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¡VAYA, VAYA!
Columna
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Hay un ‘picasso’ en el portal y una corona en la escalera

En octubre el arte está ocupando más espacio del habitual en los medios de comunicación, lástima que sea por robos y olvidos

Rut de las Heras Bretín

No hay nada original en entrar o salir por la ventana de un edificio si por la puerta no se puede. Lo hemos visto decenas de veces por emergencias, incidentes o despistes caseros como olvidar las llaves.

No hay nada original en tener una alfombra delante de una puerta, ya sea un felpudo ante la de un hogar o una roja antes de entrar a una gala en un gran auditorio.

No hay nada original en pintar una superficie de rojo, o de cualquier color. Ni en que alguien encuentre un paquete olvidado en el portal.

No hay nada original en que la prensa hable del robo en el Louvre; del picasso perdido y luego encontrado; de esos que se creen activistas (no los voy a calificar porque los descalificaría) y yerran el tiro y por defender ciertas causas dañan el patrimonio; ni en que los medios se hagan eco de una de las grandes exposiciones de la temporada y del año, Maruja Mallo. Máscara y compás, en el Reina Sofía. Ojo al madridcentrismo, que en verano ya se pudo visitar en el santanderino Centro Botín, aunque en el museo de la capital se ha ampliado el número de piezas expuestas, sobre todo de documentos.

Es original que el arte esté en el centro de la actualidad, con permiso de los Ábalos, Mileis, Trumps, Mazones, Ayusos y Yamales de turno. En mi mundo siempre está en el centro, me interesa, me enseña, me calma, me evade... Tiene todos estos poderes y más, pruébenlo. Pero en estas últimas semanas, no solo ha abierto telediarios y ha tenido su hueco en las portadas de los periódicos, también ha sido carne de memes y parodias ―termómetro del éxito―, por tanto, ha sido objeto de interés de todas las edades. Pero claro, algunos de los protagonistas son primeros espadas, galácticos: el Louvre y Picasso. Sirvan los inimaginables episodios ocurridos en el museo más visitado del mundo y a una obra del pintor más relevante del siglo XX para tomar conciencia de la importancia del patrimonio, de lo fundamental que es su protección y de su vulnerabilidad. Nuestra responsabilidad es dejarlo como lo encontramos, que permanezca. Es nuestro, fue de las generaciones anteriores y lo será de las posteriores. Nosotros somos caducos y él tiende a perenne.

Es original que unos cacos entren al Louvre por una ventana a plena luz del día, con el museo abierto, y a los pocos minutos huyan por el mismo sitio con su botín. Es tan normal que eso lo hace original. Nadie nunca creyó que sería tan fácil. Como ya señaló Íñigo Dominguez en su columna: esto no se le hubiera ocurrido a la inteligencia artificial, porque entrar a un sitio por una ventana cuando no se puede usar la puerta es natural.

Es original que en el trayecto Madrid-Granada se pare a hacer noche, como hizo el camión que supuestamente transportaba Naturaleza muerta con guitarra, de Picasso. Es original que al llegar al destino, en la sala de exposiciones donde se iba a mostrar no se controlara qué había llegado y en qué estado. Es original por estar fuera de lo común, por chapucero, por irreal, porque no se hace así. El traslado de obras de arte es una labor delicada en la que se vela por la seguridad de las piezas desde el punto de vista de la protección, siempre vigiladas, y de la conservación: que no sufran ni un mínimo percance. Esto conlleva unos costes y abaratarlos, otros muy diferentes, como se puede comprobar. Los objetos deben estar perfectamente identificados dentro de sus embalajes especializados, se controlan y examinan en la recogida, en la entrega y también en el regreso al lugar de donde partieron, lo dice en nombre del seguro que se contrata para estos traslados: seguro clavo a clavo, desde que se descuelga de su lugar original hasta que se vuelve a colgar en el mismo. Es original que tu vecino tenga un picasso. Y todo esto en la avenida de Pío XII, de donde nunca salió el cuadro que no fue robado, solo olvidado en el portal. No sé qué es peor.

Picasso

Fue original usar las obras de arte como escenario de protestas, como objeto de secuestro, como moneda de cambio, como llamada de atención. Lo fue hace más de un siglo cuando en 1914 la sufragista Mary Richardson acuchilló La Venus del espejo, de Velázquez. Ahora, ¿dónde está la originalidad? ¿En arrojar sopa de tomate a un Van Gogh, en martillear el mismo velázquez, en pegarse al marco de las Majas de Goya, o en lanzar pintura roja a Primer homenaje a Cristóbal Colón, de José Garnelo? Pues no es tan original si a bote pronto surgen cuatro ejemplos de los últimos años.

Si es original entrar a un museo por la ventana, también lo es que haya una gran alfombra ante la puerta y no, no es la alfombra roja de ninguna gala. El Reina Sofía recibe a Maruja Mallo con todos los honores y como tal, despliega una alfombra en su entrada principal. La pieza reproduce motivos y figuras de las obras de la artista con conchas trituradas de berberecho, mejillones, lapas, vieiras, navajas, hojas de magnolio, de eucalipto, de pino, semillas... Un canto a la originalidad y a la tradición creado por la Asociación Conchas y Flores de Bueu, pueblo pontevedrés donde la artista gallega pasó el verano de 1936, antes de salir de España. El grupo comenzó elaborando estos tapices para engalanar las calles durante el Corpus Christi y ahora los realiza a los pies de los museos, otro tipo de templos que acogen a otro tipo de creadores. Y, al contrario que las joyas desaparecidas de la Corona francesa y el picasso olvidado en un portal, nacidos para durar, la alfombra tiene en la volatilidad y lo efímero su característica principal y, sin embargo, ahí sigue, militando, como Maruja Mallo. No parece que quiera desaparecer ni caer en el olvido como obra de carácter temporal que es.

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Sobre la firma

Rut de las Heras Bretín
De niña era lectora de 'El pequeño País'. Ahora es editora y redactora de temas culturales. Licenciada en Historia del Arte y máster de Museografía por la UCM; y máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Antes de trabajar en el diario, lo hizo en museos como el Arqueológico Nacional y el Reina Sofía. Cree en la cultura como arma de construcción masiva.
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