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Columna
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Ayuso y la infantilización de la política

La política argumentativa se desvanece detrás de esa presunción de que el ciudadano no es más que un saco de pasiones

Fernando Vallespín

¿Creen ustedes que parte de los que dicen votar por Vox dejará de hacerlo porque el PP, la única alternativa disponible en ese ámbito político, recoja algunas de sus propuestas? Así parecen pensarlo tanto Feijóo como Ayuso. En el primero lo vimos en su cambio sobre la política migratoria; en la presidenta de Madrid en su giro sobre el aborto. Esa misma estrategia fue seguida por la mayoría de los partidos de la derecha tradicional conservadora de Europa y solo consiguieron hundirse más en el fango, hacer más fuerte a la ultraderecha. No parece, pues, que sea la decisión más inteligente. Tampoco el intensificar la crispación retórica frente al Gobierno. Cuanto mayor sea el intento por aproximarse a ellos, a Vox, menor será el beneficio electoral.

No es fácil explicar la causa última del auge de los nacionalpopulismos, pero hay algo que sí resulta evidente, asumir algunas de sus propuestas equivale a darles la razón, y en ese caso, ¿por qué no apoyar a quien realmente cree en ellas y no a quien las adopta por tacticismo? Por otro lado, el voto a partidos como Vox se explica en gran parte por su carácter de partidos antisistema, ávidos por aprovecharse del desprestigio de los partidos tradicionales. Si esto es así, el esfuerzo debería dirigirse a enmendar las causas que lo provocan, no a otorgarles el más mínimo crédito. Por tanto, menos postureo guerra-culturalista y más nuevas ideas dirigidas a solventar problemas; menos antifeminismo y más y mejores planes de vivienda, por ejemplo. Y, por último, la disputa electoral no se juega solo en el frente de la derecha, sino entre frentes. Si el PP extiende en exceso la manta hacia la derecha dejará desguarecido el centro.

De todas formas, lo más irritante de todos estos vaivenes es la propensión por no tratar al ciudadano como adulto. Tanto por parte de unos como de otros, los cambios de posición, la simplificación del discurso, las frases hechas, los recursos retóricos tan tópicos, la insistencia en negar lo obvio .. parecen más dirigidos a niños que a personas en pleno uso de sus facultades racionales. La infantilización de la política consiste en eso, en imaginarnos como permanentemente necesitados de gratificación instantánea, con escasa tolerancia a la frustración y precisando siempre una guía que nos diga lo que está bien o mal o quién sea el bueno o el malo. U ocultándonos la seriedad de determinados problemas. La política argumentativa se desvanece detrás de esa presunción de que el ciudadano no es más que un saco de pasiones que hay que ir modulando a golpe de estímulos y captando su atención, o que solo responde a la política como distracción o entretenimiento, cuando no como un enfrentamiento primario entre valores irreconciliables.

Por su proximidad en el tiempo, tomemos el ejemplo del reverdecimiento de la cuestión del aborto por parte de Ayuso. No se trata ya solo de que contradiga sus posiciones anteriores sobre el tema; sabe también perfectamente que ese tema ya fue zanjado por su partido tras la fallida reforma que supuso la caída de Ruiz Gallardón; tampoco ignora la tajante sentencia del Tribunal Constitucional al respecto en contestación al recurso presentado por Vox con motivo de la aprobación de la Ley del 2023. Lo peor de todo es que sabe que lo sabemos, y aun así lo ha vuelto a recuperar. Podemos imaginar que lo hace por crear problemas a Feijóo o por frenar la ya aludida subida de Vox en las encuestas. Pero seguro que tampoco se cree que todo esto sea algo que ignoramos. Ante esto solo cabe concluir que o nos toma por tontos o que lo que realmente le importa es afianzar su imagen de díscola guerrera cultural. Porque el aborto seguirá como está.

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Sobre la firma

Fernando Vallespín
Es catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
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