La borrosa frontera entre ficción y realidad en los libros. ¿Qué vale y qué no?
El reciente caso en torno a El odio (Anagrama), libro de Luisgé Martín que traza un perfil psicológico de José Bretón —condenado por el asesinato de sus dos hijos en 2011—, ha abierto la pugna tradicional entre la libertad de creación y el derecho al honor.
¿Cómo se traduce este debate en el ámbito jurídico? Todo depende de cómo se etiquete la obra.
- Si se presenta como ficción, hay mucha más libertad.
- Si se presenta como no ficción, los márgenes se reducen.
¿Dónde está el principal problema entonces? En los límites borrosos. Cuando no queda claro qué es cierto y qué no, y el lector no sabe qué pacto está aceptando, pueden surgir conflictos y demandas.
¿Pero cómo se distingue ficción de no ficción? Este debate es muy filosófico.
- La ficción realmente está hecha de realidad. Es decir, en la experiencia acumulada.
- Pero también la realidad se puede convertir en ficción al ser narrada.
Entonces, ¿quién decide qué es qué? En última instancia, el juez. Y su labor no es fácil: tiene que entender el código del libro, descifrar qué pacto propone al lector y cómo se transmite la información. A veces, ni siquiera eso está claro.
©Foto: César Vallejo Rodríguez
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