Excéntricas y extravagantes
El rifirrafe entre Kiko Rivera y su madre, Isabel Pantoja, se ha perfilado como auténtico vencedor por encima de la pugna Biden-Trump


El rifirrafe entre Kiko Rivera y su madre, Isabel Pantoja, se ha perfilado como auténtico vencedor por encima de la pugna Biden-Trump. Y nos atrapa ahora con detalles de esa herencia, no genética, que Kiko quiere ventilar. ¡Ay! Para después poner la finca familiar, Cantora, esa versión española de Tara o de Falcon Crest, en venta.
No digo que haya que regular más el mercado inmobiliario, pero no podemos permitirlo. No podemos quedarnos sin Cantora. Cantora debería ser declarada Bien de interés cultural, protegida como el Pazo de Meirás. ¡No es momento para que Cantora se desvirtúe o desaparezca! Por favor, ¡que alguien haga algo!
Lo que hizo Kiko Rivera fue ofrecer una larga entrevista con Mila Ximénez en Lecturas. Al leerla sientes que estás dentro de un nuevo Lorca con ritmo de reguetón. El hijo contra la madre porque esta le ha engañado. Darle esta exclusiva a Mila tiene tema. Mila reapareció a principios de este siglo desnudando con su desafiante verbo a la Pantoja como “un ser oscuro”, cuando todavía no sabíamos que existieran las tarjetas black. Durante la conversación revisan esa encendida enemistad y también la reconciliación tras el gran salto de Isabel en Supervivientes. Pero que Kiko la escoja a ella para airear su sentimiento de orfandad, insistiendo en que su madre está más interesada en ser Pantoja que madre, aporta un morbo extra a la situación, garantiza más audiencia a Telecinco, que dejó de ser la cadena amiga para ser la cadena madre, donde todos trabajan y todo se expone y agita. Encadenando confidencias Kiko desvela que Pantoja está sola, como si eso fuese un delito o una falta. Sola con una corte que le dice sí a todo. Ese Kiko dolido y moralista en realidad nos está alertando: Pantoja nos necesita.
Es difícil ser madre. Y reina. Si no pensemos un poco en la reina Sofía que cumplió años esta semana desconociendo quien será el próximo presidente de Estados Unidos y sin saber algo más sobre la investigación de supuestas tarjetas black de su familia. Es probable que todo quede en un malentendido pero aleja la probabilidad de que por ahora el rey emérito regrese de su exilio de tarjeta dorada.
Dar la murga con el posible uso de testaferros y tarjetas black revelaría que los padres pueden malacostumbrar a su prole a un tutelaje económico fácil pero opaco. Pareciera ser un hábito, un modus operandi propio de la cultura latina que la gente es hija o madre para toda la vida. Los anglosajones lo tienen clarísimo: cuando empiezas a andar ya te vas independizando. Muchos señalan a Kiko como alguien que siempre ha dependido de la estrella de su madre. No es hijo único pero su madre si es única. Con las supuestas tarjetas de crédito utilizadas para paliar gastos de los familiares de don Juan Carlos se replicaría esa fórmula de manutención vitalicia, que hermana un poco más Cantora con Zarzuela.
A veces los hijos nos creemos dueños de eso con lo que hemos crecido. Y no tiene por qué ser así. Carolina de Mónaco, quizás sin haberse leído todavía la entrevista de Kiko, charló con Madame Fígaro, esa revista que ojeabas en los aeropuertos franceses antes de la pandemia, junto con su hija Carlota. La conversación fiscalizó una manera de reflexionar sobre lo que las hijas heredan de las madres, y de una abuela como Grace Kelly. Se habla de disciplina, de valentía, de ser únicas y eso, o sea algo no muy distinto de lo que sucede en Cantora o en Zarzuela. En un momento dado, Carlota, despreocupada y moralista, plantea que su madre y ella podrían ser consideradas excéntricas, pero en el sentido de ir “un poquito más allá de la norma”. Filosofía de palacio, pensé. La princesa Carolina, que maneja un Estado poco más extenso que Cantora, puntualizó: “No somos excéntricas. Somos extravagantes”. Entonces vi algo más de luz. Nada de lo que nos pasa es excéntrico, solo es extravagante.
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