Federica Aridon, arquitecta: “Antes el color era habitual y hoy se cree que para ser modernos todo tiene que ser beis”
Nació en Roma y estudió Arquitectura en La Sapienza. La pandemia hizo que cambiara su plan de irse a vivir a Tailandia para instalarse en Madrid. Forma parte del estudio OOIIO y nos muestra su piso de Carabanchel, reformado por ella


Federica Aridon (Roma, 30 años) iba a volar a Bangkok el 26 de marzo de 2020. Pero ese avión nunca despegó. “Mi idea era irme a trabajar a Tailandia, tenía ya el contrato con un estudio de allí que se llama All Zone”, cuenta la arquitecta sentada en el sofá de su piso, en el distrito madrileño de Carabanchel. Lo adquirió en 2023 y en él quiso plasmar su vivienda ideal, en unos 70 metros cuadrados: “La llamo ‘la casa de las cajas’, porque todo es muy racional, como yo. Hay un bloque de servicios, una zona para cocina, otra de descanso... Está ordenada por colores y bloques, con una vena de creatividad, lúdica”. Lograrlo no resultó sencillo; este proyecto totalmente personal supuso un desafío. “Hice 50 pruebas de planta”, asegura, “porque tenía infinitas posibilidades, estaba muy dividido, había cinco habitaciones, un minisalón, cocina y baño”. Ella creó un espacio único de salón, comedor y cocina, con la habitación-vestidor y el baño separados. Los colores —azulón, teja y amarillo mostaza— dividen el piso, y a la vez lo hacen singular. “Es que el color no es extravagante. Antes era lo habitual: cada hermano tenía la habitación de un tono, mi abuela tenía papel pintado en todos los lados, había inodoros burdeos, vitrificados... Ahora hay una estandarización, nos creemos que para ser modernos o sofisticados todo tiene que ser blanco y beis”, defiende.

Esa singularidad en la que insiste Aridon es el eje del estudio en el que trabaja, OOIIO Arquitectura, fundado en 2010 por Joaquín Millán Villamuelas. Como ella no pudo irse a Tailandia, tras una temporada trabajando en Barcelona decidió instalarse en Madrid. “Mi madre es de aquí, tengo familia, era una elección cómoda. OOIIO me pareció un estudio fresco, no común en su manera de acercarse y relacionarse con un proyecto”, explica. Su oficina está en Carabanchel y allí también han realizado muchos de sus proyectos. “Está claro que algo hay que invertir siempre, pero no hace falta contar con unos presupuestos o recursos infinitos para tener un buen producto. Nosotros buscamos conseguir mucho con menos”, indica. En un momento de gentrificación en las grandes ciudades, toca repensar las periferias: “En Italia, Venecia, Nápoles o Florencia ya no son sitios con identidad. Yo en Roma no iba a pasear un domingo al centro, es impensable, nos han echado. La identidad está en las periferias, que es donde se puede tener la vida de barrio, lo que busca la gente. En el caso de Madrid hay una falta de vivienda. La ciudad está saturada y cada vez viene más gente”.

Y cada urbe, recalca, tiene sus particularidades: “La tipología urbana romana es completamente distinta a la madrileña. Todas las viviendas allí son exteriores, no existen patios internos...”. Aunque en un principio no se planteaba estudiar Arquitectura, sino Matemáticas —sus padres son ingenieros aeronáuticos—, piensa que crecer rodeada de la belleza romana influyó en su decisión. “Me crié en un contexto arquitectónico, histórico, que pesa”, reconoce, “y cuando estaba haciendo bachiller me fui a vivir a Estados Unidos con una familia en la que el padre era arquitecto, en Virginia. Veía los planos, las maquetas, la creatividad, ese bullicio de cosas que pasan en un estudio. Mis padres tenían un trabajo de oficina, muy serio”.

Se formó en la universidad de La Sapienza, hizo Erasmus en Múnich y allí formó parte de un equipo que fue finalista en la competición de diseño sostenible de Changzhou (China), algo que la llevó a interesarse en las posibilidades de Asia y a centrarse en un enfoque eco y en la economía de materiales. “El primer premio lo ganó SOS, la escuela de Mario Cucinella [influyente arquitecto palermitano que destaca en el campo de la sostenibilidad]. En Changzhou estaban creando un nuevo barrio que iba a ser de emisiones cero y autosuficiente”, recuerda. Esa preocupación marca hoy su sector —“Cada vez más, los promotores privados tienden a hacer una inversión mayor al principio para que la vivienda sea más eficiente y luego ese gasto se recupera gastando menos en agua, luz y energía”— en un momento en el que el debate alrededor de la vivienda no deja de ser noticia y lleva a revisar los retos de su profesión: “Antes de la pandemia se pedía mucha vivienda familiar a medida, luego crecieron las reformas singulares... El mundo económico y social va cambiando, y nosotros nos adaptamos”.
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