Sábado de instrucción militar para civiles en Polonia: “Quiero aprender cosas útiles en caso de guerra; es mi deber patriótico”
El Gobierno de Tusk redobla los esfuerzos para entrenar a la población ante la amenaza rusa. El objetivo: formar a 100.000 voluntarios al año


El viento del Báltico sopla fuerte y el cielo ennegrecido amenaza tormenta. La marcha militar Warszawskie dzieci (Niños de Varsovia) a todo volumen evoca el levantamiento de la capital polaca frente al ejército alemán en 1944. La música envuelve de épica la 43ª Base de la Fuerza Aérea Naval de Gdynia —a aproximadamente 70 kilómetros de la frontera rusa de Kaliningrado y a 25 de la península de Westerplatte, donde comenzó la Segunda Guerra Mundial—. “Es para motivarlos. Al principio están un poco asustados”, explica el teniente coronel Maciej Hulisz señalando a unos grupos dispersos en una enorme pradera. Son 200 civiles, de entre 15 y 53 años, que han decidido pasar el último sábado de mayo entrenando con el ejército.
Tomasz Kuczynski, de 16 años, es uno de los más jóvenes. Ha ido obligado, junto a su hermano y su padre. A él no le interesa ser soldado, pero reconoce que al final se lo está pasando muy bien. “Pensé que iba a ser una cosa más militar, con gritos, órdenes, disciplina”, cuenta con timidez después de tomarse una contundente sopa de campaña para reponer fuerzas y entrar en calor. Le han enseñado cómo disparar —sin munición— y desmontar un MSBS Grot, un rifle del calibre 5,56 y 3,8 kilos de peso. Lanzar granadas le ha parecido lo más divertido, pero se queda con los primeros auxilios: “Son muy necesarios en la vida cotidiana”.
“Quiero aprender cosas útiles en caso de guerra; es mi deber patriótico”, explica Kuczynski con la ayuda de Piotr Langenfeld, portavoz de la 7ª Brigada de Defensa Territorial de Pomerania, que le hace de traductor. “Llegará un momento para actuar, sin tiempo de aprender. La amenaza es real, es posible. Veo lo que pasa al otro lado de la frontera”, dice el joven refiriéndose a la invasión a gran escala de Rusia en Ucrania. “La guerra no termina y hay información de que Rusia está amasando miles de soldados en la frontera Este [en Bielorrusia]”, señala el portavoz. “Probablemente, se estén preparando para los ejercicios Zapad, pero puede pasar cualquier cosa; hay riesgo de que invadan los países bálticos”, alerta.

En Polonia se toman muy en serio la defensa y la amenaza rusa. Es de las pocas cosas que unen a este país profundamente dividido y que, con un 4,7%, está a la cabeza de la OTAN en gasto militar sobre PIB. El primer ministro liberal-conservador, Donald Tusk, y su equipo están en modo preguerra, preparándose para lo peor. El dirigente anunció en marzo ante el Parlamento que su Gobierno ultima “una formación militar a gran escala para todos los varones adultos”.
Las palabras del primer ministro generaron revuelo, porque sonaron a la vuelta del servicio militar obligatorio. En Polonia, la mili se suspendió en 2010, pero no está abolida y se puede reactivar en caso de crisis. Un mes después, Tusk afinó y aseguró que el objetivo era aumentar la capacidad para entrenar a 100.000 voluntarios al año desde 2027. “Más allá del ejército profesional y más allá de las Fuerzas de Defensa Territorial, debemos construir, en efecto, un ejército de reservistas”, subrayó.

Con 208.000 militares y paramilitares en servicio a finales del año pasado, el polaco es el tercer ejército en número de efectivos de la Alianza Atlántica. Si se suman reservistas, soldados en formación, voluntarios en el servicio militar básico y estudiantes de academias militares, la cifra llega a 300.000. Pero quieren más. “Necesitamos medio millón”, afirmó Tusk en marzo.
El Ministerio de Defensa coordina varios programas para despertar vocaciones militares y animar a los civiles a entrenar. La esperanza es que se acaben alistando como voluntarios o profesionales. Y en todo caso, que aprendan a desenvolverse en caso de crisis. Empiezan desde la escuela primaria, ofrecen adiestramiento básico los sábados en todo el país, hasta el 5 de julio, y rematan con una propuesta para pasar un mes de vacaciones de verano con una instrucción más real, intensiva y pagada (6.000 eslotis, unos 1.400 euros), que termina con un juramento militar.
Aprender a manejar un rifle
En esas estaban el 31 de mayo en Gydnia. Anna Rybolowicz, supervisora de calidad, seguridad y salud en una empresa, de 40 años, se apuntó al entrenamiento con su hijo Jakub, de 17 años. Ataviada con casco, chaleco antibalas y otros equipamientos militares cuenta que, ante la incertidumbre de qué va a pasar con la guerra en Ucrania, quería sentirse más segura. “Espero aprender a manejar un rifle y saber qué hacer en caso de alarma”, detalla.

“Yo pensaba que si sonaban las sirenas había que salir corriendo, pero nos han explicado los distintos tipos que existen, y que hay que buscar refugio y esperar ayuda”, comparte Agnieszka Pappe, una mujer de 26 años que trabaja en una empresa tecnológica. La joven, que quiso participar en el entrenamiento del año pasado, pero ya estaba lleno —van por la sexta edición, con más de 30.000 participantes—, no cree que haya un riesgo real en Polonia. “Pero me siento más segura si sé cómo reaccionar. Sé que no va a pasar nada, pero quién sabe...”. Para ella la preparación de la jornada es, sin embargo, demasiado básica, pero le vale como primera aproximación. “Y, además, es gratis”.
Los participantes aprenden también qué deberían meter en una mochila en caso de tener que evacuar. “Si solo pudiese coger dos cosas, serían madera y algo para hacer fuego, que no sean cerillas”, explica el coronel Hulisz. También les enseñan cómo trabajan los perros y equipos de rescate. Cómo colocarse una máscara de gas y otros equipos de protección. Cómo hacer un torniquete o evacuar a personas inconscientes. O cómo orientarse como una brújula y un mapa.

Entre los participantes hay de todo. Adolescentes, mujeres jóvenes y de mediana edad, hombres vestidos de camuflaje, gente sin ningún interés en las armas que cree que el Gobierno exagera con la retórica alarmista pero con ganas de sentirse autosuficiente. También hay algún preparacionista, como Marcin Banasiak, de 53 años, que ha viajado 200 kilómetros desde Brodnica para ver cómo trabajan en el ejército y mejorar sus conocimientos. Se lleva técnicas de orientación y navegación con el manejo de la dirección acimut que usan en el ejército, y solo con eso se da por satisfecho.
Banasiak no necesita que le enseñen cómo manejar un rifle: tiene 14 en casa, entre ellos, fusiles AR-15 semiautomáticos. “Debería ser parte de las destrezas nacionales, la gente no debería tenerle miedo a disparar”, dice, y critica que el Gobierno no facilite este entrenamiento de forma gratuita a gran escala.

“En caso de ataque, estoy preparado”, asegura este hombre, jefe de operaciones de una empresa privada. Además, es cazador y se siente seguro para sobrevivir en el bosque. Banasiak no quiso hacer la mili cuando le tocó en los años noventa, pero tiene claro que si fuera necesario, se uniría al ejército. “Me iría al este para asegurar la frontera o no podría mirar a mi familia y amigos a la cara. Solo hay una dirección posible”, dice envalentonado.
El temor a que la guerra se extienda a los vecinos de la OTAN es menor ahora que en abril de 2024, según una encuesta de CBOS, el instituto demoscópico público polaco. Si Rusia atacara Polonia, sin embargo, la estrategia más común declarada por los consultados (37% este año, 30% el pasado) sería apoyar la defensa del país, pero sin participar en combates. Solo el 11% tomaría las armas, frente al 14% del año pasado.
El CBOS preguntó también a los encuestados si les gustaría participar en algún tipo de formación militar. Algo más de la cuarta parte (26%) manifestó su interés, pero solo uno de cada 20 (5%) lo tenía claro. En cambio, en el grupo mayoritario que no estaba interesado en la formación, la mayoría (45%) afirmaba que no les interesaba nada. Por eso el Gobierno despliega todo tipo de actividades para hacerlo atractivo, empezando desde el colegio.
El coronel Tomasz Gergelewicz, experto principal en el Centro de Operaciones del Ministerio de Defensa, coordina el proyecto de formación desde la infancia. “Nuestra situación geopolítica y nuestra historia apuntan a que tenemos que ser conscientes y hablar de la seguridad desde la escuela primaria”, explica, con soldados que acuden a los colegios y adaptan las enseñanzas según la edad de los alumnos. Es un reto llegar a los 38 millones de polacos e inculcarles “esta noción de crear resiliencia”, asegura en una cafetería en Varsovia.
No es solo para que los militares sepan que pueden contar con una población preparada para apoyarles en caso de conflicto, aclara. Es también para que sepan protegerse ante catástrofes naturales o apagones. Y para que sean conscientes de la desinformación que sufren a diario. “Sabemos muy bien que la principal amenaza viene de Rusia y Bielorrusia”, subraya Gergelewicz. “No solo los soldados protegen a la patria, es toda la nación. Cuanto más preparada esté la sociedad, más lo estará el país”.
En la base de Gdynia que construyó el ejército alemán, usaron después los comunistas y hoy alberga fuerzas polacas y de la OTAN, los civiles se toman muy en serio su día con el ejército. Tras una pausa, se ponen en formación, intentando estar muy rígidos, en dos filas y a las órdenes de un soldado, para dirigirse a su próximo punto de entrenamiento. La marcha, sin embargo, pierde todo carácter marcial, los pasos desordenados, cabezas en todas las direcciones y ni rastro de rectitud. Más como un simple paseo. El teniente coronel Hulisz, subcomandante de la 7ª Brigada de Defensa Territorial de Pomerania, en la vecina Gdansk, sonríe observándolos. “Ni uno solo ha empezado a marchar con el pie izquierdo”, como mandan los cánones.

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