El viaje de Trump por Oriente Próximo relega a Israel a un incómodo segundo plano
El presidente de EE UU se acerca a los países del Golfo en una gira que subraya sus fricciones con Netanyahu, sobre todo por Irán y Gaza
Las enormes sonrisas que se intercambiaban Donald Trump y el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, en la Casa Blanca al anunciar en febrero su plan para convertir Gaza en la Riviera de Oriente Próximo parecen quedar ahora lejos. El presidente de Estados Unidos concluye este viernes una gira por esa región, que no ha incluido a Israel, y en la que ha reforzado sus relaciones con las monarquías del Golfo a golpe de contratos millonarios. Durante su viaje, el republicano ha impreso un giro a su política en la zona al devolver a Siria a la comunidad internacional y confirmar que el acuerdo nuclear con Irán va por buen camino. Todo para disgusto de Israel. El país que presume de ser el mejor aliado de Washington en la región ha tenido que conformarse con observar desde lejos ese acercamiento, mientras en las últimas semanas ha acumulado fricciones con Estados Unidos, sobre todo por Irán, pero también a cuenta de Gaza.
En las últimas semanas, Trump ha dado golpes de efecto en Oriente Próximo para los que no ha contado con su gran socio geopolítico, relegado a un segundo plano. El más reciente ha sido su reunión del miércoles con el nuevo líder sirio, Ahmed al Shara, en Riad, durante su gira por Arabia Saudí, Qatar y Emiratos árabes Unidos, la primera de este mandato, que siguió al anuncio efectuado en la víspera del levantamiento de las sanciones contra ese país. Washington había mantenido esas medidas a pesar del derrocamiento del régimen de Bachar el Asad en diciembre.
Trump ha hecho para ello caso omiso a que Israel le había pedido que mantuviera las sanciones. El Gobierno de Netanyahu define al ahora presidente interino sirio como un yihadista- su organización, Hayat Tahrir al Sham, estuvo vinculada a Al Qaeda hasta 2016- camuflado con traje y corbata.
Antes habían llegado otras iniciativas de las que Israel se enteró al mismo tiempo que la prensa. La primera, el inicio de las negociaciones nucleares entre Washington y su némesis regional, Irán -Trump aseguró este jueves que ambos están muy cerca de rubricar un pacto-. La segunda, el acuerdo cerrado con los rebeldes hutíes en Yemen para que estos milicianos dejen de atacar a los buques mercantes que atraviesan el mar Rojo, a cambio de que EE UU dejara de bombardearlos.
Ese acuerdo de principios de mayo no obliga a los hutíes a dejar de lanzar misiles a Israel en represalia por su ofensiva en Gaza. “El mensaje a la región fue claro: Israel ya no es una de las principales prioridades estadounidenses”, escribió entonces Itamar Eichner, corresponsal diplomático del portal israelí Ynet.
Mientras el presidente estadounidense alardeaba de ese pacto en Riad, en Jerusalén y Tel Aviv sonaban este martes las sirenas para alertar de que se aproximaba un misil hutí.
Israel también quedó fuera de juego en las negociaciones secretas de la Administración de Trump con el grupo islamista palestino Hamás, que dieron como resultado la liberación el pasado lunes del soldado Edan Alexander. Este militar era el último rehén vivo con nacionalidad estadounidense de los 59 -casi todos israelíes- que el grupo islamista palestino retiene del total de 251 que tomó durante los ataques del 7 de octubre de 2023 en Israel. La respuesta israelí a esos ataques fue desencadenar la ofensiva en Gaza.
Netanyahu trató luego de arrogarse el mérito de esa liberación, atribuyéndola en parte a la presión militar en la Franja. Para el columnista del diario Haaretz Yossi Verter esa negociación de Washington con Hamás infligió al primer ministro israelí una “humillación dolorosa”.
Una guerra “brutal”
Cuando Trump anunció durante su reunión de febrero con Netanyahu en la Casa Blanca su proyecto de convertir Gaza en un complejo playero de lujo -la Riviera de Oriente Próximo- el primer ministro israelí se mostró entusiasmado con un proyecto que enseguida hizo suyo. Ese plan sigue ahí, pero el primer ministro israelí y el presidente de Estados Unidos discrepan en un aspecto fundamental: Trump quiere acabar cuanto antes con la guerra que este miércoles definió como “brutal”, mientras que Netanyahu ha dicho que solo le pondrá fin cuando obtenga una “victoria total” sobre Hamás.
Washington está dando estos días muestras de cierta irritación ante la intransigencia del primer ministro israelí. El secretario de Estado, Marco Rubio, aseguró este jueves haber mantenido una conversación con Netanyahu, en la que le expresó la preocupación de su Gobierno por la situación humanitaria en Gaza.
El diario Haaretz había revelado el día anterior cómo el enviado especial de Trump para Oriente Próximo, Steve Witkoff, ha llamado en sucesivas ocasiones a Netanyahu esta semana para instarle a ser más flexible en las negociaciones que Israel mantiene en Doha, la capital catarí, con Hamás. Ese diálogo sigue sin dar fruto porque Netanyahu se niega a acabar con la ofensiva israelí, incluso si el grupo islamista palestino devuelve a todos los rehenes. Todo lo contrario, el pasado día 5 anunció su intención de conquistar y ocupar ese territorio palestino.
En su última etapa de su viaje este jueves, Emiratos Árabes Unidos anunciaron una inversión de 1,4 billones de dólares (1,25 billones de euros) en 10 años en EE UU. Antes Arabia Saudí y Qatar habían agasajado también a Trump y rubricado acuerdos multimillonarios de compra de armas, aviones y tecnología con Estados Unidos. Al mismo tiempo, Israel recrudecía sus bombardeos en Gaza y mataba a cerca de 200 palestinos en 48 horas. Alejaba así, si cabe aún más, esa paz que el republicano dice querer. Aunque sea para hacer negocios y construir rascacielos y campos de golf en la Franja, después de expulsar a su población.
Rouzbeh Parsi, del Programa para Oriente Medio y el Norte de África del Instituto Sueco de Asuntos Internacionales, cree que “Trump probablemente está escuchando a los países del Golfo que le dicen que siga negociando con Irán y que detenga a los israelíes en la Franja. En ambas cuestiones, Netanyahu está en el lado opuesto”.
El presidente de EE UU aspira, además, a impulsar el creciente papel de mediadores diplomáticos de países como Qatar -el mediador con Hamás- o Arabia Saudí, anfitrión en varias rondas de las conversaciones sobre Ucrania. Le interesan como inversores, como clientes de productos de defensa -en Riad, Estados Unidos ha firmado acuerdos por 600.000 millones de dólares- y tecnología estadounidense, y como exportadores de energía. No menos como piezas clave en su intento de controlar los precios internacionales del gas y del petróleo.
Para el investigador mexicano Fernando Carvajal, especialista en Yemen y en política exterior de Estados Unidos en Oriente Próximo -fue miembro del Grupo de Expertos de la ONU sobre Yemen entre 2017 y 2019−, en Oriente Próximo, el presidente republicano busca sobre todo “garantizar los intereses de Estados Unidos”, incluso si para ello tiene que irritar a Israel, explica desde Los Ángeles.
“Trump no ha vendido a Israel” en asuntos como el pacto de no agresión con los hutíes, dice este experto, “pero no está ayudando a Netanyahu”. El estilo del mandatario es aplicar uno de sus lemas, recuerda: el “America First” (Estados Unidos, primero).
El presidente estadounidense insiste en que las relaciones con Israel siguen siendo excelentes, pero funcionarios de ambos países, mencionados sin citar su nombre en un análisis de Haaretz, aseguran que la relación entre Netanyahu y Trump “ha tocado fondo”.
“Parece que la paciencia de Trump con las maniobras de Netanyahu está disminuyendo”, asegura Rouzbeh Parsi. Para este experto la cuestión “más difícil” es “qué significará este distanciamiento a medio plazo y si se convertirá en una política y no en una disputa temporal”. Por ello recomienda cautela a la hora de hablar de un enfriamiento de las relaciones.
Israel es aún un aliado que Washington considera imprescindible pese al papel secundario al que se ha visto relegado estos días. Al antiguo promotor inmobiliario que es Trump no se le han olvidado sus sueños de hacer de Gaza la Riviera de Oriente Próximo. Desde Abu Dabi, este jueves proclamaba que sigue queriendo que Estados Unidos “posea” la Franja. Quiere convertirla, dice, en “una zona de libertad”.
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