Menopausia, claves de un proceso tan plural como irreversible
Acallado socialmente y resumido en lugares comunes y síntomas generales, esta etapa natural e inexorable es tan diversa como el número de mujeres que la atraviesan. Vivirla con plenitud y en las mejores condiciones pasa por un abordaje clínico físico y psicológico, y por un tratamiento lo más personalizado posible

En España, unos ocho millones de mujeres atraviesan hoy la menopausia, según datos del INE. La importancia del asunto es tal que, hace tan solo unos meses, el Congreso de los Diputados aprobó una proposición no de ley para impulsar la investigación científica sobre sus efectos físicos y psicológicos y fomentar las campañas de información al respecto. Dentro de este contexto, uno de los principales retos actuales pasa por entender al paciente “como globalidad más allá de los síntomas clásicos de la menopausia”, como señala Miguel Ángel Jiménez Ortuño, especialista de la unidad de Menopausia del Hospital Universitari Sagrat Cor de Barcelona. “Es un proceso vital, no una enfermedad. Influyen muchos factores externos: las circunstancias familiares, el entorno social, el estrés laboral... Hay que adoptar una visión amplia e integradora”. Y, junto a ella, intentar derribar los lugares comunes sobre este proceso.
Para Susana Monereo, jefa de equipo de Endocrinología y Nutrición del Hospital Ruber Internacional, las líneas generales acerca de cómo afrontar la menopausia son claras: “Hay un factor social esencial: la aceptación, es lo primero. Todas las mujeres vamos a atravesarla. Y luego, sí, reordenar nuestra vida para llevarla lo mejor posible: mantener una dieta sana, hacer ejercicio y huir del sedentarismo. La diferencia es la noche y el día”, afirma. Y subraya un aspecto importante de lo que califica de “un periodo fisiológico natural e inexorable”: que, por la alta esperanza de vida, es “cada vez más largo, pero con posibilidad de ser totalmente pleno y feliz”.
Cambio físico, cambio psicológico
La menopausia, en esencia, sucede cuando los ovarios dejan de funcionar y los niveles de estrógenos en la sangre disminuyen. Aunque se toma como referencia la fecha de la última regla, los efectos pueden comenzar varios años antes, en general a partir de los 40-45 años. “El cuerpo de la mujer deja de ser fértil y la protección hormonal decae”, explica Monereo. Se dan entonces dos cambios físicos fundamentales: “Una pérdida de musculatura, que pueden llegar al 3% anual, y una redistribución de la grasa, que comienza a acumularse en las zonas viscerales”, prosigue. Estos cambios tienen múltiples derivadas metabólicas: aumentan los niveles de glucosa y triglicéridos, aumenta el colesterol malo, aumenta la resistencia a la insulina... “Y, con ello, crece el riesgo de enfermedad cardiovascular, obesidad o diabetes de tipo dos, entre otras afecciones”, añade la especialista.
El cambio fisiológico, además, da lugar a un cambio psicológico. “Hay que vigilar los estados anímicos bajos: es fácil entrar en depresión o pseudodepresión”, explica Jiménez Ortuño. “Se da una sensación de ocaso, y no es así. La menopausia es una de las etapas más largas de la vida y puede ser totalmente plena”. El golpe psicológico, prosigue el especialista, parte de la falsa creencia de que, con el fin de la fertilidad, “se acaba todo. Vemos muchos casos de malestar con el cuerpo propio. Es habitual encontrar trastornos del sueño, episodios de tristeza o ansiedad...”, detalla.
La unidad en la que trabaja Jiménez Ortuño, disponible en varios centros públicos y privados, es multidisciplinar y está compuesta de ginecólogos y endocrinos, pero también de psicólogos o fisioterapeutas. “El cambio es tan abrupto que descoloca por completo. A veces, el paciente no entiende que biológicamente es lo que hay, que no es culpa de nadie. Por eso cobra tanta importancia hablar, conversar y acompañar, que es lo que hacemos en estas unidades”, explica.
Más allá de los sofocos
La menopausia son mucho más que sofocos. Y puede conllevar situaciones de fragilidad de alto riesgo, como la que propicia la obesidad osteosarcopénica, una condición “cada vez más frecuente”, retoma Monereo: “Hay que evitar el triplete que produce esta condición: obesidad, afectación ósea y afectación muscular. Puede resultar muy incapacitante. Nos deja en una situación en la que se pueden dar con facilidad fracturas óseas, en la que la movilidad se reduce, en la que las comorbilidades afloran...”.
A esa sintomatología física se suman los problemas en la esfera sexual, sobre los que “falta cultura”, como apunta Jiménez Ortuño: “La mayoría de las mujeres no te mencionan nada. Hay algo de tabú, un: ‘Bueno, ya que me preguntas’... Pero es un tema que preocupa enormemente a las pacientes que lo sufren y a sus parejas”. Manuel Albi, jefe del departamento de Ginecología y Obstetricia de los hospitales universitarios Fundación Jiménez Díaz, Rey Juan Carlos, Infanta Elena y General de Villalba, y del Hospital Universitario La Luz, todos en Madrid, explica que la pérdida de la libido tiene un “componente multifactorial”, pero que se basa en “la caída de los estrógenos cuando el ovario deja de funcionar. La mucosa vaginal lubrica menos y pierde elasticidad. A la falta de deseo sexual se añaden las molestias en la relación. Es una especie de pez que se muerde la cola”, ejemplifica. El mensaje, de nuevo, es que no hay por qué resignarse. “Es un aspecto que se puede trabajar y mejorar mediante un abordaje físico, psicológico y sexológico. Existen recursos, pero a veces se desconoce. Hay que divulgarlos”, tercia Jiménez Ortuño.
Sofocos: qué son y cómo se producen
Los sofocos consisten en una sensación repentina de calor y ansiedad, con sudores y palpitaciones, que provoca un aumento del flujo sanguíneo de la piel del cuello, cara y tórax.
Los sufren el 80% de las mujeres menopáusicas. En el 20% de los casos persisten durante más de cinco años.
En general duran segundos, pero en algunos casos pueden alcanzar los cinco minutos. Son más frecuentes por la noche.
Los provoca la propia reducción de los estrógenos durante la menopausia, que altera el funcionamiento del centro termorregulador del cuerpo, localizado en el hipotálamo, haciendo que se eleve la temperatura corporal. En consecuencia, el organismo trata de contrarrestar este aumento con una vasodilatación, causante del aumento de la temperatura en la piel, además de su enrojecimiento y sudoración.
Fuente: Asociación Española para el Estudio de la Menopausia
Los síntomas, sea como sea, son tan diversos como los casos. Precisamente por eso, la Asociación Española para el Estudio de la Menopausia defiende que cada mujer necesita un abordaje distinto, con “información, opciones y consenso”. Según la revista científica Cell, especializada en biología molecular, solo el 15% de las mujeres con síntomas de menopausia recibe un tratamiento eficaz y aprobado por las agencias reguladoras.
Cómo prepararse
Los especialistas coinciden en que el trío alimentación sana, ejercicio físico y vida activa es la mejor preparación para entrar en esta etapa. “Si en cualquier momento de la vida hay seguir estas recomendaciones, aún más en la menopausia y la perimenopausia”, incide Albi. ¿En qué se traducen estas guías? “Es lo que todos conocemos: seguir la dieta mediterránea, con un aumento de calcio y lácteos que compense la pérdida de masa ósea, y hacer ejercicio de fuerza y resistencia para compensar el cambio metabólico”, detalla. Además de reducir el dulce y el alcohol: “Una copa de vino son tres azucarillos. Un gin-tonic, 12. Hay que ser conscientes del impacto metabólico de este consumo y tratar de dejarlo en el mínimo”, dice Monereo.
El ejercicio, prosigue la endocrina, es lo que en ningún caso se puede pasar por alto: “Cuesta y a veces es difícil comenzar, pero hay que hacerlo sí o sí. Reduce el riesgo de caídas, de osteoporosis. De fragilidad. Además del beneficio mental que supone”, añade. Así lo ha confirmado una reciente revisión científica, que concluye que la combinación entre actividad física aeróbica y anaeróbica previene y reduce “la intensidad y frecuencia de los síntomas depresivos en un 25%-30%”, en comparación con las mujeres sedentarias.
Albi se alegra de que la concienciación sobre la relación menopausia-calidad de vida sigue creciendo. “A las mujeres no les preocupan solo los sofocos o el poder quedarse embarazadas, sino poder llevar una vida feliz en esta etapa, disfrutar de ella. La idea de prevención antes y durante la menopausia ha calado mucho y muy bien”, valora. Y termina reivindicando una especie de lema que comparte con los demás expertos: informarse para no resignarse. “No hay por qué vivir con sofocos, durmiendo mal, sufriendo en silencio, perdiendo autoestima. En el sistema de salud existen muchos recursos y estrategias preventivas para cada caso. Todo comienza por acudir al especialista”, concluye.