan.

La tecnología de ARNm utiliza una copia sintética de las instrucciones genéticas que nuestras células leen para fabricar proteínas. En una vacuna, ese ARNm codifica una proteína del patógeno —por ejemplo, la espícula del coronavirus— que, al producirse dentro del organismo, desencadena la respuesta inmune sin necesidad de introducir el virus completo. Aunque su desarrollo se remonta a investigaciones iniciadas en los años noventa, fue la pandemia de covid la que demostró su potencial. A partir de la secuencia genética de un virus, se puede diseñar y fabricar un prototipo de vacuna en cuestión de semanas, lo que acorta drásticamente los plazos frente a las técnicas tradicionales.

Su rapidez se debe a que la misma plataforma tecnológica sirve para distintos patógenos, de forma que basta con cambiar la secuencia de ARNm para adaptarla a un nuevo objetivo, sin rehacer todo el proceso desde cero. Además de enfermedades infecciosas, esta versatilidad abre la puerta a aplicaciones en otros campos, como vacunas terapéuticas contra el cáncer, tratamientos personalizados para enfermedades raras o autoinmunes, e incluso terapias para regenerar tejidos. Por su modularidad, escalabilidad y capacidad de adaptación, el ARNm se considera hoy una de las herramientas biomédicas más prometedoras.

Jaime Jesús Pérez, presidente de la Asociación Española de Vacunología, sostiene que no hay motivos reales para desconfiar de esta tecnología. “Pero al haber sido las más administradas durante la covid, se han convertido en blanco fácil de negacionistas y conspiradores”, explica.

Amós García Rojas, vacunólogo que ha representado a España durante tres años en la Organización Mundial de la salud, va más allá: “Recortar fondos en investigación de vacunas, en ciencia, es invertir en la inconsciencia”. “Las vacunas han sido uno de los eslabones más importantes para mejorar la salud de la ciudadanía. Si frenamos su desarrollo, dejamos un hueco terrible que tarde o temprano se traducirá en retrocesos en la salud global”, alerta. Y recuerda que sustituir en los comités a los perfiles más cualificados por personas con escaso bagaje científico favorece “que el debate se llene de especulación y opiniones sin base”.

El recorte, recuerda Sarukhan, no solo amenaza el desarrollo de vacunas y tratamientos como los mencionados, también erosiona la preparación frente al bioterrorismo, un área que Washington había considerado prioritaria hasta ahora. Además, puede ralentizar iniciativas que intentan dotar a países de renta baja de capacidad propia para fabricar vacunas, un plan en varios países de África que puede quedar comprometido.

Son precisamente estos y otros países en desarrollo los que miran a las autoridades sanitarias estadounidenses para la aprobación de fármacos, ya que no cuentan con organismos equivalentes. En cuestión de vacunas, esto se pone ahora en entredicho por el cambio del consejo asesor.

La alternativa, tanto financiera como en cuanto referencia científica, puede ser Europa. Adrián H. Aginagalde, portavoz de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública y Gestión Sanitaria, menciona el precedente de la Segunda Guerra Mundial, cuando la gran inversión científica de los aliados resultó decisiva. “Si EE UU se retira, nos toca a nosotros”, afirma. Sin un liderazgo alternativo, advierte, se repetirá el patrón visto en África de enfermedades prevenibles que siguen circulando por falta de programas masivos de vacunación.

El secretario de Estado de Sanidad, Javier Padilla, tiene claro que Europa “debe cubrir el hueco” que deja Estados Unidos. Recuerda que la vacuna de Pfizer fue fruto de una colaboración transatlántica: “BioNTech era un spin-off de una universidad europea”. “El mundo está volviéndose cada vez más multipolar y creo que a Europa le toca, por un lado, asumir un incremento del foco en la inversión en vacunas y, por otro, un cierto liderazgo en la coordinación y en el empuje a otras regiones que ahora mismo están subiéndose al carro, por decirlo de alguna forma, de la inversión en este ámbito”, zanja.

La influencia de los antivacunas

El revisionismo de Kennedy respecto de las vacunas no solo atenta contra la verdad científica y la salud pública, también contribuye, como demuestra el ataque contra las oficinas de los CDC, a alimentar la desinformación que rodea a un movimiento, el antivacunas, responsable directo de la peor epidemia de sarampión en el país desde 1992, ocho años antes de que la enfermedad se declarara erradicada, y para cuyo tratamiento Kennedy recomendó, para indignación de los científicos, aceite de hígado de bacalao y vitamina A.

A 5 de agosto, había 1.356 casos de sarampión confirmados en 41 Estados, y 32 brotes declarados en lo que va de año, según los CDC, la mayoría de ellos en menores que no habían recibido inmunización. “El brote actual que estamos viendo en Estados Unidos subraya la importancia de mantener niveles adecuados de vacunación contra el sarampión”, dice el director ejecutivo de International Vaccine Access Center (IVAC), William Moss, que codirige el proyecto de seguimiento del sarampión con la Facultad de Salud Pública de la universidad John Hopkins. “Estados Unidos corre el riesgo de perder su estatus de erradicación del sarampión si los casos continúan a este ritmo. A medida que la confianza en las vacunas continúa socavándose, la inmunización es más importante que nunca para poner fin a este brote y evitar que se produzcan futuros brotes”.

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