Matamoros
¿Tengo que explicar a mi hijo que puede ser asesinado por su tono de piel y sus rizos? No daré esa satisfacción a los racistas

Sigo esperando que la sociedad española salga en masa a manifestarse al grito de “las vidas moras importan” o “las vidas migrantes importan”. Ya puedo esperar sentada porque a estas alturas va a ser difícil revertir el silencio mediático, político y social ante el asesinato hace una semana de Younes Bilal en Mazarrón. Carlos Patricio B.M., de nacionalidad española, natural de Madrid, disparó a quemarropa a la víctima por razones netamente racistas, aderezadas, además, con cierto machismo. Según contaba este diario, fue después de defender a la camarera a la que Carlos Patricio increpaba por hablar con quien no debía (¿qué hace una mujer española mezclándose con moros? ¿Qué hace una de “las nuestras” simpatizando con varones de una especie considerada inferior?). Ya que siempre se pone tanto énfasis en la nacionalidad de los criminales cuando se trata de extranjeros, insisto: Carlos Patricio B. M., de nacionalidad española, natural de Madrid.
El apóstol Santiago hizo acto de presencia en Murcia empuñando un arma de fuego. No en vano el matamoros es uno de los iconos sobre el que los propagadores de odio construyen una identidad nacional excluyente y supremacista. Sueñan con la pureza, confunden ciudadanía con sangre, invocan la anacrónica reconquista y pretenden extirpar de la propia genética ocho siglos de historia y mezcla. Por no hablar de los moros de Franco. Eloy Martín Corrales ya se encargó en su momento de analizar la construcción de la imagen del magrebí en España. ¿Pero quién se va a interesar por las raíces coloniales del racismo morofóbico? Mejor poner una rodilla en el suelo, gritar “Black Lives Matters” y que de Bilal se ocupen otros. Ni siquiera los políticos que instrumentalizan el antirracismo como arma arrojadiza contra la ultraderecha, presentándose como su opuesto, han dicho ni media palabra. Y no me extraña: no estamos en campaña.
A la luz de este hecho yo tengo que asumir otro: que soy la madre de un joven cuyos rasgos pueden exponerle a perder la vida. Por ser como es, nada más. En su día tuve que contarle qué significaba la expresión “moro de mierda”, más tarde me vi obligada a prevenirle ante las identificaciones por perfil étnico. Si ya resultaba doloroso tener que decirle que va a ser discriminado y señalado, que lo va a tener todo más difícil, ¿ahora también tengo que explicarle que puede ser asesinado por su tono de piel y sus rizos? No les daré esa satisfacción a los racistas, no viviremos condicionados por su terrorismo.
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