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La guerra en Ucrania pone contra las cuerdas el tratado para abolir las minas antipersona

Zelenski anuncia que su país saldrá de la Convención de la ONU que prohíbe el uso de este armamento, una decisión que también preparan cinco países de la Unión Europea

Guerra de Rusia en Ucrania
Cristian Segura

En una guerra de trincheras como la de Ucrania ha quedado claro que las minas son un arma imprescindible para frenar al enemigo. Los ejércitos ruso y ucranio las utilizan masivamente en los 1.200 kilómetros de largo del frente. Es un recurso fundamental para congelar la línea de combate o para que los avances de infantería, sobre todo en la ofensiva rusa, sean lentos. Ante esta evidencia, el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, anunció este domingo que su país se retirará de la Convención de Naciones Unidas que prohíbe el uso y producción de minas antipersona.

La guerra en Ucrania ha dejado en horas bajas esta Convención, aprobada en 1997 en Ottawa (Canadá). Cinco países de la Unión Europea —Finlandia, Estonia, Lituania, Letonia y Polonia— han explicitado su intención de retirar su firma del tratado. Los gobiernos de los últimos cuatro países mencionados aprobaron un comunicado conjunto el pasado marzo en el que recomiendan salir de la convención contra la proliferación de las minas antipersona: “La situación de seguridad en nuestra región ha sufrido un serio deterioro. Se han incrementado claramente las amenazas militares contra los miembros de la OTAN vecinos de Rusia y Bielorrusia. Es esencial evaluar todas las medidas para fortalecer nuestras capacidades de disuasión y defensa”.

Un total de 166 Estados son firmantes del Tratado de Ottawa. No lo son las tres grandes potencias militares del mundo —Estados Unidos, China y Rusia— como tampoco la India o Pakistán. Este acuerdo, bajo supervisión de la ONU, se creó para erradicar el uso de las minas antipersona, por el elevado número de víctimas civiles que causan. Según un informe de la Cruz Roja Internacional de este junio, el 80% de los heridos por estas minas en el mundo son civiles. La ONU estima que en los más de tres años de invasión rusa, las minas han causado 1.500 heridos y muertos entre la población de Ucrania.

La cifra de bajas entre el personal militar por estos explosivos es muy superior a la de civiles. Roman Kuziv, teniente coronel de las fuerzas médicas del ejército ucranio, explicó el pasado marzo a EL PAÍS que las minas son la segunda causa de caídos en el frente, después de los drones. Estos aparatos no tripulados suponen hasta un 50% de las bajas, según Kuziv. Según un informe de este junio del centro de análisis estratégico estadounidense CSIS, el total de bajas militares de Rusia y Ucrania, entre heridos y muertos, es de 1,4 millones.

Minado mediante drones

El principal sistema utilizado actualmente por ambos contendientes para minar el frente es mediante drones, tanto aéreos como terrestres, que dejan caer las minas en los senderos y zonas alrededor de posiciones por donde deben transitar la infantería o vehículos ligeros.

La ONG Human Rights Watch estima que Ucrania cuenta hoy con cerca de 3,3 millones de minas antipersona heredadas de la Unión Soviética. Kiev había destruido hasta el inicio de la invasión, en 2022, más de 2,5 millones de estos explosivos soviéticos. Ya causó polémica en noviembre de 2024 que la Casa Blanca del expresidente Joe Biden transfiriera por primera vez minas antipersona a las Fuerzas Armadas de Ucrania.

Oleksii Reznikov, exministro de Defensa de Ucrania, reiteró el pasado enero que su país necesitaría por lo menos 30 años para desminarse por completo. Todavía hoy es frecuente ver a equipos de desminado en campos agrícolas de provincias como Kiev, Zhitómir o Chernihiv, que dejaron de sufrir combates en 2022. Zelenski afirmó que su ejército no tiene otra opción que utilizar este armamento ante un enemigo “que nunca ha sido partícipe de la Convención de Ottawa y que utiliza las minas antipersona con cinismo extremo”.

El Ministerio de Exteriores ucranio emitió un comunicado admitiendo que abandonar el Tratado “es una decisión política difícil, pero necesaria”. “Desde 2022, cuando Rusia lanzó la invasión a gran escala sobre nuestro Estado, el uso masivo de este armamento por su parte dio una ventaja asimétrica al agresor”, añade. “Enfatizamos que cuando Ucrania ratificó la Convención de Ottawa [en 2005], estas circunstancias no existían y no podían ser previstas”.

“Sin duda es una decisión difícil, que a nivel ético puede ser problemática, pero Ucrania necesita este recurso para defenderse, a nivel táctico no hay otra solución porque de no utilizarlo, sería abrir las puertas al ejército ruso”, concluye el general francés en la reserva Jérôme Pellistrandi.

Analistas consultados para este artículo coinciden en que es impensable que el ejército ucranio pueda renunciar a las minas antipersona. “Su uso es hoy crucial porque es la forma de frenar los asaltos de la infantería rusa. En una zona minada, el avance de sus soldados es más lento y permite que sean eliminados con drones”, ilustra Mijailo Samus, director del centro ucranio de análisis de defensa New Geopolitics.

Samus afirma que el Estado Mayor ucranio ha hecho todo lo posible para evitar el uso de estas minas antipersona y que en los dos primeros años de la guerra (2022-2023), su despliegue era mucho menor. Por entonces se apostaba por minas antitanques, porque los asaltos rusos se basaban en el ataque con blindados.

Ambos ejércitos han dejado a los carros de combate en un segundo plano desde 2024, porque son presas fáciles para los drones bomba. La táctica empleada de asalto por ambos ejércitos se centra en pequeñas unidades de infantería más difíciles de detectar, incluso montadas en motocicletas. “La razón básica de retirarse de la convención antiminas deriva de las tácticas rusas, que enfatizan el uso de infantería desechable”, dice Mikola Bielieskov, investigador ucranio del Instituto Nacional de Estudios Estratégicos y analista de la ONG Come Back Alive. “Si se emplean de forma inteligente, las minas antipersona reducen la presión sobre las posiciones avanzadas ucranias”.

Pese a la lógica militar, organizaciones por el desarme están elevando sus críticas desde que los Gobiernos de los países bálticos, Polonia y Finlandia comunicaran la pasada primavera su intención de abandonar el Tratado de Otawa. “Las prohibiciones globales de las minas terrestres antipersona y las municiones en racimo son dos de los logros humanitarios más significativos de la posguerra fría y han salvado decenas de miles de vidas, pero hoy estas normas, conseguidas con tanto esfuerzo, se ven amenazadas”, señala un manifiesto del 16 de junio de la Campaña Internacional para la Prohibición de las Minas Terrestres y Munición de Racimo (ICBL-CMC, en sus siglas en inglés).

“Cinco Estados de la región del Báltico han iniciado el proceso de retirada de estos tratados. Esto podría llevar a otros a hacer lo mismo”, advierte el ICBL-CMC. Las autoridades ucranias han resaltado precisamente los anuncios previos de estos aliados para tomar la decisión de salir de la Convención de Ottawa.

Pellistrandi opina que el uso ucranio de estas minas, como el que realizarían los países vecinos a Rusia, no contradice la finalidad básica del Tratado de Ottawa: “Estas minas no son utilizadas en zonas civiles y es para disuadir a un ejército agresor. Su finalidad es defensiva, para proteger a su territorio, y la amenaza rusa existe”.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario 'Avui' en Berlín y en Pekín. Desde 2022 cubre la guerra en Ucrania. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa y en 2025, el premio internacional de periodismo Julio Anguita Parrado.
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