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RED DE REDES
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Obedecer en El Salvador de Bukele

El mandatario y su nueva ministra de Educación, militar de carrera, defienden un sistema de “orden y disciplina” en las escuelas

Karla Trigueros, durante una visita a un colegio salvadoreño, en una imagen difundida por su ministerio.
Francesco Manetto

Karla Trigueros, capitana del Comando de Sanidad Militar de la Fuerza Armada de El Salvador, es desde mediados de agosto ministra de Educación del país centroamericano. Una uniformada para decidir cómo tienen que comportarse los jóvenes que crecen bajo el mandato de Nayib Bukele. La nueva titular de una cartera clave en cualquier guerra cultural asumió el cargo comprometiéndose a “trabajar incansablemente para transformar” el sistema educativo. Como era previsible, el comienzo es la disciplina. Su primera medida fue una instrucción directa a los directores de escuelas públicas, quienes a partir de ahora tendrán que cerciorarse de que los alumnos lleven un “uniforme limpio y ordenado”, luzcan un “corte de cabello adecuado y presentación personal correcta” y entren en sus colegios “en orden con saludo respetuoso”. La obligación de que los docentes sean modelos de “orden y disciplina” desató una oleada tanto de críticas como de aplausos en las redes sociales.

El populismo punitivo de Bukele tiene reflejos en todos los apartados de la vida pública de los salvadoreños, incluidos ahora los centros educativos. Su ofensiva sin cuartel contra la Mara Salvatrucha 13 y el Barrio 18, los dos grupos criminales más poderosos de Centroamérica, supuso un profundo deterioro de las libertades y asestó un durísimo golpe a los derechos humanos. Al mismo tiempo, tuvo éxito policial y le valió al joven mandatario una gran popularidad, que le permitió aprobar una batería de reformas y leyes propias de un régimen autoritario. El hecho de que al frente de la educación de un país esté un militar, que también es médico, supone de por sí una anomalía que transmite la idea de las prioridades del Gobierno.

“A los que no les gustan las medidas que se están tomando en El Salvador, no se preocupen, pueden volver a la indiferencia de antes, como cuando no les importaba lo que pasaba acá cuando mataban 30 salvadoreños diarios”, escribió el presidente en su cuenta de X. La simpleza de la afirmación es desarmante, a la par que eficaz entre los sectores más vulnerables de la sociedad, golpeados durante décadas por el avance de las pandillas. “Yo o la violencia”, viene a decir Bukele, una fórmula retórica clásica utilizada por caudillos de todo color.

El segundo memorándum difundido por la ministra Trigueros regula la “promoción de la cortesía escolar”. “Con este reglamento fomentaremos valores esenciales como el respeto y la cortesía entre nuestros estudiantes, docentes y personal administrativo. Queremos que cada niño y adolescente crezca practicando expresiones tan sencillas pero fundamentales, como: ‘Buenos días’, ‘Por favor’ y ‘Gracias’, fortaleciendo así la cultura ciudadana en nuestras escuelas”, especificó la capitana, en un intento de quitar hierro a su primera circular.

A falta de conocer los métodos empleados para lograr sus objetivos, usuarios de las redes han cuestionado a la ministra por la total ausencia de criterios pedagógicos en estas primeras circulares. Lo que sí ha quedado claro es el propósito de borrar cualquier rastro en los colegios de las subculturas de las pandillas. “Así eran antes los centros educativos en nuestro país: lugares de reclutamiento de pandilleros. Y no eran pandillas cualquiera, sino las más sanguinarias del mundo”, escribe Bukele en un tuit al que acompaña un vídeo, que muestra los disturbios desatados en un instituto técnico. El episodio se zanjó con el despido, anunciado por la propia ministra, del director y del subdirector del centro.

El mandatario trató de zanjar el debate difundiendo un antiguo reportaje de Univision sobre alumnos y pandilleros. Y en otro vídeo en su perfil defiende su plan con una pregunta: “¿A qué nos llevó la modernidad?”. El falso paralelismo entre progreso y violencia, mientras tanto, coincidió con los 100 días de la detención de la abogada Ruth López, directiva de la ONG Cristosal y destacada defensora de los derechos humanos en El Salvador. “Tengan decencia. Liberen a Ruth”, tuiteó Juan Pappier, subdirector para las Américas de Human Rights Watch.

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Sobre la firma

Francesco Manetto
Es editor de EL PAÍS América. Empezó a trabajar en EL PAÍS en 2006 tras cursar el Máster de Periodismo del diario. En Madrid se ha ocupado principalmente de información política y, como corresponsal en la Región Andina, se ha centrado en el posconflicto colombiano y en la crisis venezolana.
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