La incomodidad de la derecha ante el genocidio israelí
A diferencia de la guerra de Irak, ahora el PP está en la oposición, pero ha vuelto a distanciarse de la ciudadanía e incluso de su propio electorado


Como otros países, España parece abocada a una polarización permanente sobre cualquier asunto que entre en el debate público. Nada queda fuera de la contienda ideológica, desde la política fiscal hasta los programas de televisión. De ahí la sorpresa ante el surgimiento de un tema que concita el acuerdo de la inmensa mayoría de los españoles. Según el barómetro de mayo-junio de 2025 del Instituto Elcano, el 82% de los españoles cree que “Israel está cometiendo un genocidio en Gaza” (en marzo-abril de 2024 lo creía un 71%). El 78% apuesta por el reconocimiento del Estado de Palestina y el 72% es partidario de que la UE imponga sanciones a Israel. Por descontado, hay diferencias según ideología. Los ciudadanos de derechas son más tibios en su condena a Israel, aunque el 62% de ellos piensa que la masacre de Gaza es un genocidio (frente al 97% en la izquierda). Partimos, pues, de un “suelo” muy alto, del 62%, es decir, una mayoría amplia incluso en las derechas.
Pocas cuestiones despiertan semejantes niveles de acuerdo. Hay que recordar que la oposición a la guerra de Irak fue todavía mayor. En el barómetro del CIS de febrero de 2003, el 90,8% se mostraba en desacuerdo con una intervención militar en Irak. Entonces, el Gobierno de José María Aznar, que disfrutaba de una cómoda mayoría absoluta en el Congreso, hizo oídos sordos al clamor que venía de la sociedad y se produjo un distanciamiento profundo entre el Ejecutivo y la opinión pública. La apuesta no le salió bien al PP y no lo digo solo porque perdiera las elecciones en 2004, sino, sobre todo, porque la “guerra contra el terrorismo” de George W. Bush que con tanto entusiasmo apoyaron Aznar y los suyos, ha sido la mayor catástrofe del siglo. Se calcula que las intervenciones de Estados Unidos en Afganistán, Irak, Siria y Yemen han causado alrededor de 3,6 millones de víctimas mortales (de las cuales 410.000 son víctimas directas de la violencia estadounidense en la zona). A pesar de estas cifras escalofriantes, ni siquiera las misiones tuvieron éxito. En Afganistán volvieron los talibanes al poder en 2021 y el actual presidente de Siria es el líder de la guerrilla yihadista asociada a Al Qaeda.
Ahora el PP está en la oposición, pero, falto de reflejos, ha vuelto a distanciarse de la ciudadanía e incluso de su propio electorado. No consigue formular una postura inteligible sobre Palestina. En el Programa Político aprobado en el XXI Congreso del PP el pasado julio, escondido en una sección sobre Asia y la política exterior, se metió un párrafo sobre la cuestión cargado de ambigüedad. Empezaba así: “Los rehenes deben ser liberados inmediatamente, la población civil en Gaza debe ser protegida y ayudada sin la opresión de la organización terrorista Hamás para que pueda prosperar y ser libre”. No se mencionaba a Israel ni las matanzas indiscriminadas de civiles.
El líder del partido, Alberto Núñez Feijóo, trata de sobrevivir con un mensaje equívoco que no satisface ni a los halcones dentro del PP ni a la opinión pública. Defiende que la ayuda humanitaria llegue a la población de Gaza, pero, a la vez, ha asumido el argumento sionista sobre los “escudos humanos”, según el cual las Fuerzas de Defensa de Israel no pueden evitar la muerte de civiles porque Hamás se esconde entre la población. En España conocemos bien esta peculiar doctrina de los escudos humanos: durante muchos años, ETA dijo que las fuerzas de seguridad utilizaban como escudos humanos a sus familias y por eso responsabilizaban a la propia Guardia Civil cuando morían niños por las bombas que hacían explotar en las casas cuartel. Los partidos democráticos, con el PP en primera línea, siempre consideraron inaceptable esa justificación. No es fácil entender por qué la doctrina de los escudos humanos no vale con ETA y sí vale si es el ejército israelí el que mata civiles (a miles) que no tienen relación alguna con el terrorismo de Hamás.
En un alarde de humanitarismo, los dirigentes del PP admiten que las matanzas de civiles pueden ser excesivas (los dirigentes suelen decir que no les gusta lo que esta sucediendo), pero siguen convencidos de que el objetivo que persigue Israel es la destrucción de Hamás y que las muertes de civiles son colaterales. A estas alturas, sin embargo, parece indiscutible que Israel se ha propuesto destruir Gaza entera, cueste lo que cueste en vidas humanas. Cuando los organismos internacionales, las ONG, los académicos y algunos gobiernos hablan de genocidio, lo hacen justamente por esto, porque Israel busca que no haya vida civil en Gaza. Quiere acabar con una comunidad humana de más de dos millones de personas, no matando a todos y cada uno de sus habitantes, pues no le hace falta llegar tan lejos. Basta con derruir las ciudades, bombardear los hospitales, arrasar la infraestructura, impedir la actividad económica, desplazar a la población y provocar el hambre. Una misión que de momento ha acabado con la vida de 65.000 palestinos; la inmensa mayoría, civiles sin relación con Hamás, no es una operación antiterrorista, se mire como se mire.
El PP se encuentra cada vez más incómodo. De ahí algunas declaraciones fuera de tono o sin sentido. Fue lamentable oír al alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, decir que no hay un genocidio en Gaza “porque el genocidio fue el del pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial”, añadiendo que si alguien acusa a un Estado de genocidio es porque quiere que dicho Estado desaparezca. Ya podía haber buscado un argumento mejor. Demuestra que no sabe de lo que habla, pues genocidios, por desgracia, ha habido unos cuantos (en tiempos no muy lejanos en Ruanda, en Yugoslavia, en Guatemala, en Camboya, etc.). Y cuando los populares no quieren enfrentarse a la evidencia abrumadora, hacen como el avestruz, esconden la cabeza debajo de la tierra diciendo que la cuestión está sub iudice.
Por si todo esto no fuera suficiente, los actuales dirigentes del PP no se atreven a contradecir la defensa de Israel del sector más aznarista. Ahí tienen a Isabel Díaz Ayuso justificando la barbarie con el manido recurso a la lucha contra el terrorismo. Su portavoz, Alfonso Serrano, ha revivido al PP de la guerra de Irak insultando a los ciudadanos que se manifiestan en contra de Israel.
Lo más curioso es que pongan el listón tan alto para criticar a Israel y tan bajo para denunciar la violencia política en España. Hace unos días, el presidente del PP se metió en uno de sus ya típicos laberintos absurdos: “Es violencia política impedir que una competición deportiva termine. Es violencia política alentar desde el Gobierno el sectarismo contra otros ciudadanos. Es violencia política señalar nacionalidades, o periodistas o jueces”. En fin, recuerda a otros episodios, como cuando adoptaron la tesis delirante de que Puigdemont era un terrorista.
El Partido Popular parece haber perdido la conexión con la ciudadanía española en este tema. No es la primera vez que le ocurre. Se nota por el nerviosismo de sus dirigentes y por la incoherencia de sus declaraciones. En otros asuntos puede ser menos importante, pero ante un asunto como el de Gaza, un poco de seriedad (y de humanidad) se agradece.
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