Sadam Husein, el dictador que se ocultaba en un agujero
Las tropas de EE UU tardaron ocho meses en capturar vivo a al exdictador de Irak, Sadam Husein.


Era un sábado de diciembre de 2003, apenas ocho meses después de la caída de Bagdad, cuando 600 soldados de la Cuarta División de Infantería de EEUU se movilizaban en torno a una pequeña aldea a orillas del Tigris tras confirmar la información recogida por sus servicios de inteligencia de que Sadam Husein se encontraba escondido en una casa de adobe. La población de Adwar iba a presenciar la que los estadounidenses bautizaron como Operación Amanecer Rojo y que culminó con la detención del exdictador iraquí. La carta más alta en la baraja de hombres del régimen en busca y captura que los estadounidenses llevaban meses repartiendo por Irak para animar a la población civil a delatar al círculo próximo de Sadam.
Sin que hubiera amanecido todavía, los soldados comenzaron a registrar casa por casa hasta que en el jardín de una encontraron lo que en la jerga militar se denomina un "agujero de araña", es decir, un agujero en el suelo cuya estrecha abertura al exterior da paso a un lugar enterrado más o menos espacioso. Las sospechas de que allí se encontraba el exdictador iraquí quedaron confirmadas cuando a una voz de mando apareció su cabeza con un aspecto mucho más envejecido y cansado del que los iraquíes solían ver a diario en medios de comunicación y profusa cartelería callejera durante los años que permaneció en el poder. Inmediatamente y con cámaras que grabaron el momento, Sadam fue sometido a un examen médico para determinar su estado de salud.
El general Ricardo Sánchez, jefe de las fuerzas estadounidenses en Irak, aseguró entonces: "Sadam Husein nunca más volvar a tener una posición de poder". Tenía razón. Un diciembre tres años después, un verdugo ejecutaba la sentencia a muerte dictada por un tribunal iraquí.
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