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Si con un implante cerebral mejoramos nuestras capacidades, ¿lo prohibimos o lo hacemos universal?

El neurocirujano español Rafael Yuste no tiene una respuesta clara a esta pregunta. Pero señala que este avance tecnológico debería regirse con estándares éticos médicos. Lo escribe en su próximo libro, del que ‘Ideas’ adelanta un extracto

Implante cerebral

Los casos incipientes de compañías que venden dispositivos de estimulación transcraneal y la posibilidad de que entren en el mercado aparatos de neurofeedback con medidores portátiles de actividad cerebral abren las puertas a la posibilidad de la aumentación mental, es decir, la utilización de neurotecnología para incrementar las capacidades mentales y cognitivas de nuestra especie. ¿De qué estamos hablando? Imaginad la posibilidad, no solo de poder comunicarnos mentalmente o manejar instrumentos sin abrir la boca o mover un dedo, sino también de aumentar nuestra capacidad de memoria, de poder procesar información visual más rápidamente, de tener acceso inmediato a enormes bancos de datos cuando pensamos sobre las cosas, o incluso el planear nuestro comportamiento o nuestras acciones de una manera más inteligente o efectiva.

Imaginad la reprogramación de nuestra actividad cerebral, poder aumentar o disminuir ciertos aspectos de nuestra personalidad, como una especie de cirugía estética, pero esta vez psicológica en vez de física. Aunque esto pueda parecer algo increíble, en realidad no debería sorprenderos, ya que todas estas capacidades mentales de los seres humanos se realizan a través del cerebro, o del sistema nervioso para ser exactos, y si podemos cambiar su actividad, también podremos cambiarlas.

Como ya hemos comentado anteriormente, los humanos llevamos aumentando nuestras capacidades desde el comienzo de nuestra historia: el fuego, la rueda, la imprenta, la máquina de vapor, los automóviles, los aviones, los ordenadores, etc., son todas ellas invenciones para poder hacer las cosas mejor. Las mismas gafas que llevo puestas permiten que vea con unos ojos con presbicia. Entonces, ¿por qué no vamos a poder aumentar nuestra visión con neurotecnología y gafas inteligentes que nos permitan analizar lo que vemos? No solo llevamos aumentándonos con tecnología toda nuestra historia, sino que hacerlo es en gran medida lo que nos define como especie. El filósofo alemán Martin Heidegger define al ser humano como el animal que fabrica herramientas, pero ¿para qué queremos herramientas si no es para poder hacer cosas que no podemos hacer de mejor manera? Lo llevamos en el ADN y no vamos a parar. De hecho, es ahora cuando de verdad podremos aumentarnos, ya que somos animales mentales.

Por nuestra historia como especie, y por nuestra sociedad y cultura tan competitivas, mi sincera opinión es que la aumentación mental y cognitiva con neurotecnología es inevitable. Es algo que doy por hecho, y debemos afrontar los grandes desafíos éticos y morales que conlleva. Una pregunta fundamental es qué especie humana queremos ser. Otra cuestión importante es quién controla las reglas del juego o decide quién se puede aumentar o no. Son cuestiones peliagudas: por ejemplo, en la reunión del grupo de Morningside, con veinticinco neurocientíficos expertos [en materia de derecho y ética] de todo el mundo, había veinticinco opiniones distintas sobre qué hacer con la aumentación mental: unos proponían prohibirla, otros decían que debía ser universal. Digerir este problema es algo en lo que estamos trabajando y sobre lo que todavía no tengo una opinión establecida, pero una idea que estamos explorando es la posibilidad de que la neurotecnología de aumentación mental, aunque esté basada en instrumentos portátiles, quede bajo control médico y se le aplique la regulación médica. Es lo que llamamos el “modelo médico” de la neurotecnología, considerándola como tecnología médica, aunque se utilice fuera del ámbito clínico, garantizando así que se apliquen los estándares éticos médicos, anclados en el principio universal de justicia, beneficencia y dignidad humana. Este modelo médico está codificado en el anteproyecto de ley de neuroprotección de Chile, todavía sin aprobar, y ha sido apoyado por el grupo consultivo de expertos del Gobierno británico sobre neurotecnología. ¿Cómo funcionaría en este caso? Un ejemplo sería la normativa desarrollada para controlar el trasplante de órganos, en el que normalmente hay menos donantes que posibles receptores. En estos casos, que son muchas veces casos de vida o muerte, la persona que recibe el trasplante no es la más guapa, la más rica o la más poderosa, sino que un panel de médicos y una comisión ética deciden, con absoluta independencia, quién es el paciente que será más beneficiado por el trasplante. Como son procedimientos tan importantes, la regulación de donaciones de órganos es absolutamente nítida, y el tráfico de órganos o infringir la ley está penalizado con enormes castigos. El modelo médico es solo una propuesta, ya que apenas estamos empezando a desbrozar el camino para entender la aumentación mental, un tema sobre el que espero tener las ideas más claras en el futuro.

Hablando del modelo médico, una posibilidad terapéutica sería desarrollar la aumentación mental utilizando dispositivos invasivos implantables como chips inalámbricos o prótesis cerebrales, por ejemplo. Como ya hemos visto, estos dispositivos se empiezan a utilizar en el ámbito clínico, y hay algunas empresas que, como la compañía Neuralink, que es propiedad de Elon Musk, el hombre más rico del mundo y que interviene en la política a su antojo, promueven abiertamente la utilización de neurotecnología implantable para aumentar a los seres humanos con IA. Ahora bien, para insertar un dispositivo en el cerebro de una persona se necesita un neurocirujano, por lo que la implantación sería un procedimiento médico, regulado por todas las leyes sanitarias y que requeriría la aprobación de los comités de ética médica correspondientes. Quiera Musk o no, sus chips solo se podrán implantar bajo una estricta supervisión médica y para casos clínicos que los necesiten, no para fabricar superhumanos a su antojo. Por ello, animo a los lectores a que no se alarmen por las declaraciones exageradas de Musk o de gente parecida, y que consideren que estos dispositivos de Neuralink son algo esencialmente positivo, ya que traerán beneficios a los pacientes, ya que están y estarán, necesariamente, en manos de los neurocirujanos.

Sin embargo, se están desarrollando chips miniaturizados e inalámbricos que podrían ser inyectables, como el “polvo neuronal”, que podrían implantarse en el cerebro con procedimientos que no serían quirúrgicos, sino radiológicos, igual que la angioplastia coronaria para colocar los stents coronarios, utilizando las vías sanguíneas para acceder al cerebro desde dentro. Yo también animaría a los lectores a no alarmarse ante la posibilidad de pensar que les van a poner un chip cerebral en contra de su voluntad y sin enterarse de que eso ocurre, ya que estos procedimientos están siempre realizados y supervisados por personal médico y por ello estarán protegidos por la regulación médica y las leyes sanitarias. Desafortunadamente, hay muchas ideas paranoicas sobre implantación de chips cerebrales para leer la mente de las personas, pero no tienen ningún atisbo de realidad y no ocurrirán, ya que serán procedimientos médicos. Aunque hay que preocuparse de los problemas éticos y sociales de la neurotecnología, en el tema de los chips cerebrales quiero mandar un mensaje de tranquilidad: podemos dormir tranquilos, nadie nos va a poner un chip.

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