“Picasso es el nombre de pizzería más frecuente en el mundo”: ¿hemos corrompido al genio malagueño?
Con la exposición ‘PI©A$$O™', Rogelio López Cuenca hizo una revisión crítica del artista español más célebre del siglo XX, al incidir irónicamente en su naturaleza de producto mercantil. Ahora llega a la galería àngels Barcelona


Aunque sobre Picasso todo se cree dicho y consabido, el también artista Rogelio López Cuenca (1959, Nerja, Málaga) se enteró de unas cuantas cosas llamativas cuando, hace casi un cuarto de siglo, comenzó su investigación sobre lo que él llama “la picassización de Málaga”. “Fue en los años previos a la inauguración del Museo Picasso, que tuvo lugar en 2003”, recuerda. “Descubrí que la primera placa en la supuesta casa natal de Picasso se colocó en 1961, con motivo del 300 aniversario de la muerte de Velázquez [la placa reza “recuerdo del IV Congreso de Cooperación Intelectual celebrado en honor de Velázquez”], y que lo hizo el Instituto de Cultura Hispánica, que entonces dirigía nada menos que Blas Piñar, quien después crearía el partido ultraderechista Fuerza Nueva. Ya entonces se había empezado a disputar el capital simbólico de la marca Picasso a las vanguardias y al partido comunista, para vincularlo ante todo a lo español”.

Su proyecto generó un ingente archivo de imágenes, y obtuvo un momento de particular visibilidad entre julio de 2023 y enero de 2024, cuando, bajo el título PI©A$$O™, López Cuenca desplegó por diez museos estatales (entre ellos los museos Cerralbo, Lázaro Galdiano, de artes Decorativas, del Romanticismo y del Traje de Madrid, el Museo Nacional de Escultura de Valladolid o El Museo Nacional de Investigación de Altamira de Santillana del Mar) una gran exposición con piezas creadas específicamente y otras provenientes del archivo, en diálogo con las propias colecciones de estos centros. Aquel artefacto suponía una revisión crítica del artista español más célebre del siglo XX, al incidir irónicamente en su naturaleza de producto mercantil, en plena conmemoración de los 50 años de su fallecimiento. Y ahora llega, en una versión destilada a través de una selección de obra, a la galería barcelonesa àngels Barcelona, entre el 18 de septiembre y el 8 de noviembre. La muestra, que incluye diversos materiales visuales, textuales y documentales, ha sido uno de los platos fuertes de esta edición del Barcelona Gallery Weekend, que del 18 al 21 de septiembre inauguró la nueva temporada de las galerías de arte barcelonesas.

Tal y como explica el propio texto de la exposición, con ella Rogelio López Cuenca (Premio Nacional de Artes Plásticas en 2022) aborda la figura de Picasso como un signo cultural sobredimensionado, “convertido en marca registrada, recurso turístico, icono nacional y fetiche de consumo global”. Esto puede apreciarse desde el escaparate mismo de la galería, donde el pintor aparece multiplicado bajo las mil formas que puede adoptar un souvenir, incluido el caganer que defeca monedas doradas. Se abren así varias vías de análisis, todas muy fecundas, que pasan por el estatus de estrella mediática, tempranamente pop, del que el pintor empezó a disfrutar ya en vida. “Lo que podemos llamar el caso Picasso es algo muy particular”, desarrolla López Cuenca. “Fue alguien que apareció en portadas de revistas como Time y Paris Match, que fue al festival de Cannes, se hizo fotos con Brigitte Bardot… en suma, un tipo de artista que hasta entonces no había aparecido. Mucha gente que ni había visto un cuadro suyo sabía perfectamente quién era él. Pero hoy también sería algo insólito, porque si en el ¡Hola! actual salen artistas, ya sabes que son unas petardas, no gente con el peso que él tenía. Por eso es tan excepcional lo de Picasso como personaje famoso”.

Así que la banalización del personaje a través de su sobreexposición mediática -pero sin abandonar el clásico discurso historiográfico del genio sobrehumano- aparece a su vez como un paso necesario en la banalización del patrimonio cultural de las ciudades con las que se asocia, gracias a la acción de las instituciones y la industria turística. Para López Cuenca, el binomio Málaga-Picasso es un claro ejemplo de esto: “Al desarrollar mi proyecto sentía que estaba asistiendo en directo a la construcción de una mitología para una Málaga en pugna con las otras ciudades que se reclamaban picassianas, como las clásicas Barcelona y París. A las que después se añadió A Coruña y hasta Nueva York, donde no estuvo nunca, pero que resulta fundamental para construir el mito del Guernica [el cuadro estuvo custodiado por el MoMA neoyorquino entre 1939 y 1981]”.
“Una de las características del deseo turístico es la búsqueda de la particularidad, de cierta forma de autenticidad”, prosigue el artista. “Pero la industria turística tiende a la homogeneización, al tratamiento superficial del patrimonio. Y en realidad el propio turista tampoco quiere una autenticidad total, porque tiene demasiada prisa. El resultado es que se inflige un daño salvaje al patrimonio. Y, dentro de eso, los museos funcionarían como una infraestructura más, igual que los hoteles o los aeropuertos”.

Hay en la exposición de àngels Barcelona un apartado dedicado específicamente a la relación de Picasso con las mujeres (convertidas en siluetas de madera, anónimas pero reconocibles), uno de los aspectos que con mayor frecuencia se pusieron sobre la mesa durante esta última conmemoración del artista. En este capítulo, a López Cuenca parece interesarle, sobre todo, cómo la leyenda en torno a él se construye por su adaptación al arquetipo del genio, que en su formulación más clásica es exclusivamente masculino: “Picasso contribuye a esa historia del arte construida sobre la idea de los genios y sus hazañas. En el conocido texto de Linda Nochlin ¿Por qué no ha habido grandes artistas mujeres?, la autora fantasea con la idea de que Pablo Picasso hubiera sido Paula [“Pablita”, dice exactamente Nochlin], y se pregunta si entonces su padre se hubiera empeñado tanto en que su talento se desarrollara. Pero lo cierto es que sí existía una “Paula Picasso”, que era su hermana Lola Ruiz Picasso, que también pintaba sin recibir la misma atención ni apoyo. Así que la figura de Picasso también nos sirve para comprobar el régimen patriarcal al que se somete la historia del arte hegemónica”.

Rogelio López Cuenca también destaca el hecho de que exista un coche que lleva el nombre e incluso la firma del artista, el Citroën Xsara Picasso, creado en 1998 y después reemplazado por el C4 y C3 Picasso, de la misma compañía. Aquí la mercantilización ya es absoluta y se aplica sin coartadas culturales: “Esa fue la primera vez que los herederos pactan con una marca la utilización de la firma de Picasso”, explica. “Es decir, que fue la primera piedra para controlar toda la presencia de la marca aplicada a un producto. Si se hace con las ciudades para aumentar su capital simbólico, ya puede hacerse para cualquier producto imaginable, desde un perfume hasta una autoescuela. De hecho, Picasso es el nombre de pizzería más frecuente en el mundo, algo que por cierto me parece inexplicable, un completo arcano”.
En cambio, no supone ninguna novedad que el arte se utilice como elemento legitimador gracias al poder simbólico que, si bien algo mermado, aún conserva: “No se nos debe olvidar que las artes han servido tradicionalmente para afianzar los discursos hegemónicos de las élites dominantes, o bien para camuflarlos y ennoblecerlos”. Pero también existe en el arte, al menos desde los tiempos del Romanticismo, un potencial revolucionario o desestabilizador del que se ha despojado a la obra picassiana, como denuncia López Cuenca: “En una sociedad tan dominada por el fluido permanente de imágenes, las prácticas artísticas están en clara desventaja frente a otros modos de producción iconográfica. Y precisamente por eso deberíamos defender su autonomía y su necesidad: por el papel de investigación y cuestionamiento del lenguaje hegemónico que puede desempeñar”.

En este sentido, el artista destaca la responsabilidad del propio Picasso en su conversión en un inocuo fetiche mercantil: “Él mismo fue un maestro en la gestión de su propia marca comercial. Solo hay que ver en qué momento puso en el mercado Las señoritas de Avignon, nueve años después de pintarlo, cuando el contexto era por fin propicio. Si hablamos de política, solo se afilia al Partido Comunista Francés cuando ya es caballo ganador, casi como ser del Real Madrid o del Barça. Y durante la Segunda Guerra Mundial no estuvo en la Resistencia. Así que Picasso es un fenómeno fascinante que no deja de generar material para investigar, y también nos ayuda a entender el mundo en que estamos”.
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