No quiero decir “patata”
Las mujeres del siglo XIX nos hablan desde la exposición ‘Retratadas’, en el Museo del Romanticismo


“¿Que sonría? Sonríe tú”
Hace unos días, en el photocall de la presentación de la última temporada de Stranger Things, Millie Bobby Brown contestó así, airada, a un fotógrafo que le pedía a gritos que sonriera mientras ella posaba ante decenas de flashes. Hasta ese momento no había nada especial en el rostro de la actriz, serena, seductora, bella como es. Hace unos años, Nadia Calviño, entonces ministra de Economía, se retiró de una foto al darse cuenta de que era la única mujer. Había advertido de que lo haría si se veía en esa situación. El viernes pasado, Annie Leibovitz, durante una entrevista para este periódico, le contó a Álex Vicente que en el retrato que le hizo a los Reyes él estaba mucho más “relajado” que ella: “Para ninguna mujer es agradable ponerse delante de una cámara. Ella tenía que pensar en muchas más cosas que él: el peinado, la ropa, su imagen…”, aseguró la fotógrafa, voz y mirada autorizada donde las haya.
Acostumbradísimas a ser inmortalizadas (y juzgadas), con esas actitudes, la intérprete, la presidenta del Banco Europeo de Inversiones y la Reina muestran que quieren controlar la imagen que dan y lo que quieren decir con ella. No posan simplemente, son sujetos activos. No sorprende en la actualidad, quizá asombre más encontrar estas conductas hace más de siglo y medio, en el XIX, con la fotografía abriéndose camino. Precisamente esto cuenta Retratadas, exposición que se puede ver hasta el 25 de enero en el Museo del Romanticismo.
Una pequeña sala, un gran álbum de fotos ―152 exactamente―, una declaración de intenciones, muchos años de trabajo materializado. La exposición de un libro ―Retratadas (Cátedra, 2025), de Stéphany Onfray, comisaria de la muestra―, el libro de una tesis doctoral, la prueba palpable de mucha observación e investigación. No es una interpretación repentina de una imagen que se viraliza en redes, la muestra es un coqueto y romántico espacio ―ojo al papel de las paredes diseñado ex profeso― en el que observar lo que las mujeres españolas que se fotografiaban en las décadas centrales del siglo XIX nos querían contar. Porque sí, ellas, aunque lo tenían más difícil de lo que lo tenemos ahora, también eran sujetos activos, y también juzgados, claro.








No son gestos casuales, están pensados: sutilezas o claridades como mostrar un traje o una joya, vestirse igual que una amiga, disfrazarse, aparecer pintando, leyendo, con un instrumento musical, con un arma o haciendo ejercicio (lo de las fotos en los gimnasios se sigue practicando y seguramente para expresar lo mismo: “Porque yo lo valgo”, “porque puedo”, “mira lo que hago”), posar con otras mujeres o una nodriza con un niño bien hermoso... El cuerpo, la postura o/y la indumentaria se utilizan como formas de lenguaje no verbal, usan la cámara como altavoz; ya ocurría en retratos pictóricos y sigue pasando en la actualidad. Ellas, las que posan en los estudios fotográficos del XIX, pueden dirigir la mirada al espectador, apelándole; o dirigir la mirada del espectador señalando algo en lo que quieren que se fijen. Es el momento de la carte de visite, o tarjetas de visita fotográfica, estas pequeñas cartulinas con retratos se difundían, se cambiaban, se coleccionaban. La fotografía cada vez se difunde más, siempre entre las clases adineradas, y esto lo aprovechan las retratadas.
Es una exposición con muchas capas. De lectura rápida como quien pasa fotos en el móvil deslizándolas con el dedo sin parar y, en todo caso, se detiene en alguna que le llama la atención. O con una lectura pausada, observando cada detalle, ¡hay tantos!, ojalá poder ampliarlos tan fácil como lo hacemos ahora con solo un movimiento de la mano. Hay joyas, recuerdos personales, retratos post mortem, un apartado para las fotógrafas... Es un catálogo de señoras decimonónicas hablándonos, y no solo con imágenes, también con palabras. Se pueden leer dedicatorias como esta:
“A mi eterna pesadilla Don Antonio Aguilar, recuerdo de odio de Julia Santigosa”
Nos falta el contexto, no sabemos si esta relación era un tesoro de confianza, o él era un perla de mucho cuidao.
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