Ir al contenido
_
_
_
_

La nostalgia de los jóvenes por el ‘boom’ de los 2000 arrasa en las redes sociales chinas

Bajo etiquetas sobre la belleza y las expectativas de los años de auge económico, millones de usuarios manifiestan su descontento ante las dificultades del presente

Inma Bonet

Hace dos décadas, en China predominaba la ilusión de que lo mejor estaba por llegar: más oportunidades, más apertura, más confianza. Ahora, sin embargo, millones de jóvenes miran atrás y se preguntan a dónde han ido a parar aquellas promesas. Como quien abre un viejo álbum de fotos, las generaciones millennial y Z del gigante asiático llevan meses compartiendo en redes sociales imágenes de inicios de este siglo para invocar “la belleza de los años de auge económico”. El tema del momento es un alegato a la nostalgia de un tiempo en el que la vida parecía avanzar sin tropiezos, pero también una manera velada de canalizar el descontento ante la desaceleración económica y las presiones sociales.

“Por fin te has despertado. Es una tarde cualquiera de 2005”. El breve texto aparece en pantalla con una tipografía que recuerda a los primeros ordenadores, con caracteres fríos y rectangulares. Se repite en cientos de publicaciones ―el año cambia entre 2000 y 2009― en Xiaohongshu (el equivalente a Instagram), en Bilibili (el YouTube chino) y en Douyin (la versión local de TikTok), plataformas donde acumulan millones de visualizaciones y han generado muchos debates.

Los vídeos y fotografías que acompañan ese mensaje reproducen, con textura de cinta VHS, escenas de un país que parece detenido en el tiempo: fachadas de edificios con ladrillos grisáceos, aulas silenciosas, parques con toboganes vacíos, la interfaz de Windows 98 o de QQ (la primera plataforma que popularizó el chat en tiempo real en China, similar a lo que Messenger representó en Occidente). De fondo, una melodía electrónica etérea refuerza la sensación de ensoñación.

El fenómeno conocido como Chinese Dreamcore ―o estética onírica china― mezcla la memoria visual del cambio de milenio con códigos digitales y sonoros que buscan despertar la melancolía. Además de escenas cotidianas, los usuarios recuperan aquella estética, maquillaje y publicidad y reconstruyen el imaginario de una época que asocian con optimismo y desarrollo. Insisten en que las canciones entonces transmitían ilusión, mientras que las letras actuales rezuman resignación o giran en torno a la mera supervivencia, y contraponen la sobriedad en la moda de hoy (predominan las prendas largas y holgadas y tonos neutros) con el estilo más atrevido que se veía en los campus universitarios, cuando eran frecuentes los tirantes, los pantalones cortos y los estampados.

La fotógrafa Er Shiyi trabaja desde este verano en un proyecto personal “con aires de los 2000”. Nacida en la década de 1990, recuerda la China de su adolescencia como “muy libre y llena de alegría”. “Había una explosión de todo tipo de cosas: artistas, programas de televisión, canciones, películas y series”, detalla. “Hoy todo va demasiado rápido” y su generación afronta “muchas presiones y retos”, afirma.

Apertura al mundo

Apelar a la “belleza” es, en realidad, remitir al ánimo de una nación que entonces se descubría capaz de todo. La entrada en la Organización Mundial del Comercio, en 2001, simbolizó la apertura de China al mundo, y la celebración de los Juegos Olímpicos de Pekín, en 2008, y la Exposición de Shanghái, en 2010, fueron el escaparate de su ascenso vertiginoso. Los salarios subían, el consumo crecía y las ciudades cambiaban de rostro a un ritmo frenético. Internet se popularizaba, los cibercafés se multiplicaban y la educación superior se expandía como pasarela hacia la movilidad social.

El relato de que el talento y el esfuerzo podían catapultarte a la cima ganó tracción. Aparecieron empresarios que encarnaban esa promesa, como Jack Ma, el fundador de Alibaba, o Pony Ma, de Tencent, y millonarios hechos a sí mismos en sectores tan dispares como el inmobiliario o el de las bebidas. Atreverse a arriesgarse era una virtud y la percepción extendida era que el futuro ofrecía mucho más que lo que dejaba atrás.

Ahora, sin embargo, el péndulo se inclina hacia la prudencia. El número de inscripciones para las pruebas de acceso a puestos públicos está en máximos históricos, con casi tres millones en 2024. Pese a que la economía china crece a un ritmo superior al 5% ―aproximadamente la mitad del registrado durante el ciclo dorado de 2001 a 2010―, la sensación general es la de un país que marcha a dos velocidades: por un lado, la producción industrial y las exportaciones mantienen el pulso incluso en plena guerra arancelaria, pero, por otro, el consumo interno continúa mostrando signos de agotamiento, reflejo de que el estado de ánimo ha cambiado.

“De niña creía que [cuando fuese adulta] habría más trabajo y que eso mejoraría las condiciones de vida de mi familia”, comenta Zhao Wenjun, de 22 años. Zhao está con una amiga en una tienda de fotos retro ubicada en el comercial barrio pequinés de Sanlitun. “Son como las que me hacía de pequeña”, declara entre risas, mientras enseña la ristra de pegatinas con sus caras que acaba de salir del fotomatón. Ha encontrado este local escondido a través de redes; la dueña del establecimiento asegura que los fines de semana recibe mucha clientela. Zhao viste pantalones vaqueros de campana con brillos y una camiseta de un equipo de fútbol. Se queja de la precariedad, la incertidumbre y el estrés.

La actual oleada de nostalgia dosmilera no es un simple retorno de lo estético. Es también la nueva forma con la que los jóvenes chinos expresan su descontento, y un ejemplo más de que, aunque el desencanto no siempre se manifieste en las calles, sí lo hace a través de internet. En China Digital Times, que monitorea la censura en China, creen que el “desafío” para las autoridades es que a través de símbolos cotidianos “se puede erosionar la confianza pública en el relato oficial”.

El pasado lunes, la Administración del Ciberespacio de China anunció que llevará a cabo “inspecciones exhaustivas de los temas de tendencia”. Entre los “problemas” que la entidad reguladora de internet pretende abordar figura “la excesiva promoción de emociones pesimistas”, la difusión de “consignas derrotistas” y la amplificación de “casos negativos para promover visiones nihilistas”.

El auge de esta tendencia digital coincidió en verano con la salida al mercado laboral de un número récord de 12,2 millones de graduados universitarios, que ahora se enfrentan a uno de los panoramas profesionales más complicados en décadas (con la excepción de los años de pandemia). En los debates que se han generado en redes, usuarios millennials ―en su mayoría mujeres, según la consultora ApertureChina― recuerdan que hasta hace no tanto podían elegir entre varias ofertas de empleo y despedían el año con bonos muy generosos. Sus contrapartes más jóvenes reaccionan con una mezcla de envidia y añoranza por algo que difícilmente experimentarán.

En agosto, la tasa de desempleo urbano para personas entre 16 y 24 años (excluyendo estudiantes) alcanzó el 18,9%, su nivel más alto en casi dos años, según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas. El máximo histórico (21,3%) se registró en junio de 2023, tras lo cual las autoridades suspendieron durante cinco meses la publicación de la cifra de paro, hasta que se cambió el modelo de análisis.

De ese desencanto han nacido en los últimos años distintos movimientos en internet, del tangping (“tumbarse”, un rechazo explícito a la competencia feroz) y el bailan (“dejar que se pudra”, es decir, evitar luchar por metas inalcanzables) al runxue (“filosofía de huir”, que alude a emigrar como salida ante la falta de oportunidades). La nostalgia por los tiempos de bonanza económica se suma ahora a ese repertorio.

El periodista Gao Yingshi, fundador de la newsletter Inside China, cree que la tendencia es una “crítica tajante” que “parece declarar que todas las dificultades actuales derivan del final del ciclo de ascenso económico”. En una conversación con este diario, Gao recalca que son “jóvenes de clase media de grandes ciudades” quienes sienten esa nostalgia y apunta que “para quienes vivían en condiciones económicas relativamente peores, el presente ofrece más seguridad, por ejemplo, frente al crimen organizado, y un Gobierno menos corrupto”.

Gao recupera una frase del creador de contenidos Zhang Beihai: “Este relato selecciona de manera interesada las experiencias de los más privilegiados y los momentos más deslumbrantes de aquella época (…). Pero esa supuesta edad dorada que hoy añoramos ya contenía las semillas de los problemas actuales”. “Los que crecimos en centros urbanos tenemos pocos recuerdos del caos que caracterizaba a buena parte de China en aquel periodo”, insiste Gao. “No los juzgo. Yo soy uno de ellos”, reconoce.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Inma Bonet
Es la colaboradora de EL PAÍS en Asia desde 2021. Reside en China desde 2015, primero como estudiante de chino y de un máster en Relaciones Internacionales en la Universidad de Estudios Extranjeros de Pekín (BFSU), y luego como periodista. Antes de unirse a este diario trabajó en televisión y radio.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_