¿El uso inadecuado de la tecnología puede desatar la violencia de los hijos hacia sus padres?
Una investigación de CEF.- UDIMA revela el vínculo entre el mal uso de las TIC y la violencia filio-parental. A menudo, el motivo principal de las disputas es el tiempo de conexión. A los menores siempre les parece poco. Para estudiar y regular este escenario ‘universal’ existe el Doctorado en Educación y Tecnología, que permite diseñar políticas y estrategias educativas

Lunes por la tarde. Como casi todos a su edad, Carlos, de 16 años, regresa a casa del instituto. En sus manos un pequeño compañero va a monopolizar el resto de su día. Cabe en su bolsillo y le aporta todo el ocio e intereses que necesita. Al llegar a casa apenas saluda a sus padres, que le devuelven miradas frías tras lo que pasó anoche. Carlos se va directo a su cuarto mientras atraviesa mentalmente la sombra de lo sucedido; el momento en que empujó y golpeó a su madre, que lo sorprendió conectado de madrugada.
El teléfono móvil y otros dispositivos electrónicos recrean escenas como esta en miles de hogares españoles. Han cambiado la vida de los menores y sus padres. Las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) tienen importantes ventajas en el desarrollo y el aprendizaje de los adolescentes. Sin embargo, su uso problemático (que la OMS declaró en 2014 problema de salud pública) ha aumentado desde la pandemia (oscila entre el 7 y el 14%). Y ha dejado secuelas en los adolescentes: fomo (incapacidad para desconectarse por miedo a perderse algo, por sus siglas en inglés), phubbing (ignorar a alguien presente para prestar atención al móvil), aislamiento, baja autoestima, impulsividad… y el deterioro de las relaciones sociales más cercanas: las familiares.
“La problemática de la violencia filio-parental ha generado una alarma social en los últimos años”, confirma Elisa González, doctoranda, psicopedagoga y profesora de CEF.- UDIMA.
Pero apenas un 10-15% de los casos más graves llega a los juzgados, en parte porque muchos progenitores tienden a ocultarlos. Esto, unido a la falta de consenso científico sobre qué es uso problemático de las TIC o qué se considera violencia filio-parental (VFP), dificulta conocer su verdadera dimensión.

González es coautora del artículo Incidencia de la tecnología en la violencia filio-parental: Una revisión sistemática, publicado en mayo en la Revista de Psicología Clínica con Niños y Adolescentes. Junto a dos compañeras ha investigado cuánto afecta ese mal uso de la tecnología en los adolescentes que ejercen la VFP, porque todavía hay escasa literatura científica para discernir con claridad esa relación. El último informe de la Fiscalía General en España (2024) recogía un “notable incremento” en nuestro país de este tipo de violencia, en la que los menores agreden conscientemente a sus progenitores para obtener lo que desean: a menudo, más tiempo de conexión.
El artículo de González, miembro del grupo de investigación Psico-Edu-Tec, arroja luz sobre qué elementos deben revisarse para seguir aprendiendo sobre el impacto que tiene el mal uso tecnológico en la violencia filio-parental, así como las estrategias para atajar este problema. Si bien no se puede establecer una relación de causa-efecto entre la edad y el uso problemático de las TIC, sí hay razones para calificar ese mal uso como un factor de riesgo para que los hijos tengan disputas con sus padres en la adolescencia. Pero no es sólo culpa de los menores.
Uso desmedido, disputas ineficaces
El estudio señala que la exposición prolongada a contenido violento (más habitual en chicos) y el uso excesivo y aislado de redes sociales (frecuente en chicas) son factores de riesgo asociados a la VFP. Los conflictos suelen estallar cuando los padres intentan limitar el tiempo de conexión, intervenir en el uso de madrugada, o retirar el dispositivo en actividades familiares, y ante signos de aislamiento o bajo rendimiento académico.
El uso sin control parental de redes sociales está estrechamente relacionado con la VFP y se aprecian nuevos síntomas desde la pandemia (cuando se disparó el consumo): los adolescentes que abusan de ellas experimentan alexitimia (incapacidad de reconocer y expresar las propias emociones, sobre todo verbalmente), aislamiento, sensación de inferioridad, depresión… y tienden a elaborar un ‘yo virtual’ que les distancia de la familia y sus propios valores (también a través del discurso de influencers incendiarios y bulos).
La problemática de la violencia filio-parental ha generado una alarma social en los últimos añosElisa González, doctoranda, psicopedagoga y profesora de CEF.- UDIMA
Así es como terminan volviéndose más irascibles, agresivos y propensos a una “desconexión moral” que tiende a la violencia o es más tolerante con ella. González ha recogido información sobre el uso problemático de las nuevas tecnologías y el riesgo de adicción a redes sociales e Internet de 53 adolescentes de ambos sexos. Cumplen medidas judiciales de internamiento por casos de violencia contra sus progenitores en el único Centro de Ejecución de Medidas Judiciales de la Comunidad de Madrid, El Laurel, perteneciente a la Agencia de la Comunidad de Madrid para la Reeducación y Reinserción del Menor Infractor (ARRMI) con un programa de intervención específico por este tipo de violencia.
En entrevistas con las familias y grupos de discusión con los profesionales del centro, González detecta cómo el uso excesivo de redes como Instagram afecta especialmente a las chicas. “Los progenitores manifestaron que sus hijas se exponen de forma excesiva y sexualizada, promovidas por la necesidad de aceptación y el miedo al rechazo social, lo cual ha derivado en conflictos recurrentes”, comenta González, que elabora además su tesis sobre el impacto familiar del uso inadecuado de las nuevas tecnologías.
De la confrontación a la ‘educomunicación’
La clave de la solución reside mayormente en cómo se regula el uso de las pantallas en casa. Los progenitores no parecen poner ningún tipo de filtro para el acceso de sus hijos a Internet, según González. Una falta de regulación que “choca con la ayuda que los propios adolescentes reclaman desde pequeños”, ante el “carácter adictivo” de las TIC.
“La falta de normas y límites definidos en el uso de las TIC dentro del hogar emerge como un precursor fundamental de la VFP”, afirma González. Si los menores se enganchan a los videojuegos y las redes sociales (la mayoría pasa más de nueve horas diarias, muchos incluso más de 11) y tienden a ocultar sus actividades en línea, es porque faltan normas, transparencia y comunicación. Y es precisamente cuando intervienen los padres (para controlar el tiempo de uso o para supervisar el contenido que consumen), cuando los chicos ‘saltan’. Un día puede ser una disputa menor, otro día un empujón…
En sus entrevistas en El Laurel, González ha observado una “significativa falta de normas claras y coherentes” sobre el uso de las TIC en casa. Los padres se muestran preocupados porque los chavales jueguen a videojuegos violentos o que se aíslen en Internet, pero eso contrasta con una falta de normas y límites definidos.

Por todo ello, la investigadora de CEF.- UDIMA considera que todavía hay que analizar de manera multidisciplinar este fenómeno, pero sobre todo fomentar una ‘educomunicación’ en menores, familias y docentes. “La educación es el pilar fundamental para el desarrollo de las personas y la sociedad”, asevera González. Y recuerda que “la tecnología, bien utilizada, es una herramienta poderosa que potencia el aprendizaje, fomenta la creatividad y la inclusión”.
Investigar para ‘alfabetizar’ en TIC
Por ello considera clave contar con programas de investigación como el doctorado de CEF.- UDIMA. Sólo así se podrá aprender sobre el impacto de la tecnología en el aprendizaje, algo necesario para garantizar que se integra de forma efectiva a nivel educativo.
“Estamos viviendo un desafío ineludible: la alfabetización ‘educomunicativa’ en la población infanto-juvenil”, comenta González. Para ello, defiende la necesidad de una educación centrada en la alfabetización ‘educomunicativa’ desde edades tempranas, que fomente habilidades socioemocionales como el autocontrol, la empatía o la resolución de conflictos en los menores. Según la experta, la intervención no debe ser solo con el menor, sino con toda la familia, creando un entorno de comunicación, afecto y normas claras. “La preocupación difusa de los padres debe dar paso a límites coherentes y revisables, para que los adolescentes los comprendan y acepten”, aclara. Solo así podrán desarrollar una autonomía crítica frente a las TIC y evitar usos problemáticos que deriven en conflictos o violencia.
Para lograrlo, considera clave seguir investigando desde programas como el Doctorado en Educación y Tecnología de CEF.- UDIMA, que permita diseñar políticas y estrategias educativas orientadas a un uso saludable, consciente y seguro de la tecnología.