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Viaje al epicentro de las lluvias: Poza Rica reclama celeridad a la ayuda

Cuatro días después del desbordamiento del río Cazones, los vecinos de una de las comunidades más afectadas en México por las lluvias torrenciales siguen removiendo lodo y se quejan de la ausencia de las autoridades

inundaciones veracruz
Verónica M. Garrido

“¡Ya hay luz, ya hay luz!”, gritan con euforia los vecinos de la colonia Ignacio de la Llave, en Poza Rica, en el Estado mexicano de Veracruz. Es martes, han pasado cuatro días desde que el río Cazones se desbordó con una fuerza devastadora, y apenas ahora algunos sectores comienzan a recuperar la electricidad. Los habitantes corren a enchufar los teléfonos y los pocos aparatos que sobrevivieron al agua que subió hasta cuatro metros y arrasó con todo. Las paredes siguen húmedas, el lodo llega hasta las rodillas y abunda el olor a descomposición de los animales bajo la tierra y el sol. En esta colonia, una de las más afectadas, el desastre sigue presente como si hubiera ocurrido la noche anterior. La ayuda y las autoridades llegaron tarde, aseguran los habitantes.

Las botas de hule se han vuelto parte del uniforme diario de los pozarricenses, igual que las escobas y palas. Algunos llevan cubrebocas mientras tratan de rescatar algo entre los restos, que son todos del mismo color del barro. Las imágenes se repiten por distintas calles: familias enteras sacan colchones, lavadoras, muebles y ropa a los montones que se hacen cada vez más grandes. Un convoy con unas quince pipas de agua y camiones con víveres circula por la carretera rumbo a Poza Rica. Los vehículos llevan carteles con letras grandes que anuncian: “Apoyo solidario de Ciudad de México a Veracruz”. Pero los vecinos aseguran que esa ayuda no ha llegado.

Con los primeros rayos del sol, los damnificados comienzan su rutina diaria para intentar limpiar donde parece que ha pasado un tornado. A diferencia de Huauchinango, en Puebla, donde militares, marinos y voluntarios trabajan de forma coordinada, en Poza Rica —un municipio de casi 190.000 habitantes— la organización de autoridades es escasa. Durante un recorrido de EL PAÍS por el epicentro de la emergencia —que ha dejado al menos 64 muertos y 65 desaparecidos en cinco Estados del país—, el personal militar y de Protección Civil se veía disperso o ausente. “Ya es el cuarto día y no llegan o están por poco tiempo. En las casas hay muchísimo trabajo. Los que vivimos aquí no nos damos abasto para sacar todo el lodo y lo que se echó a perder. Se necesita mucha ayuda”, denuncia Roberto, de 64 años.

Poza Rica está molesta y el descontento con las autoridades es generalizado. Los reclamos alcanzaron a la presidenta, Claudia Sheinbaum, cuando visitó el domingo la zona. Los habitantes la recibieron con gritos y exigencias. También critican las declaraciones de la gobernadora morenista Rocío Nahle, quien calificó lo ocurrido como “un ligero desbordamiento”. Las familias se quejan de la falta de advertencias y un plan de emergencia. La indignación se mezcla con el cansancio y la incertidumbre, que es lo que más abunda. Dicen no saber cuántas personas han muerto realmente en el Estado —la cuenta oficial es de 29 víctimas mortales— o qué ocurrirá con sus casas.

Las calles principales están tomadas por el caos. Los autos y camiones viajan de un lugar a otro para auxiliar, sin rumbo aparente, entre el tránsito confuso por la falta de semáforos. Los restaurantes y tiendas están cerrados y muchos negocios fueron saqueados durante los primeros días tras el desbordamiento. “La rapiña empezó rápido”, detalla Roberto. “Nos quedamos en nuestras casas para cuidar, aunque no queda nada que robar”, se resgina.

Los pobladores aseguran que la única ayuda real ha llegado de la Cruz Roja y de algunos influencers. El nombre de Yulay, un youtuber del Estado de México con más de siete millones de seguidores, se repite con frecuencia. Llevó víveres y agua hasta esas colonias. En sus redes sociales denunció que el gobierno le negó el paso a ciertas zonas para entregar los apoyos. Cuestionada sobre esa denuncia, la presidenta Sheinbaum respondió en la conferencia matutina del lunes que “el pueblo de México es muy generoso y siempre quiere apoyar”, y aseguró que su administración está trabajando “con toda transparencia” en la distribución de donaciones.

Por instrucción suya, la Secretaría de Economía instaló un grupo de trabajo encabezado por Marcelo Ebrard para coordinar la movilización de recursos y donaciones del sector privado. El objetivo, según explicó el secretario, es identificar las necesidades más urgentes junto con los gobiernos estatales y canalizar los apoyos de manera eficiente. Ebrard anunció este martes que, una vez superada la emergencia, se diseñarán programas de reactivación económica para las regiones afectadas.

Atrapados en Álamo Temapache

Las lluvias golpearon con fuerza a cinco Estados —Veracruz, Puebla, Hidalgo, San Luis Potosí y Querétaro—, la semana pasada, dejando a más de 100.000 viviendas damnificadas. Veracruz fue el más afectado, y el municipio de Álamo Temapache, a 55 kilómetros de Poza Rica, uno de los que más resiente la falta de ayuda. Allí, los vecinos viven desde hace días entre el lodo. Las escenas son parecidas, con calles cubiertas de muebles, árboles caídos y casas devastadas. Pero la diferencia es que en Álamo Temapache la ayuda ha llegado aún menos. Los caminos estuvieron bloqueados por deslaves, dificultando la comunicación.

Aquí el desastre los sorprendió de noche. Fue el jueves, cuando llegó “la pesadilla”, como la nombran los vecinos. Desde entonces, la lluvia es motivo de pánico. “Empieza a llover y pensamos que va a volver a pasar. No sabemos qué esperar”, cuentan con el sonido del arroyo que se llevó sus casas de fondo. La luz eléctrica va y viene.

Este martes, una caravana de la Cruz Roja con una ambulancia y cinco camionetas cargadas de alimentos y agua avanza desde Poza Rica hacia Álamo. Al verlos llegar, los vecinos corren hacia ellos. “¡Dejen comida aquí, somos muchas familias, ayuda!”, grita una mujer del otro lado de un puente que ya no existe, dejándola incomunicada.

Los voluntarios se estacionan frente a una fila de unas 300 personas. Reparten los kits de emergencia y atienden heridos dentro de la ambulancia. Gabriel López, responsable de la operación de inundaciones de la Cruz Roja Mexicana, señala mientras reparte las ayudas, que las lluvias han generado una situación compleja. “La operación enfrenta dificultades de acceso por bloqueos y derrumbes u otros percances como pueden ser llantas ponchadas”, explica. La misión en este municipio es entregar a alrededor de 2.000 familias, kits de alimento, higiene y limpieza proporcionados por donantes como Walmart. “Muchos voluntarios también han perdido sus casas, y trabajan bajo desgaste físico y emocional coordinando la entrega de ayuda y monitoreando riesgos de salud derivados de la inundación”, explica López.

Los héroes que no quieren ser héroes

Eran las cinco de la mañana del viernes en Poza Rica cuando Alejandro Olarte dejó de intentar dormir. Las advertencias sobre el aumento del nivel del río Cazones se habían multiplicado en redes sociales, pero nadie sabía con certeza qué tan grave era la situación. “Algo no sonaba normal”, pensó. Decidió despertar a su madre y a algunos vecinos. Subieron al coche y se marcharon minutos antes de que el agua alcanzara su calle. Desde su casa —que también era una pequeña tienda de abarrotes—, Olarte observa los restos de lo que fue su negocio, del que no quedó nada.

Historias como las de Olarte se repiten por todo Poza Rica. Personas que advirtieron a sus vecinos, que corrieron puerta por puerta, que ayudaron a subir a los techos. También se habla del hombre que activó el “silbato” de Pemex, la alarma de desastres del municipio, presuntamente por iniciativa propia, sin orden de sus superiores. “No me considero un héroe”, matiza Olarte. Como se repite en los desastres naturales, son los propios afectados quienes se vuelcan con las tareas. Los jóvenes cargan los muebles pesados, otros preparan comida para los vecinos o reparten agua. “Solo entre nosotros sabemos lo que estamos sufriendo”, dice Jorge desde Álamo. “Aquí ya no preguntamos ‘cómo estás’. Solo decimos ánimo”, concluye.

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Sobre la firma

Verónica M. Garrido
Periodista de EL PAÍS México. Antes estuvo en la sección de Ciencia, Salud y Tecnología. Graduada en Comunicación Social por la UAM-Xochimilco y Máster de Periodismo UAM-El País. Escribe ocasionalmente sobre deportes y en los tiempos libres disfruta haciendo fotografías.
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