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Noelia Ramírez: “La clase alta tiene los semáforos en verde. Tú tienes que esforzarte para que no se pongan en rojo”

La periodista cultural debuta con el ensayo sobre el desclasamiento ‘Nadie me esperaba aquí’

Noelia Ramírez
Beatriz García

En Nadie me esperaba aquí (Anagrama) la periodista Noelia Ramírez (Esplugues de Llobregat, 42 años) analiza cómo funciona el desclasamiento. Sin victimismo, la coautora del pódcast Amiga date cuenta (Radio Primavera Sound) nos adentra en un viaje que comienza en la vergüenza por los orígenes obreros para aterrizar en el orgullo desde el que nacen nuevos discursos. Una obra indispensable para comprender cómo quien más y quien menos se deja arrastrar por los juegos de la apariencia.

¿Es el desclasamiento enemigo de la conciencia de clase?

Sí, y además es de los más peligrosos porque resulta muy seductor. No solo induce a una amnesia respecto al origen, también destruye el amor propio mediante sutiles dosis de autodesprecio.

En un capítulo del libro analiza la posibilidad de que la vergüenza conduzca al orgullo.

Cuando te avergüenzan por tus orígenes te hacen sentir que estás en un lugar al que no perteneces. Al principio del viaje sientes vergüenza, luego pasas a la ira —porque esto tiene algo de proceso de duelo— y, finalmente, sientes orgullo. La vergüenza es nuestra resistencia si eres capaz de transformarla en dignidad. Me pasa mucho que la gente me está contando sus orígenes con orgullo. Orígenes que no imaginaba porque siempre estamos proyectando otra imagen de nosotros mismos. El desclasamiento puede producirse por arriba o por abajo.

Se crio en un barrio de la periferia de Barcelona, en una familia obrera. ¿Cómo se da cuenta de que ahí fuera existe un mundo mucho más cómodo y sencillo si perteneces a otra clase social?

Estudié en una universidad privada gracias a mis trabajos de fin de semana, becas y a la ayuda familiar. Ahí me doy cuenta de que soy una experta en disimular. Utilizo la moneda del carisma y el desparpajo. Como hija de internet, tengo acceso a toda la cultura. Me lo veo todo, me lo leo todo. Lo que tú no puedes ganar por pija o por contactos, lo consigues con salero y esforzándote mucho.

Y cae en que la meritocracia no existe.

Mucha gente me podría decir que soy un milagro socioeconómico porque al fin y al cabo mi madre no fue al colegio, mi padre estudió, pero luego trabajó toda la vida en una fábrica, y yo, de repente, he publicado un libro y estoy trabajando en uno de los diarios más importantes, en la sección de Cultura de El País. Pero también creo que he sido una persona que ha conocido a la gente adecuada en el momento adecuado y eso es lo que me ha abierto las puertas.

Los contactos funcionan en todas las clases sociales...

Sí, pero una persona de clase alta se puede dar el lujo de decir a muchas cosas que no. Cuando te estás haciendo un nombre desde abajo tienes miedo a decir que no porque eres consciente de que estás muy cerca de volver a la casilla de salida. La gente de clase alta tiene los semáforos en verde. Tú tienes que esforzarte mucho más para que no se te pongan en ámbar o en rojo.

En el libro habla también de los “turistas de la precariedad”, esos chicos pijos que se sienten atraídos por las chicas listas y atractivas de los barrios obreros.

Tú siempre eres el rollete, la experimentación, pero no la novia. Al final acaban con las chicas que conocen de la infancia y de sus círculos sociales. Si me hubiera enamorado de esos chicos, no hubiera llegado a la casilla final.

Cuando se da cuenta de que puede encajar en la etiqueta de charnega entra en fase de negación.

No entendía que yo, que había nacido en Barcelona y que incluso había ganado el concurso Jocs Florals [certamen literario en catalán], fuese algo diferente. Ya no me siento incómoda con el adjetivo. Es una cosa que ha existido y no podemos negar. Si todavía escuece hablar de ello es que quedan cosas por resolver.

Mientras estaba escribiendo el libro, su madre fallece de un cáncer muy agresivo, y entiende que la clase social nos atraviesa hasta en la muerte.

Si tienes dinero, probablemente puedas morir tranquila en una habitación grande con vistas. No en un hospital público, con una compañera de habitación, majísima, pero con sueños muy vívidos, que no te dejan descansar por la noche en tus últimos días de vida.

Puedes ser presidente del Gobierno apellidándote Sánchez y director de un periódico siendo Ramírez. ¿Nos hemos creído que el apellido influye más de lo que lo hace realmente?

Existe un gran juego de apariencias con el nombre, sobre todo en trabajos culturales o artísticos. Yo no fui lo suficientemente astuta para pensar en cómo iba a firmar mis artículos. Ahora estamos viendo una reivindicación de los nombres reales. Lo están haciendo sobre todo actores negros orgullosos de sus apellidos descendientes de la esclavitud. Y, además de la reivindicación de los García o los Ramírez, me encantaría que los apellidos migrantes, por ejemplo, marroquíes, también llegasen a presidente o a director de un diario.

¿No es un sinsentido pasarse la vida simulando ser alguien o algo que no eres?

Es un sinsentido y una estupidez. Se experimenta un gran alivio cuando dejas de jugar a disimular. 

*Noelia Ramírez presenta ‘Nadie me esperaba aquí’ el miércoles 26 de noviembre a las 19:00 horas en la Central de Callao (Madrid).

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Sobre la firma

Beatriz García
Redactora jefe web de S Moda. Inició su carrera en Soitu.es y más tarde trabajó desde Estados Unidos en El Mundo (edición América) en Los Ángeles y Miami. Es licenciada en periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y graduada en periodismo de moda por Central Saint Martins College of Arts and Design de Londres.
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