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Ángela Vicario: “Haciendo paralelismos con el presente es como mejor se entiende la historia”

En ‘Ibéricas’, la autora revisita la Edad Media para relatar vidas de mujeres lejos de estereotipos

S MODA 324 NOTAS COLLAGE ÁNGELA VICARIO
Ana Fernández Abad

Ángela Vicario (Bilbao, 28 años) descubrió la literatura medieval durante los veranos de su infancia en la localidad burgalesa de Mambrillas de Lara. “Cuando estudiábamos la épica castellana en el instituto se nos enseñaba el Cantar de Mio Cid, y ya. Pero en mi zona se hablaba mucho de la leyenda de los Siete infantes de Lara y del Poema de Fernán González. Ahí me sorprendió que las mujeres fueran protagonistas y empecé a indagar”, relata para explicar qué la ha llevado a publicar Ibéricas. Mujeres que moldearon la Edad Media hispana (Planeta), un tratado en el que repasa nombres propios y rescata historias de mujeres anónimas que vivieron en la Península, desde la época visigoda, pasando por al-Ándalus o el reino de León.

Planeta ha editado el ensayo 'Ibéricas. Mujeres que moldearon la Edad Media hispana'.

¿Cómo acabó la Edad Media siendo su Imperio Romano?

Estudié Comunicación Audiovisual, y para un trabajo de animación elegí el tema de Leonor de Aquitania. Yo jugaba mucho al Age of Empires y me interesaba hablar de un género fantástico con más heroínas y personajes LGTBIQ+, y una de las personas del tribunal me acusó de querer cambiar la historia, me pidió que nombrara a mujeres poderosas de la Edad Media que no fueran Isabel la Católica. Aquello me empezó a interesar ya a nivel académico, hice un máster de Literatura Medieval...

Y de ahí a la divulgación histórica online, que no deja de cobrar fuerza con propuestas como Las hijas de Felipe o Mikel Herrán (PutoMikel), que firma el prólogo de su libro.

Hay una nueva generación de personas que hemos alcanzado una formación universitaria y que somos nativos digitales. Y eso es lo que hace que haya de repente mucha gente haciendo divulgación histórica. Para mí, todo empezó en el confinamiento. Me di cuenta de que mis profesores eran personas con un gran conocimiento, pero a la hora de expresarlo no me terminaba de gustar cómo lo hacían. Entonces decidí hacerlo yo en YouTube, empecé haciendo más accesibles artículos que nos mandaban leer para clase.

En el libro hace muchos paralelismos con la época actual. Por ejemplo, compara a las emparedadas [ascetas que se recluían en pequeñas celdas] con influencers de la época…

Me parece que cuando nos enseñan historia hay un error muy grande: falla conectar las vidas de esas personas del pasado con las del presente. No se empatiza. Yo creo que al hacer paralelismos con el presente es cuando mejor se entiende la historia. Tú sabes lo que te provoca un influencer al que admiras o al que siempre le das like en Instagram; pues exactamente eso es lo que sentían esas personas cuando iban a ver a sus emparedadas.

¿Qué historias de las que narra la han sorprendido más?

En un capítulo hablo de la payesa Baier, una campesina de Cataluña que hereda su masía y cuando el alcalde va a quitarles aperos para pagar unas deudas ella manda resistirse a ese embargo. El papel de las mujeres era mucho más variado, incluso en la normalidad, de lo que pensamos. Y hay una historia que me conmovió, que es la de María de Monroy, la Brava, de Salamanca. Un linaje rival mató a sus dos hijos, y ella, en vez de llevar un duelo de llanto, como se esperaría, se subió al caballo, persiguió a los asesinos hasta Portugal, y los mató ella misma, una venganza muy violenta.

También analiza el control sobre el cuerpo de la mujer a lo largo de la historia. Del Concilio de Cesaraugusta en el 691, que obligó a que las viudas de los reyes ingresaran en monasterios, a que a finales del s. XIII se prohibiera a judías y mudéjares vestir ropas rojas y anaranjadas o llevar oro.

Y esa obsesión porque las monjas estuvieran siempre en clausura... En los sistemas patriarcales intimida mucho que las mujeres pensemos por nosotras mismas y queramos dejar de estar oprimidas. Al principio eso no caló tanto, existían las leyes visigodas, en las que las mujeres podían heredar igual que los hombres o se las protegía de la violencia sexual, pero conforme avanza la Edad Media daba miedo que las mujeres pudieran tener sus propios pensamientos, hacerse con el poder o maquinar tejemanejes políticos. De ahí esa obsesión: ya que no podían controlar la mente, trataron de controlar sus cuerpos.

Es transversal el hecho de culpabilizar a las mujeres de las desgracias, desde Egilona, la última reina de los visigodos, a Zoraya con la pérdida de Granada.

Es más fácil culpar a una mujer que a un hombre en un entorno y en un sistema en el que los hombres representan la perfección y el ser humano completo y la mujer la imperfección y el pecado. Relacionar a una mujer sexualmente muy activa, en teoría, con una pérdida es muy sencillo; siempre es una mujer que ha seducido a un hombre, él ha perdido la cabeza por ella. La culpa nunca es de él. Por ejemplo, en el caso de Oliva, la hija de don Julián por la que se supone que se pierde el reino visigodo, la historia cuenta que don Rodrigo se enamoró de ella, pero realmente estamos hablando de una violación, de un abuso sexual, y se echa la culpa a esta mujer. El relato les echaba la culpa a ellas cuando realmente la culpa era de ellos, que eran los que estaban manejando el cotarro.

¿Los paralelismos siguen hoy en día?

Ha cambiado todo mucho, afortunadamente, pero sigue habiendo paralelismos. Las historias que descubrí de mujeres asesinadas por sus maridos, o que conseguían escapar de esas situaciones gracias a sus vecinas, a sus madres, o incluso de reinas que intervenían, podrían aparecer en las noticias de mañana.

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Sobre la firma

Ana Fernández Abad
La editora de estilo de vida de S MODA está especializada en temas culturales y personajes de actualidad. Es licenciada en Periodismo por la Universidad de Navarra y ha escrito en medios como Diario 16, El Comercio o Descubrir el Arte.
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